Paseando por la Quinta Avenida
En la época que pasé en Nueva York, en momentos familiares difíciles, salir a la calle era una manera de descansar del día a día. Pasear por Central Park, frente al edificio Dakota, donde dispararon al hombre cuya voz tiñó todas las noches de mis años sesenta; Broadway, el teatro filtrándose en la sangre por ósmosis, y la Quinta Avenida dónde Audrey Hepburn se tomaba su croissant en Breakfast at Tiffany’s.
Resultó que esa tarde en la que salí a respirar un poco de aire fresco, no estaba la señora Hepburn, sino Lauren Bacall. La imagen de una mujer de su talla, caminando firme y con elegancia con su inconfundible melena ahuecada, su boca perfecta, y ese traje de chaqueta gris, me dejó completamente paralizada. En ese momento parecía salida de una de esas escenas que nos regaló atrás en los años cuarenta, conservaba el mismo estilo. Tristemente no me di cuenta de que era ella hasta que se cruzó conmigo, un momento único, que siempre recorre las mejores conversaciones. Un momento que se desvaneció como el humo, y espero que ahora quede por siempre.— Carmen Urrestarazu Orueta.
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