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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La decadencia moral en la política

El presidente del Gobierno nos obsequia a veces con unas frases, a mi modo de ver, reveladoras. Esta vez ha sido en el debate que ha tenido lugar en el Congreso esta semana: “La profesión de los políticos no es más corrupta que otras profesiones”.

Estoy de acuerdo en que la clase política es un reflejo de la sociedad, pero aquí no se trata de hacer comparaciones, lo que me preocupa es el tema de la profesión. No hace mucho se decía que se entraba en política por vocación y que se ponía esa vocación política al servicio de la sociedad. En la actualidad, más bien parece que, en vez de servir, se va a la política para servirse de ella.

Siguiendo esa vocación, la persona dedica un tiempo de su vida a la sociedad y luego vuelve a sus ocupaciones: no hay puertas giratorias. Se puede argumentar que eso es de aficionados y que hoy en día se requieren auténticos profesionales. ¿Es eso lo que hay?, ¿qué preparación tienen?, ¿cómo han llegado a la política? Me temo que una buena parte de ellos están ahí porque en otro sitio les sería difícil salir adelante, al menos con ese nivel de vida; si se hace de la política una profesión, se deberían preparar un poco mejor. La política y, sobre todo, la sociedad se lo agradecerían.— Rafael Solaz Peñarrocha. Lliria, Valencia.

Asisto pasmado en los últimos meses a las peticiones de perdón de determinados políticos de varios partidos. Soy maestro y me asusta que esté normalizándose en nuestra sociedad esta conducta, como si fuese sustitutiva de la asunción de las consecuencias, lo cuál es sin duda un comportamiento notoriamente infantil. Veo políticos supuestamente adultos diciendo “pido perdón” y me recuerdan a la excusa de un niño que le quitó el pegamento a otro niño y que, acostumbrado a la famosa expresión “pedíos perdón y daos la mano”, le suelta las palabras mágicas, que parece que por sí solas resuelven el problema. Pues no señor, yo le dije a ese niño: “no pidas tanto perdón, y devuélvele el pegamento”. Y les confieso que con cinco años los niños ya lo entienden.— Francisco Gómez San Miguel. Laguna de Duero, Valladolid.

La grave situación económica que está viviendo España en los últimos años está viéndose mermada por la abultada corrupción política que aflora cada día a través de los medios de comunicación. La última y más reciente trama de corrupción bautizada como Operación Púnica es un suma y sigue de la pestilente atmósfera que asfixia, abochorna y asombra hasta el hartazgo a toda la gente de bien, la gran mayoría de mi país.

La endogámica relación entre políticos y empresarios que en los últimos años se ha ido extendiendo a lo ancho de todo el territorio español ha dejado un desolador panorama con más de 800 casos de corrupción, 676 municipios implicados en procesos judiciales, más de 500 imputados y sólo una veintena de políticos en prisión.

Ante esta radiografía tan escalofriante de casos de corrupción, que afectan a todos los niveles de la Administración y que salpica a importantes miembros del partido político del Gobierno de España, cabe reflexionar sobre el grave peligro de la garantía de supervivencia de los grandes partidos políticos que han dirigido los designios políticos de mi país en los últimos 35 años, rebautizados en los últimos tiempos con el apelativo, nada inocente, como la “Casta”. Un síntoma más, de cómo toda esta podredumbre moral y ética instalada en las élites de quienes nos gobiernan y en su forma de concebir el poder va calando en nuestra sociedad, la hemos podido ver últimamente en el caso de las andanzas del pequeño Nicolás. De aquellos polvos vienen estos lodos— Juan Navarro Simón. Fréjus, Francia.

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