Otro rescate portugués
La quiebra del Banco Espírito Santo confirma que persisten en Europa los efectos de la crisis financiera
El Gobierno portugués ha acudido con prontitud al rescate del Banco Espírito Santo (BES), cuya mala gestión durante la crisis financiera ha provocado unas pérdidas semestrales de 3.577 millones de euros, el hundimiento casi total de sus acciones y una situación de quiebra. El caso Espírito Santo confirma que todavía colean en la banca europea los efectos de la crisis financiera, agudizados por una gestión muy deficiente. El equipo económico de Passos Coelho pretende convencer de que el rescate del banco no costará dinero a los contribuyentes lusos; pero este objetivo sólo es una declaración de intenciones. Como ha demostrado la capitalización de una parte de la banca española, es muy difícil evitar que los contribuyentes acaben pagando una parte de la reestructuración del banco.
Según el plan expuesto por el gobernador del Banco de Portugal, Carlos Costa, los activos solventes del BES se integrarán en Novo Banco, que se adjudica al Fondo de Resolución Bancaria (formado con capital de bancos privados) y dotado con una inyección de capital de unos 4.400 millones aportados por el Estado (se supone que de forma transitoria) que proceden, a su vez, del dinero aportado por Bruselas para la reestructuración bancaria portuguesa. Los activos insolventes quedan en el BES bajo la responsabilidad de los accionistas actuales (la familia Espírito Santo y Crédit Agricole principalmente). La idea básica es devolver los 4.400 millones con lo que se obtenga de la venta de Novo Banco.
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Pero, se mire como se mire, los 4.400 millones son capital público y están avalados por el Estado. Lisboa tendrá que devolver el capital recibido de la troika. Es pronto para decirlo, pero parece improbable que la venta del banco proporcione los 4.900 millones que ha costado su recapitalización al Estado y el Fondo de Resolución; también es poco probable, por tanto, que no haya pérdida para el contribuyente.
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