Refugiados, ayuda a vida o muerte
Este texto ha sido escrito en colaboración con María Sánchez-Contador.
Niñas somalíes en los campos para refugiados en Etiopía. Campamento Hartisheik.©ACNUR/ W. Stone
Alguna ayuda puede ser una cuestión de vida o muerte. Este es el caso cuando se habla de personas refugiadas y desplazadas que dejan atrás todas sus pertenencias para aterrizar en un espacio baldío en que son completamente dependientes de la ayuda externa que reciban.
Pero ¿de dónde sale esta ayuda? En general la ayuda sale de los ciudadanos del norte, a través de sus aportaciones directas a organismos y organizaciones que trabajan en los campos pero también a través de sus impuestos. Los grandes donantes públicos como los países desarrollados o estructuras como la Unión europea, son la principal fuente de financiación que tiene esta ayuda a vida o muerte de la que hablamos.
Sin embargo la ayuda humanitaria cada vez lo tiene más difícil. En España estamos a la cabeza de los recortes en este tipo de ayuda, que se ha reducido en un 70% en los últimos años. Igualmente nos afecta como ciudadanos la fragilidad de la ayuda de la Unión Europea, el mayor donante mundial de ayuda humanitaria, que proporciona más del 50% de la ayuda humanitaria en todo el mundo, a través de la Oficina Humanitaria de la Comunidad Europea (ECHO, por sus siglas en inglés).
Y mientras la ayuda pública y privada disminuye, el pasado viernes, coincidiendo con el día mundial del refugiado, la agencia de la ONU ACNUR hacia público que el número de refugiados y desplazados en el mundo ha alcanzado la cifra récord de 51,2 millones de personas, una cifra que no se daba desde la segunda guerra mundial. 51,2 millones de personas que son totalmente dependientes de la ayuda que reciben.
Sin nuestra solidaridad, como ciudadanos españoles y europeos, las personas más vulnerables, personas que huyen de los efectos de los desastres naturales, de conflictos y de situaciones en las que peligra su vida, no sobrevivirían. Pero los ciudadanos de aquí no somos muy conscientes de lo importantes que somos para esa gente. Se trata de una situación crónica que ocurre bastante lejos de nuestra vida cotidiana. Al no revertir de actualidad a lo medios no les interesa y a los ciudadanos no nos llega la información. Y así entramos en un círculo vicioso sin fin donde lo que no interesa interesa cada vez menos, sin darnos cuenta de que tenemos en nuestras manos la vida decenas de millones de personas, la mayoría mujeres y niños.
Y ¿Qué podemos hacer?, se preguntarán ustedes. Pues tenemos que mostrar interés. Tenemos que leer, comunicar, compartir y premiar los contenidos sobre refugiados. Tenemos que enterarnos y exigir a los medios que nos informen. Tenemos que informarnos sobre que hacen con nuestro dinero el gobierno de España y ECHO y exigirles que no dejen de ayudar a toda esa gente que depende de nuestro apoyo.
Refugiados podríamos ser todos. Ningún refugiado pensó jamás que acabaría viviendo en un campo. Eso es lo que nos recuerda el día mundial del refugiado. Que no se nos olvide el resto del año.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.