Balenciaga reclama siete millones a Ghesquière por dañar su imagen
Un juez recomienda a la firma y a su ex director creativo que acuerden una salida amistosa a la demanda por las críticas del diseñador tras su ruptura profesional
Hay noticias que jamás saldrán de la trastienda de la moda. Quedan para la leyenda no escrita de las grandes marcas. Solo el tiempo desvelará al gran público el porqué de la marcha de Nicolas Ghesquière de Balenciaga, pero entretanto el que fuera su diseñador durante 15 años y la emblemática firma del grupo Kering tienen asuntos que resolver en los juzgados.El martes un juez del Tribunal de Apelación de París recomendó a ambas partes que alcancen un acuerdo amistoso. Si no, será él quien dicte sentencia el 27 de agosto.
La demanda interpuesta por la firma contra su ex director creativo se centra en unas declaraciones realizadas por Ghesquière que, a sus ojos, vulneran su imagen y el compromiso de “reserva, discreción y tacto” firmado de manera confidencial cuando se produjo el divorcio profesional el 17 de octubre de 2012. La empresa reclama al modisto, que actualmente milita en las filas rivales de Louis Vuitton (del grupo LVMH), siete millones de euros. Una cantidad casi equivalente a lo que se embolsó él al dejar la empresa amistosamente, 6,6 millones de euros. Con su marcha, el diseñador sumó también a su cuenta 32 millones de euros, obtenidos gracias a la venta de las acciones que poseía, correspondientes su participación del 10% de la compañía. Por rematar cifras, el abogado de Balenciaga, Thierry Lévi, esgrimió ayer en la vista oral ante el juez que los siete millones de euros demandados suponen una cantidad “razonable” en comparación con los 25 millones invertidos por la firma “en promocionar la imagen” de Ghesquière en 2011 y 2012.
El origen de la disputa se encuentra en una entrevista de portada publicada en el número de lanzamiento de la revista System en abril de 2013, la primera concedida por el creador tras su marcha de Balenciaga. Entre los extractos que ayer se recuperaron, Ghesquière había expresado: “Todo se deshumanizó y se volvió más corporativo. Ya todo iba sobre hacer marca. No es que tenga nada en contra de eso; de hecho, de lo que más orgulloso estoy es de que se haya convertido en una entidad financiera grande y de que seguirá viva. Pero yo empecé a sentirme como exprimido, como si quisieran robar mi identidad al tratar de homogeneizar las cosas. Dejó de ser gratificante”. Y añadía que, “sobre todo en los dos o tres últimos años viví una frustración tras otra. Lo que más me molestaba era la falta de cultura de la gente que lleva el negocio. Me di cuenta de que no había ningún aprecio, interés o reconocimiento hacia todo mi trabajo de investigación; tan solo les preocupaba que el resultado fuera comercial (…). Hay gente con la que he trabajado que nunca ha entendido como funciona la moda. Dicen que aman la moda, pero jamás han entendido que esto no se trata de vender yogures o muebles, productos en el sentido más estricto de la palabra”.
Women’s Wear Daily, portavoz oficial de los entresijos de la moda, ha señalado que las relaciones entre Ghesquière y la presidenta ejecutiva de la firma, Isabelle Guichot, se torcieron en verano de 2012. “La causa de sus discrepancias no se ha aclarado”, zanjó escuetamente ayer el letrado Lévy.
Por su parte, el abogado de Ghesquière, Michel Laval, expuso que a su cliente le pilló por sorpresa el anuncio de su marcha, hecho público por Balenciaga el 5 de noviembre de 2012 sin aviso previo, tras lo que parecía uno de los desacuerdos cotidianos entre el modisto y la marca por la citación para un simple almuerzo con periodistas japoneses. Según lo firmado, se tendría que haber hecho público en algún momento de ese mismo mes en un día convenido por ambas partes. Laval especificaba que la fórmula utilizada por la maison, en lo que denominó “lógica de guerra”, había generado una rumorología negativa en detrimento de su representado. Y justificó sus declaraciones posteriores como “opiniones personales” que no pretendían criticar a la firma para la que trabajaba sino al sistema de moda en sí mismo.
Aparte de esta, queda otra disputa pendiente, planteada por Ghesquière contra Balenciaga en un tribunal de comercio. La firma se niega a entregar al diseñador unos 40.000 originales concebidos en sus tres lustros en la casa que este quiere utilizar para un libro sobre su carrera. Según el acuerdo al que llegaron en su momento, él puede tener acceso a esos archivos, pero la marca ha impugnado su derecho a explotarlos comercialmente.
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