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Se hacen recados por horas. Razón aquí

Los bancos de tiempo ofrecen saber y actividades solo a cambio de la duración de las tareas

El regalo del tiempo para ayudar a otros.
El regalo del tiempo para ayudar a otros. GETTY

¿Se imagina un lugar en el que el dinero no tenga cabida y cuya única forma de pago sean nuestras horas? Pues ese lugar existe y se llama banco de tiempo. Se trata de un sistema en el que se ofrecen conocimientos y actividades a cambio únicamente del tiempo empleado. El funcionamiento es simple: A más tareas realizadas, más crédito en forma de horas tiene luego para gastar en otros servicios que ofrecen los demás. Todos los trabajos valen lo mismo y, por supuesto, no hay retribuciones económicas.

Esta modalidad de ayuda mutua, cada vez más extendida en el mundo, posee un gran arraigo en España, donde desde 2008, desde el comienzo de la crisis económica, ha vivido un auténtico boom que le ha supuesto pasar de unos escasos 100 usuarios a triplicarse en 2014. “ Se prestan servicios que muchas veces no se pueden comprar, como acompañar al mercado o dar un paseo”, declara Sergi Alonso, presidente de la Asociación para el Desarrollo de los Bancos de Tiempo (ADBdT).

La oferta de habilidades es muy variada: desde clases de idiomas (lo más demandado) hasta hacer la compra, reparaciones domésticas y cocinar. Aunque también hay actividades más infrecuentes, como reiki (un tipo de medicina alternativa japonesa), tarot o charlas sobre el comunismo, donde los ancianos hablan a los jóvenes de sus figuras históricas. Vale casi todo; los límites los dictamina el sentido común. Una vez hechas las actividades, rellenan un cheque con las horas empleadas y lo entregan.

Para acceder a un banco de tiempo basta con encontrar el más próximo a su domicilio (la página web Bdtonline.org posee un mapa bastante completo) y, una vez localizado, inscribirse física o virtualmente. A veces se hacen entrevistas para orientar a las personas que no saben qué ofrecer. Cada uno es distinto y posee su propia forma de gestión y autofinanciación, aunque la inmensa mayoría son gratuitos, aceptando únicamente donaciones para gestionar los servicios. Existen también algunos apoyados por asociaciones de vecinos e incluso por ayuntamientos, quienes facilitan las instalaciones. No hay un perfil de usuario, aunque los desempleados y los jubilados, la gente con mayor disponibilidad, recurren más a ellos.

“El banco de tiempo vuelve a conectarte con la red local, mejorándose las relaciones vecinales”, añade Alonso. ¿Y existe el miedo a que haya gente que solo reciba actividades y no dé nada a cambio? “Pasa justo lo contrario: la gente ofrece más de lo que recibe. Tenemos que quitar ese miedo; la gente es más de dar y solo recibir cuando lo necesitan, y si alguien no colabora se le invita a salir”, finaliza el presidente de la ADBdT, quien señala que los principales retos de estos colectivos son mejorar la participación, la calidad de vida y su eficiencia.

Tiempo despachado por la red

Pese a que existen físicamente, poco a poco crecen los bancos de tiempo a través de Internet. Es el caso de Comunitats.com, en cuyo site se congregan en torno a 10.000 usuarios, de los que unos 1.000 pertenecen a asociaciones privadas. Álvaro Solache, uno de sus fundadores del sistema a finales de 2010, indica que desde entonces recibe cada día a 6 o 7 usuarios nuevos en su web, más enfocada al intercambio de conocimiento que a hacer cosas. “Operamos en 60 países del mundo bajo la filosofía de mezclar un banco de tiempo con uno de aprendizaje aprovechándonos de las nuevas tecnologías como Skype, donde yo te puedo explicar vía online cómo funciona un blog, aunque también offline, si se da el caso, puedes hasta enseñar cómo pinchar vinilos”, afirma.

Galardonada en 2012 con los premios Emprende LaCaixa y Grow in Barcelona, Comunitats.com supone una herramienta que permite dar un soporte a un tipo de red social que fomente la colaboración y acción. “Nuestra filosofía es aumentar la creación de redes de conocimiento libre, sin dinero, y como mucho que pagues con tiempo. Quizás cuando la gente tiene menos es cuando comparte más”, incide Solache, quien pretende con su banco de tiempo establecer una red social real más potente que Twitter o Facebook: “Es más auténtico; no se trata de qué estás haciendo, sino de qué sabes, qué necesitas y cómo te puedo ayudar”.

Los bancos de tiempo, por tanto, suponen una evolución de la vieja tienda de tiempo creada en Cincinnati por Josiah Warren en 1827. El éxito del experimento del anarquista estadounidense, basado en la teoría del valor-trabajo formulada por Adam Smith, consistía en que los consumidores podían comprar bienes con notas de trabajo convalidadas por una tarea a desempeñar. Nadie se lucraba de nadie y todos se beneficiaban. De ahí deriva esta gran red social de ayuda sin dinero.

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