Lo que contagia el ébola es la pobreza
La enfermedad no se transmite por el aire y es prevenible. ¿Cómo se explica que haya más de 7.000 casos y más de 3.000 muertes por su causa?
Mucho se ha escrito sobre los miedos de Occidente a la epidemia provocada por el ébola en África. Estados Unidos ha llegado a calificar la respuesta a la epidemia como un “asunto de seguridad nacional”. La magnitud de tales miedos contrasta con la ausencia de la determinación que habría sido necesaria para salvar la vida de miles de persona e incluso garantizarles una muerte digna.
El ébola es una enfermedad contagiosa que se transmite por el contacto directo con fluidos de alguien que padezca el virus. No se contagia por el aire y es prevenible. Siendo así, ¿cómo se explica que en estos momentos haya más de 7.000 casos y más de 3.000 muertes, el 10% de ellas de personal sanitario africano? ¿Por qué su propagación es tan rápida y tan letal? ¿Existe algún componente del virus que sea específico de África y que haga que se extienda como la pólvora? No, en absoluto.
Un sistema sanitario como el español, a pesar de estar gravemente herido por los recortes, garantiza que cualquier caso que pueda llegar a nuestro territorio sea controlado de manera rápida. Contamos con grandes profesionales, una red hospitalaria consolidada y organizaciones que informan a la población debidamente. ¿Qué ocurre, entonces, en África para que no se pueda reaccionar del mismo modo? Los altos niveles de pobreza impiden el acceso a los cuidados sanitarios, a los medicamentos esenciales, a la información y a prácticas de salud adecuadas. El principal responsable de la rápida expansión de la epidemia es la pobreza que niega a la población el derecho humano a la salud.
Un sistema sanitario como el español garantiza que cualquier caso que pueda llegar a nuestro territorio sea controlado de manera rápida
Los índices de miseria que sufren algunas regiones africanas contrastan con sus riquezas naturales y el empeño de sus poblaciones para conseguir una vida digna. El empobrecimiento de ciertos países tiene múltiples causas que van mucho más allá de sus fronteras y que implican a actores internacionales diversos.
En varios países de África del Oeste, en concreto en Sierra Leona, una mujer embarazada, puede verse obligada a recorrer varios kilómetros andando para obtener asistencia sanitaria en el parto y cuando la obtiene no siempre es la más adecuada. Antes de la epidemia los índices de mortalidad infantil de menores de cinco años en Liberia y Guinea Conakry ya eran alarmantes. La esperanza de vida en Sierra Leona es de apenas 45 años (82,3 años, en España).
El porqué de esta grave situación hunde sus raíces en los años ochenta y noventa. Entonces se aplicaron planes de ajuste estructural que debilitaron gravemente los ya precarios sistemas sanitarios. Los recortes de las políticas públicas y las privatizaciones de los servicios han derivado en consecuencias gravísimas para las personas. Casi la mitad de la población en África (48%) no tiene aún acceso a los medicamentos esenciales. La malaria, otra enfermedad prevenible y curable, campa a sus anchas y en algunos momentos del año puede representar el 80% de las consultas sanitarias. Es más, se calcula que cada día en el mundo fallecen más de 4.000 personas a causa de la malaria, pero ésta no causa alarma porque no representa un peligro para Occidente.
Ante problemas globales, soluciones globales
El mundo está cambiando rápidamente. Hoy más que nunca los problemas no saben de fronteras, están interconectados de manera global. Pensar que las situaciones que sufren otros lugares no nos afectan no es realista. Hoy más que nunca urgen políticas que garanticen los derechos humanos aquí y en cualquier lugar el mundo.
Vivimos un cambio de época en el que la ciudadanía vigila cada vez más a los poderes, construye de manera colectiva y ofrece alternativas a un sistema profundamente injusto. En contraposición, los gobiernos y los poderes financieros internacionales alimentan una riqueza que empobrece y que supone que una minoría se enriquezca a costa del empobrecimiento de la inmensa mayoría del planeta. Hay una enorme falta de pudor y responsabilidad en este sentido. Existen corrientes promovidas por los grandes poderes de capital que incluso defienden que quien quiera derechos los pague.
El sistema en el que vivimos aplica políticas que defienden a los mercados y no a las personas; maltratan los derechos humanos y fomentan el “miedo al otro”. Crear brechas en un entramado tan blindado es complicado, aunque no imposible. Como organizaciones de la sociedad civil, creemos que podemos cambiar las cosas y eso es lo que nos mueve a trabajar mano a mano con las poblaciones locales que son las que sufren en primera persona las graves consecuencias de esta situación. Sentimos un profundo orgullo de las personas de nuestras organizaciones que están en la región salvando vidas y fortaleciendo los sistemas públicos de salud. Nuestro reconocimiento, respeto y apoyo a todas y cada una de ellas.
Frente a este compromiso, nos preguntamos, dónde está el Estado Español. ¿Qué está haciendo en la lucha contra la epidemia? La escasa contundencia de su respuesta contrasta no solo con la enorme dimensión del problema sino también con la resolución que el pleno del Congreso presentó el pasado 25 de septiembre instando al gobierno a “participar decididamente, con todos los medios a su alcance, en la respuesta de la comunicad internacional a esta epidemia”. ¿Y Europa, qué está haciendo? Lamentablemente, observamos con estupor el nulo interés que se está mostrando más allá de miedos y prejuicios. ¿Dónde está la responsabilidad de los Estados ante un problema que ya es de salud pública mundial?
Nos queda una duda preocupante: ¿sin tantos recortes en cooperación y con políticas comerciales, migratorias, pesqueras o económicas coherentes con el fomento del desarrollo y el respeto de los derechos humanos estaríamos hablado de una epidemia de tal magnitud? Probablemente no. Acabamos de conocer los Presupuestos Generales del Estado y observamos que el gobierno se desentiende de nuevo de la política de cooperación. ¿Qué más se necesita para entender que la mayor de las epidemias contra la humanidad es la falta de responsabilidad ante los problemas que nos afectan como habitantes de un planeta común?
Mercedes Ruiz-Giménez Aguilar es presidenta de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo.
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