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ESPECIAL

Al calor de la ciudad

Los básicos de baño se contagian del espíritu deportivo y urbanita: superposiciones, múltiples tirantes, efecto rejilla

Thomas Whiteside

En septiembre de 2009, The Wall Street Journal proclamaba desde sus páginas: “La belleza clásica regresa a las pasarelas”. El reportaje aducía que, con el embiste de la recién instalada crisis, la industria acudía a rostros menos arriesgados para así vender más. “La clave ahora para los anunciantes es atraer a la gente a las tiendas”, elucubraba Ivan Bart, vicepresidente de la agencia de modelos IMG. Encabezando la noticia encontrábamos la foto de Ymre Stiekema, una holandesa de 17 años (ahora cuenta 22) convertida en la nueva musa oficial de Prada. Si lo dice Miuccia será verdad, pensó la industria en masa.

Cinco años después, tal revolución no se ha producido. El mundo de las modelos está en realidad tan polarizado que el abanico abarca desde la todopoderosa Elite hasta las antimodelos de la londinense Anti-Agency. De todo para todos en el creciente negocio global. Stiekema, que se ha convertido en una habitual de firmas como MaxMara, Louis Vuitton o Cacharel, se niega al encasillamiento. “Puedo hacer un trabajo más comercial o algo más provocador. No considero que tenga una sola cara”.

Ha solicitado acogerse al correo electrónico para responder. Ya sea por inseguridad o por timidez, cuesta entrever en sus respuestas la actitud de una solicitada modelo. Ha asumido el cambio de paradigma: hoy las que más trabajan son chicas que optan más por el anonimato que, pongamos, los escándalos de las tops de los noventa. “He hecho grandes trabajos, pero no me veo como las supermodelos”. Linda Evangelista no ponía un pie fuera de la cama por menos de 10.000 dólares. ¿Y ella? “Depende del cliente. A veces trabajas para una gran marca que no te paga mucho, pero que te compensa por la difusión que te da, y otras puedes aspirar a cobrar 10.000 dólares, pero no te compensa hacerlo porque la marca no contribuye a dar una buena imagen de ti. Por supuesto que por esa cantidad salto de la cama, pero a veces es mejor resistir la tentación”.

La suya es una historia arquetípica: un día que iba de compras con amigas la paró un booker. Su madre, profesora de Primaria, y su padre, profesor de gimnasia reconvertido en propietario de una licorería, la animaron a que acabara al menos la Secundaria. Con lo que no contaban es que, con su carrera recién despegada, se quedaría embarazada de su novio, un entrenador físico. “No es algo que planeáramos, pero decidimos seguir adelante”. Hoy es la orgullosa madre de una niña de tres años y ha logrado la proeza de retomar su trayectoria con mayor fuerza. Asegura que sigue un estilo de vida “supersaludable” y que “no paso el día contando calorías. Qué estrés. En cambio, siempre cocino sano. Nunca pensé en ser modelo. Estaba interesada en cosas más creativas, como ser peluquera o repostera. Mi secreto es sustituir el azúcar por sirope, miel o plátano. Solo como cosas que le daría a mi hija”. ¿Y ya tiene plan para el futuro? “Por supuesto: casarme con mi novio, montar un gimnasio juntos en Holanda y tener más hijos, no sabría decirte cuántos”. En definitiva, entregar su belleza supraterrenal a una cotidianeidad extrema.

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