Un huracán social
La falta de luz, escasez de agua, alimentos y medicinas es la consecuencia mínima que ha dejado el devastador huracán Odile tras su paso por Los Cabos, Baja California Sur, México, uno de los principales destinos turísticos de Latinoamérica. Este huracán ha sido el detonante para que muchos de nosotros, lugareños y turistas, sin importar nuestro nivel socioeconómico, dejáramos de ser víctimas de la violencia para hacernos parte de ella, como un grito desesperado por ser escuchados. Vecinos de décadas atrás gritándonos, golpeándonos y robándonos, justificando nuestras acciones en la necesidad o defensa de productos básicos que ninguno posee —hay desabasto—, para descargar la ira que se ha ido acumulando en cada uno de nosotros ante la indiferencia de nuestros gobernantes y nuestra desolación. Antes, la solidaridad era la primera respuesta social ante fenómenos naturales como el que hemos vivido. Hoy lo es la barbarie como método de supervivencia que nada tiene que ver con nuestro nivel cultural, económico o social. Pongamos atención. Lo que hoy vivimos tras el paso de Odile no solo afecta a Los Cabos, sino que es otro llamado de alerta de una tendencia mundial.— Zosia Vargas. Cabo San Lucas, Baja California, México.