Reflexiones sobre la consulta catalana
Como estudiante catalán que soy, y sin ser independentista, debo decir que, ante tanto barullo sobre el referéndum del 9-N en Cataluña, estoy a favor de una consulta. No de la consulta. Me parece razonable preguntar al pueblo sobre su futuro, e incluso preguntaría no solo a Cataluña, sino a todo el territorio español. Y aprovecharía las elecciones municipales de 2015 para hacer la pregunta, con otra papeleta para contestar, así no se gastarían millones de euros expresamente para montar un referéndum.
No a la consulta, que es ilegal, pero sí a una consulta. Preguntar es lícito siempre y cuando no lo hagas de cualquier manera y actúes dentro del marco legal. Como conclusión, debo decirle al señor Mas que su intención es buena pero sus maneras no. El fin no justifica los medios.— Pau Fernández Fluriach. Pamplona.
Lo tengo que confesar: pertenezco a esa amplia mayoría de ciudadanos catalanes que las encuestas marcan reiteradamente como “preocupados” por el proceso soberanista. No ilusionados, sino preocupados. También debo confesar que soy de aquellos que no han querido pronunciarse públicamente al respecto. Por razones varias: cobardía, dejadez, no quedar marcado públicamente en un debate tan encendido. Creo que me toca dar un paso adelante. Hoy rompo el silencio, no con la idea de buscar enfrentamiento, sino para intentar lanzar una voz en busca de la sensatez y el diálogo necesarios para la convivencia.
El referéndum-consulta del 9-N no podrá llevarse a cabo. Se acabó el teatro, la realidad acaba imponiéndose. Quiero aclarar que soy un demócrata convencido y que lucho cada día por un mundo mejor y más justo. No se trata de “poder votar”, cosa que hacemos desde 1978, sino de garantías y de procedimiento. En diciembre de 2013 una serie de grupos políticos se pusieron de acuerdo en realizar un referéndum en una fecha fijada y con preguntas pactadas. ¿Fijada por quién?, ¿pactada con quién? Desde entonces, todo se ha hecho a correcuita para poder cumplir con fecha y preguntas. Sin ley electoral catalana, sin censo, sin criterios objetivos para evaluar el resultado. Y sobre todo, sin debate real, plural y sereno. No sé otros, pero yo estoy agradecido al Tribunal Constitucional por protegerme cautelarmente frente a tanto desatino. Ahora que se acaba el teatro, harían bien los políticos en abrir la puerta al diálogo en serio. Queremos votar, ¿quién no querría? Pero con garantías, como en Quebec o Escocia.— Gustavo Galván Rodríguez. Barcelona.
Tras ver que Artur Mas cede en la consulta soberanista a raíz de las presiones del Tribunal Constitucional, y deja de lado lo que el pueblo catalán le está pidiendo cada 11 de septiembre desde hace tres años, no me queda más remedio que decirle: no, honorable president, puede retirarse para dejar paso a aquellos que estén dispuestos a cumplir su palabra.— César Sánchez. Barcelona.
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