“Estar con mis hijos pesa más que cualquier película”
La actriz Nicole Kidman habla de su renacimiento personal y profesional
Nicole Kidman (1967, Hawai) es una de las actrices de Hollywood más famosas del mundo y la que mayor escrutinio público ha sufrido desde los tiempos de leyendas como Ann-Margret y Maureen O’Hara. De negro riguroso, y con unos tacones que elevan su 1,80 hasta las alturas, Kidman se sienta en su suite de un lujoso hotel de Toronto dispuesta a responder a las preguntas que sea necesario.
No hay ni rastro de relaciones públicas, ni ningún otro vigilante (en ocasiones los hay hasta reloj en mano) que amenace con cortar la entrevista si esta toma derroteros inadecuados. La actriz, de manos largas y dedos inquietos, presenta su último filme, El largo viaje, donde interpreta a la esposa de un traumatizado veterano de guerra, otra oportunidad de demostrar que es una intérprete de primer nivel. “Me encanta interpretar a personajes reales, como Patti Lomax en este caso, es un honor y una responsabilidad, pero te permite explorar tu trabajo de una forma distinta. En mi opinión, la cantidad de información a tu alcance tiene mucha importancia a la hora de preparar un papel. Es cierto que a veces eso puede abrumarte, pero si sabes lidiar con ello, la riqueza de matices puede ayudarte de una forma extraordinaria”, cuenta.
La pelirroja se hizo famosa en todo el mundo por su interpretación en Calma total (aquella película donde un psicópata tomaba al asalto el barco de una pareja en medio del océano) y saltó a los tabloides después de casarse con Tom Cruise el 24 de diciembre de 1990. Un matrimonio que duró una década y de la que la actriz no parece tener muy buen recuerdo: “Cuando eres muy joven crees que las cosas saldrán de una manera solo porque tú quieres. Lamentablemente, esto no funciona así y es muy duro tener que descubrirlo y digerirlo. En mi actual matrimonio las cosas funcionan de otra manera porque las expectativas son distintas y porque tienes la suficiente experiencia como para saber que es cosa de dos y que el esfuerzo tiene que ser mutuo” explica, abriendo mucho los ojos.
“Lo del bótox fue un error, fruto de la presión y del deseo de lucir mejor”
Desde que debutó en la pantalla grande, allá por 1983, Kidman ha tenido tiempo de (casi) todo y su talento la ha llevado a ganar premios por todo el mundo. En su haber, destacan tres nominaciones a los Oscar, y una estatuilla en el zurrón (la que ganó por Las horas, donde interpretaba a Virginia Woolf). La intérprete, cuya última nominación se remonta a 2011, está muy orgullosa de su premio: “Yo no tengo el Oscar en el baño (risas). No, en serio, es muy bonito que te digan que has hecho un buen trabajo. Es algo especial y la verdad es que tengo unos recuerdos maravillosos de aquella noche. Que además me lo dieran por interpretar a un personaje tan importante como Virginia Woolf es aún mejor: estoy muy orgullosa de ello”. Y añade: “Siempre quise ser actriz, desde muy pequeña sentí fascinación por el cine y el teatro y poder ganarme la vida de esta manera es una alegría constante. Me siento orgullosa de hacer lo que me gusta”.
A pesar de ello, la protagonista de película de culto como Moulin Rouge o Eyes wide shut, reconoce que algo ha cambiado en su vida desde que se casó con el músico Keith Urban, allá por 2006. “Ahora puedo permitirme el lujo de escoger lo que me gusta. Tengo niños pequeños [ha tenido dos hijos con el cantante de country] y trabajo por puro gusto, lo cual es un lujo. Estar con mis hijos pesa más que cualquier película así que cuando hago algo tiene que ser porque realmente me apetezca y no porque necesito hacerlo: en ese sentido soy extremadamente afortunada (sonríe). Recuerdo lo duro que era esperar junto al teléfono que alguien se dignara a llamarte o cuando ibas corriendo de una audición a otra, así que agradezco esta tranquilidad y espero que dure mucho, muchísimo”.
Al contrario que con Cruise, a la actriz no le molesta hablar de Urban, con el que parece haber encontrado cierta estabilidad: “Keith es el amor de mi vida, es un hombre bueno, un músico fantástico y el mejor padre del mundo. Puedo decir que me hace muy feliz tener a alguien así en mi vida”. Kidman también reconoce que la descendencia ha modificado sus prioridades: “Tener hijos con Keith me ha cambiado totalmente, me anima a tener una vida más sana y tranquila, a estar más en casa y a prescindir de cosas superfluas. Necesitaba esa estabilidad en mi vida, creo que todo el mundo la necesita: es difícil poder caminar sin eso”.
“Ya no tengo nada que demostrar y puedo dedicarme a disfrutar”
En 30 años de carrera, la hawaiana de nacimiento pero australiana de adopción (se trasladó allí a los 3 años) se ha cruzado con todo tipo de personajes, algunos, como el realizador Stanley Kubrick, auténticos tanques emocionales: “En mis relaciones personales no me da miedo nadie, amanso a las fieras (risas). No, de verdad, Stanley era un hombre increíble y es cierto que había mucha complejidad en lo que hacía pero si estabas focalizado en tu trabajo era alguien que con quien rodar era una experiencia extremadamente excitante. Cuando eres actor trabajas con personas de todo tipo y algunas están muy contentas de haberse conocido, pero no es el caso de Stanley: él estaba obsesionado con su trabajo y por eso —años después de su muerte— la gente sigue hablando de él y de sus películas”, explica.
Pero no solo de cine vive el hombre y durante los últimos años se ha visto en la portada de medios de comunicación de todo tipo por su afición al bótox y su intensa transformación física, muy alejada de la pizpireta Kidman de los años ochenta y —según sus detractores— un error que le ha costado expresividad y la ha restado herramientas como actriz. Esta reconoce que no todo fue bueno: “Lo del bótox fue un error, fruto de la presión y del deseo de lucir mejor: algo que les pasa a muchas actrices en Hollywood. Puedo decir que no he vuelto a usarlo y que lo que ves ahora es fruto de una vida sana, de alejarme del humo del tabaco y de dormir todas las horas que puedo: nada de cirugía” cuenta la actriz, forzando una sonrisa.
Sin embargo, y a pesar de sus críticos, Kidman vive una suerte de renacimiento profesional que se concreta en media docena de proyectos (muchos de ellos ya en posproducción) y colaboraciones con directores como Werner Herzog y actores como James Franco o Hugo Weaving. La actriz es optimista: “Creo que he llegado a un punto en mi carrera en que ya no tengo nada que demostrar y puedo dedicarme a disfrutar y aprender. ¿Que si me quedan cosas por aprender? Muchísimas, por supuesto que sí. Creo que una actriz nunca deja de sumar, de absorber… es la esencia de nuestro trabajo: tratar de ser otra persona utilizando el conocimiento que tenemos de sus emociones, sus mecanismos, su rutina. No hay nada mejor que poder ser una persona distinta cada vez que empiezas un nuevo proyecto”.
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