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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Firmeza europea

La rúbrica del tratado con Ucrania y el aviso a Rusia marcan un giro en la política de Bruselas

En un mismo día la Unión Europea ha enviado dos mensajes de firmeza a Moscú, tanto a corto como a medio plazo. Por una parte, la UE —representada al más alto nivel por los jefes de Estado y Gobierno comunitarios— firmó ayer con Ucrania, Moldavia y Georgia sendos acuerdos de asociación y libre comercio que colocan a estos tres países, que hace poco más de dos décadas formaban parte de la Unión Soviética, más cerca del polo de atracción de Bruselas. Fue precisamente la ratificación frustrada de este acuerdo con Ucrania el pasado noviembre lo que generó una crisis interna en Kiev que ha derivado en el enfrentamiento más grave con Rusia desde el final de la Guerra Fría.

Y sobre este conflicto Europa ha mandado la segunda señal. Se trata del plazo —hasta el lunes— anunciado a Moscú para que dé pasos concretos en la pacificación de las milicias prorrusas que actúan en el Este de Ucrania. En caso contrario, advierten los 28, se adoptarán medidas contra Rusia en sectores como economía, defensa, energía y finanzas.

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En un momento en el que el proyecto de construcción europea es objeto de duras críticas y cuestionamientos por parte de amplios sectores en los países miembros, la firma de ayer resalta que la UE sigue representando una garantía de prosperidad y democracia para millones de personas que hasta hace pocos años sufrían empobrecedoras dictaduras. Para la Unión, la asociación con Ucrania, Moldavia y Georgia es un paso más en el proceso de inclusión europea comenzado en 1957 y la demostración de que, a pesar de los altibajos y las crisis, el plan puesto en marcha por Schumann y Adenauer sigue vivo.

Sin embargo, es insoslayable que este proceso tiene enfrente un serio escollo: como es obvio, desde Moscú el avance territorial de la UE no se percibe de la misma manera. De hecho, fue Rusia quien forzó al expresidente ucranio Viktor Yanukóvich a no firmar en 2013 el tratado culminado ayer; fue Moscú quien, una vez depuesto Yanukóvich, invadió y anexionó oficialmente parte del territorio ucranio en un hecho sin precedentes tras el final de la II Guerra Mundial. Y es Putin el que, a pesar de gestos como la desmovilización de parte de su Ejército, mantiene el apoyo a las milicias prorrusas que no respetan el alto el fuego ni aceptan el plan de paz y que ayer mismo causaron la muerte de cinco militares ucranios. Rusia tiene que asumir que la UE puede ser un rival, no un enemigo.

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