Boyero y Cámara
Salgo con alegría de ver La isla mínima. Buen cine de género hecho en nuestro país con acentos del sur y un paisaje de impactante fotogenia que, asombrosamente, no había sido todavía retratado. Y esto me hace recordar, con rabia y estupor, el comentario que Carlos Boyero dedicó a esta película en el Festival de San Sebastián. A Boyero la película le había gustado (ahí coincidimos) pero, como suele, añadía su célebre toque visceral: “Con Raúl Arévalo no tengo demasiada química, siempre me resulta demasiado intenso, pretende ser tan natural que me resulta artificioso, aunque no me despierta una fobia comparable a la que siento por Javier Cámara”. Me pareció inaudito: ¿está Javier Cámara en la película reseñada? Pues no. Cámara no aparece, pero el crítico o comentarista aprovecha su pieza para repetirnos, una vez más, que no traga al cómico. Ya nos lo ha dicho por escrito varias veces. Lo sabemos.
¿Y esto es lo que esperamos de la crítica o de la información de las películas? ¿Que el abajo firmante nos informe de sus antipatías o de la “química” que le provocan o no ciertos artistas? Por supuesto que los creadores, desde cualquiera de los ámbitos que abordan sus oficios artísticos, pueden equivocarse, estar más o menos afortunados, pero al crítico también habría que exigirle algo más que exabruptos que solo divierten a los que disfrutan con un estilo basado en la falta de respeto. Como decía Fernán Gómez, el pecado español no es la envidia sino el desprecio. Y yo espero que mi periódico ofrezca algo más que desprecio en sus reseñas.— Elvira Lindo.