Ébola: la canción del verano
No podemos permitir que las enfermedades extraordinarias nos hagan olvidar a aquellas que son más ordinarias Los síntomas iniciales del Ébola son indistinguibles de los relacionados con muchas otras enfermedades
Sin ánimo de frivolizar acerca de una enfermedad con consecuencias devastadoras para quien la padece, parece que el actual brote de Ébola se ha convertido en el típico hit veraniego, como ya lo fueron con anterioridad la enfermedad de las vacas locas, o la Gripe A. De forma periódica, y casi siempre coincidiendo con el típico vacío informativo veraniego, alguna enfermedad emergente es ocasionalmente encumbrada por los medios de comunicación, ocupando portadas y minutos de prime time. Es evidente que nos hallamos ante un brote de la enfermedad de características inusuales, tanto por su duración en el tiempo (más de cinco meses) como por su extensión geográfica, habiendo causado muertes en cuatro países.
En las últimas cuatro décadas, y desde su descubrimiento en 1976, el virus del Ébola ha sido asociado con 24 brotes o episodios “oficiales” en los que cerca de 2.400 personas fueron infectadas, y dos terceras partes acabaron falleciendo. El actual brote ya casi iguala el total acumulado de casos y la situación dista todavía de estar bajo control, aunque en las últimas horas la Organización Mundial de la Salud ha empezado a hablar de tendencias esperanzadoras. La progresión de una infección altamente letal, y sin cura conocida da pie a una lógica incertidumbre, pero es importante que ésta no se convierta en alarma social, sobre todo en aquellos entornos donde no se dan los factores de riesgo para la transmisión local, y además existen los mecanismos para contener de forma adecuada su posible transmisión.
De los expertos se espera conocimiento acerca de los protocolos internacionales de actuación, anticipación, mucha prudencia, y sobre todo coherencia. En este sentido, sorprende la utilización del hospital Carlos III de Madrid para acoger al paciente infectado proveniente de Sierra Leona, existiendo actualmente un centro de referencia de enfermedades tropicales en Barcelona, preparado específicamente para el manejo de estos pacientes. La comunicación entre expertos con el resto de profesionales de la salud así como con los medios de comunicación, debe ser transparente, ágil y fluida, para evitar la proliferación de alarmas acerca de posibles casos y la estigmatización en relación al país de origen de los pacientes.
Sin embargo, no dejemos que las ramas nos impidan ver el árbol. No podemos permitir que las enfermedades extraordinarias nos hagan olvidar a aquellas que son más ordinarias. Cada día mueren más niños en África por malaria que la totalidad de muertos por ébola desde el inicio del brote. Los síntomas iniciales del ébola son indistinguibles de los relacionados con muchas otras enfermedades. ¿Deberíamos poner por tanto en cuarentena a cualquier persona con fiebre y malestar general que provenga de África del Oeste? La respuesta parece obvia. La confirmación de que el paciente aislado con sospecha de ébola en el Hospital de Basurto de Bilbao tiene en realidad malaria, nos devuelve a la cabeza la tonada de aquella famosa y vieja canción.
Quique Bassat es pediatra e investigador clínico del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGLOBAL). Actualmente reside en Manhiça, Mozambique, dónde trabaja investigando acerca de la malaria y otras enfermedades.
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