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Surf, más que un deporte de pijos

Apto para todas las edades, aporta beneficios físicos y psicológicos

No es poco lo que se ha publicado en el último lustro sobre el surf y los beneficios que puede reportar esta actividad física al aire libre. Una buena parte de ellas citan el esfuerzo, el afán de superación y la capacidad de observación del medio que nos rodea como factores psicológicos. En el plano físico el surf supone un ejercicio aeróbico –desarrollo de la capacidad pulmonar– combinado con algunos trabajos de carácter anaeróbico –ejercicio físico que comprende actividades breves basadas en la fuerza–, ya que a menudo se nada sobre la tabla y es imprescindible guardar el equilibrio sobre ella, contribuyendo a tonificar de este modo grupos musculares de los brazos y la espalda, así como los abdominales, lumbares y glúteos.

Si se tiene en cuenta esto no es extraño que, según el gerente de la Federación Española de Surf , Lorenzo Chaves, las licencias de aficionados hayan aumentado considerablemente, por encima de las profesionales. Chaves explica este fenómeno puntualizando que la mayoría de quienes no son profesionales “proceden de las escuelas” y “notamos cada año un incremento. Aunque en los últimos años ha sido más sostenido, hace cuatro o cinco fue el boom”.

Precisamente hace cuatro años el Servicio Nacional de Salud británico comenzó a prescribir a jóvenes que padecían depresión, con edades comprendidas entre los 12 y 25 años, clases de surf en las costas de Cornualles y Devon. El año pasado una fundación universitaria de Dorset puso en marcha The Wave Project, esta vez dirigido a niños y jóvenes situados entre los ocho y los 21 y no solo enfocado al bienestar psicológico sino también a la integración social.

Algunas asociaciones han asumido un reto mayor, si cabe, en España. Solosurf, fundada por Jesús Borrego y Ana Gonzalo, comenzó a funcionar en Cádiz a partir de 2006. Se encarga de impartir clases de surf y organizar jornadas lúdicas para niños, adolescentes y adultos con autismo, síndrome de Down o de Asperger, entre otros. Cuentan con 32 programas entre los que se reparten 130 participantes. Borrego, director técnico especializado en actividades acuáticas con fines terapéuticos, asegura haber constatado los efectos beneficiosos de deslizarse sobre el agua subido en una tabla en niños con autismo y “en un hombre de 50 años con síndrome de Down que sigue practicando surf”. El asunto al parecer ha suscitado tal interés que “estamos formando un grupo de investigación en la Universidad de Cádiz compuesto por personal de nuestra asociación y los psiquiatras que hacen el seguimiento de los niños [que acuden a los programas de la asociación]”, expone Borrego.

La ONG Kindsurf desarrolla su actividad en el plano de la concienciación. Organizan charlas informativas y seminarios donde destacan la importancia que tiene la implicación de las distintas asociaciones y clubes dedicados a impartir enseñanzas sobre este deporte acuático a la hora de otorgar a niños y adolescentes con algún tipo de discapacidad intelectual la posibilidad de disfrutar de unas jornadas de surf.

“Nosotros nos reunimos con asociaciones que estén dispuestas a organizar jornadas gratuitas para niños que tienen una discapacidad en colaboración con asociaciones especializadas de la zona”, explica el coordinador general, Francisco Muñoz, para quien las ventajas de esta práctica al aire libre para niñas y niños con necesidades educativas especiales son evidentes: “en niños con autismo es beneficioso porque les ayuda a estar focalizados en una práctica deportiva [que se desarrolla] en un medio donde no hay elementos externos que les puedan distraer, hace que se concentren en las olas y en su tabla”.

Existen clubes que, aparte de organizar viajes y cursos convencionales relacionados con el surf, han buscado integrar la discapacidad en la práctica de este deporte náutico. Un ejemplo de ello es Hopupu. En la playa del Hombre, en Telde (Las Palmas de Gran Canaria) organizan desde hace cinco años un programa para niños con discapacidad intelectual de todas las edades. Willy Álvarez, director del club, no tiene dudas: “El surf genera un desarrollo del cerebro a través del cuerpo. Generan unos reflejos que nunca habrían tenido la oportunidad de favorecer de otro modo”. La cuestión es que muchas de las ventajas en niños y jóvenes con necesidades especiales también son extrapolables al resto de personas.

Borrego apunta al “control del estrés y a la relajación que sobreviene después de haber segregado adrenalina, endorfinas y, posteriormente, serotonina durante la práctica”. Muñoz esgrime “la necesidad de mantener la concentración en un medio que no dominas” y, por su parte, Álvarez habla del “afán de superación y el espíritu de lucha. Tienes que adentrarte en el agua superando la barrera de olas, elegir la tuya y volver a salir peleando de nuevo con el mar”.

Un grupo de investigadores dirigidos por el doctor Andrew T. Nathanson, profesor de Medicina en la Universidad de Brown, publicaron en enero de 2007 un estudio basado en el seguimiento, durante seis años, de la actividad competitiva de 32 surfistas. 22 de los cuales eran profesionales y los otros diez aficionados. Los resultados arrojaron una relación de 6,6 lesiones cada 1000 horas de práctica. La mayoría de las mismas se redujeron a algunos puntos de sutura, esguinces y, en la menor parte de los casos, fracturas. Según los autores de la investigación, ello supone un balance de percances muy por debajo del que suele producirse en el fútbol o baloncesto.

Para deslizarse sobre el agua con seguridad, aparte de las consabidas recomendaciones de protegerse del sol en la medida de lo posible y evitar practicar en horas centrales del día cuando es verano, el gerente de la Federación Española de Surf también recomienda “ir siempre acompañado de un amigo” por si ocurren imprevistos además de “asesorarse bien cuando nunca se ha surfeado determinadas olas, averiguar por dónde hay que entrar y salir”. Aunque asegura que esto lo sabe “cualquier surfista de nivel medio” y los principiantes “tienen muchísimo más cuidado, la gente suele ser muy respetuosa porque el mar pone a cada uno en su sitio”.

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