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Columna
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Honor

El crimen de honor es una variante especialmente brutal de la violencia de género, porque participa toda la colectividad y es ejecutado por la familia: por los tíos, los padres, los hermanos. Las queman con ácido, las estrangulan

Rosa Montero

Una lectora, A., me cuenta que hace un año encontró vagando por un parque de una ciudad española a una muchacha, desorientada y casi calva, que le preguntó si sabía dónde había un albergue para pasar la noche. Era B., una marroquí de 18 años, que acababa de huir de su familia cuando iban a desposarla por la fuerza. Llevaba dos años encerrada en su casa y le habían arrancado el pelo a tirones, además de recibir otros maltratos desde niña. B. está amenazada de muerte por un crimen de honor. Según la ONG suiza SURGIR, en el mundo se cometen al menos 5.000 crímenes de honor al año, aunque la cifra real puede ser cuatro veces mayor (disfrazan las muertes de suicidios). Este horror va en aumento y cada vez hay más casos en Europa: las musulmanas europeas se niegan a aceptar los matrimonios forzosos y entonces las matan. El crimen de honor es una variante especialmente brutal de la violencia de género, porque participa toda la colectividad y es ejecutado por la familia: por los tíos, los padres, los hermanos. Las queman con ácido, las estrangulan. En Occidente no prestamos la menor atención a esta atrocidad: todo sucede en el hermético infierno doméstico. A. y su marido acogieron a B. durante meses hasta que las amenazas les hicieron buscar ayuda pública. Durante un año, A. luchó desesperadamente para que las instituciones españolas comprendieran la gravedad del caso, para que la atendieran como víctima de género o le concedieran una orden de protección. Nadie les entendía. Ahora, por fin, gracias a la tenaz heroicidad de A., la chica está acogida, el pelo le ha crecido y está bien. Todo esto sucede en España, ante nuestras narices, porque B. vive aquí desde los cinco años. Y no es la única víctima, aunque nos empeñemos en mirar hacia otro lado.

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