Conchita Wurst y Ban Ki-moon, cómplices contra la homofobia
La ganadora del festival de Eurovisión canta en la sede de la ONU en Viena y aboga por los derechos de la comunidad homosexual
La aterciopelada voz de Conchita Wurst, ganadora del último festival de Eurovisión, se ha escuchado esta vez en la sede austríaca de la ONU, donde ha aprovechado su visita para expresar su rechazo a la homofobia. Frente a cientos de funcionarios, la también conocida como “la mujer barbuda”, cantó en directo dos canciones: Believe, de Cher, y su famosa Rise like a Phoenix, con la que ganó el festival celebrado este año en Copenhague. Desde su aparición mediática, se ha convertido en portavoz de la igualdad con independencia de la orientación sexual de cada persona, y en esta ocasión tampoco dejó escapar la oportunidad para hacer un llamamiento por la tolerancia. "Desafortunadamente, todavía hay muchos países y personas que piensan que los derechos humanos son solo para algunos y no para todos”, dijo la cantante, de 26 años.
Este lunes tuvo el respaldo del secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, quien reafirmó durante el encuentro su apoyo a la comunidad LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales). “Como dijo Conchita en la noche de su victoria (en Eurovisión): somos imparables", manifestó.
No es la primera vez que Wurst alza la voz en pro de los derechos de los homosexuales. Ya lo hizo hace unos meses durante su visita a España. El pasado mes de julio Wurst fue la pregonera de las fiestas del Orgullo de Madrid (MADO14) y actuó en la fiesta-concierto Shangay Pride, en el Vicente Calderón.
Hoy es una cantante reconocida en medio mundo, un icono de la comunidad homosexual e incluso se está convirtiendo en todo un icono de la moda. El pasado mes de julio, ella fue la encargada de cerrar el desfile de alta costura de Jean Paul Gaultier en París, y poco después aparecía en la publicación CR Fashion Book con una sesión fotográfica hecha por el mismísimo Karl Lagerfeld, director creativo de Chanel (que también aprovechó la ocasión para fotografiarse junto a ella).
El pasado 11 de mayo la prensa volcaba la mirada sobre Thomas Neuwirth, el travestí que venció en la final de la 59º edición de Eurovisión. Su triunfo se debió a algo más que a un número musical extravagante. Su presentación fue un acto político que convirtió al joven artista en una figura mediática europea, adorado en su país y en todo el mundo, pero odiado en países más conservadores como Rusia, que promovieron su veto en el festival.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Festival Eurovisión 2014
- Conchita Wurst
- Viena
- Transexuales
- Ban Ki-Moon
- Transexualidad
- Austria
- Festival Eurovisión
- Homofobia
- Identidad sexual
- Festivales música
- Eventos musicales
- Homosexualidad
- Festivales
- Orientación sexual
- ONU
- Europa occidental
- Sexualidad
- Música
- Delitos odio
- Organizaciones internacionales
- Delitos
- Eventos
- Prejuicios
- Europa