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Este niño vivía en la zona de tránsito de Nyumanzi, en Uganda, un campo donde los desplazados se alojan provisionalmente hasta que ACNUR (la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados) les registra y les asigna plaza en uno de los siete campos instalados en la zona. Es aquí donde Médicos Sin Fronteras (organización para la que trabajo) se encarga de pasar consulta con pacientes, encontrar posibles casos de desnutrición infantil y administrar las vacunas rutinarias. El chico llegó al centro de salud para vacunarse de sarampión. Contó que estaba en su casa cuando llegaron varios soldados y comenzaron a disparar; las cicatrices de su brazo son los orificios de entrada y salida de una bala que le alcanzó. Huyó al monte con su familia y, cuando lo encontraron, le dijo a su rescatador que le dejara a él y fuera a buscar a su padre en su lugar; sabía que éste había sido herido. Desafortunadamente, no hay muchas opciones de realizar cirugía plástica aquí, así que poco se podrá hacer por su brazo.
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Los rostros del exilio

Una enfermera retrata a refugiados sursudaneses que esperan en una zona de tránsito a ser ubicados en un campo permanente

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