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El 7 de marzo de 1999 fallecía en Harpenden (Gran Bretaña) el cineasta al que muchos consideraron como el último gran demiurgo del séptimo arte: Stanley Kubrick (Nueva York, Estados Unidos, 1928), tan frío y penetrante como Hal 9000, tan metódico como el Sterling Hayden de 'Atraco perfecto', tan obsesivo como Jack Torrance buscando el centro del laberinto del hotel Overlook. Cuentan las leyendas que llevaba un control diario casi patológico de la recaudación generada por sus películas alrededor del mundo y que envidiaba de alguien como Steven Spielberg —con quien quiso colaborar en el proyecto de 'A.I. Inteligencia Artificial'— su capacidad de conectar con el gran público.

No hay película suya que no haya crecido en peso e influencia con el paso del tiempo. Nunca recibió el Oscar al mejor director, pero su filmografía alberga no pocas obras maestras, títulos que marcarían un antes y un después en la historia de sus respectivos géneros y abrirían puertas inéditas en el lenguaje del medio. Maestro del plano simétrico, arquitecto visual capaz de integrar los últimos hallazgos técnicos, Stanley Kubrick —que empezó su carrera como fotógrafo en la revista 'Look' antes de tantear al cine con sus cortos 'The Flying Padre' y 'Day of Fight' (ambos de 1951)— fue, ante todo, un creador tocado por el genio con una compleja e incisiva mirada sobre lo humano. Y, en puntuales ocasiones, también sobre lo divino (o lo inefable).

* En la imagen, Tom Cruise (i), Stanley Kubrick y Sidney Pollack (d) discuten sobre una escena de 'Eyes Wide Shut', una de las últimas fotografías de rodaje del director.
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15 años sin Kubrick

El 7 de marzo de 1999 fallecía en Gran Bretaña el cineasta al que muchos consideraron en vida un clásico

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