Infancia + favelas = fútbol
Los niños de una barriada de Río de Janeiro se convierten en fotógrafos para retratar su pasión por este deporte ahora que se disputa el Mundial en Brasil
"En las favelas de Brasil, los niños juegan al fútbol todo el tiempo, por todas partes. Con balones desgastados. En solares polvorientos. Contra las paredes de las casas…". El fotógrafo Cristoph Simon describe así el espíritu que él percibió las primeras veces que pisó la favela de Cidade de Deus (Ciudad de Dios) de Río de Janeiro. La barriada, una de las más famosas de la metrópolis, es un laberinto de 700 viviendas que se metamorfosea lentamente tras la reducción de la violencia, aunque aún faltan servicios públicos como escuelas o centros de salud, ordenamiento urbano y saneamientos básicos. Desde hace un año, también es el escenario de un proyecto muy personal de este reportero que ha unido juventud, fútbol y fotografía.
Corría el 2011, Simon tenía 50 años recién cumplidos y acababa de aterrizar en la ciudad brasileña como responsable de fotografía de la reputada agencia de noticias AFP (Agence France Press). Fue al llegar a su medio siglo de vida cuando sintió el deseo de transmitir conocimientos a los más jóvenes. Aquellos primeros meses en Brasil, Simon cubrió muchas operaciones policiales para pacificar las favelas con el fin de mejorar la imagen de la ciudad antes de la celebración del Mundial de 2014 y de los Juegos Olímpicos de 2016. Cada vez que se adentraba en una, acababa conociendo a muchos chavales que se interesaban por su trabajo y por esas enormes cámaras fotográficas que llevaba colgadas de su cuerpo. "Me veía rodeado de chicos que parecían fascinados por mi trabajo, me seguían a todas partes y me hacían mil preguntas", escribía Simon en su blog.
En este contexto tomó forma un proyecto que aúna la fotografía, el entusiasmo juvenil y, cómo no, el fútbol. "En previsión del Mundial de 2014, buscaba una manera de ilustrar los orígenes de este fervor de los brasileños por el fútbol. Y, ¿qué mejor que pedir a un puñado de estos chicos de las favelas que me mostraran su pasión con su propio punto de vista?", relata el reportero.
No costó mucho trabajo arrancar: Simon se puso en contacto con Tony Barros, fotógrafo local y director de la escuela Lente dos Sonhos (La lente de los sueños) que ha forjado su carrera retratando durante años la cotidianeidad y los altibajos de una barriada que es su lugar de trabajo y, sobre todo, su hogar. Contaron el proyecto a AFP, que intermedió para conseguir que la fábrica de material fotográfico Nikon France donara diez cámaras compactas. Durante los fines de semana de los cinco meses siguientes, Barros y Simon se recorrieron la Cidade de Deus de arriba a abajo reclutando voluntarios. El éxito fue tan inesperado como arrollador.
En grupos de 10 niños con edades comprendidas entre 10 y 15 años, cada uno provisto de una cámara, los dos fotógrafos comandaron la misión de capturar imágenes cuyo tema fuese el fútbol. Previamente, los chicos recibieron lecciones teóricas sobre los fundamentos básicos del arte, como aprender a medir la luz, a buscar encuadres, no meter a ningún compañero en el campo de visión... Lo más difícil fue acostumbrarles a que no sacaran a gente posando. "Costó mucho, pero al final creo que lo logré. En dos o tres talleres ya saben como funciona la cámara. Realmente, fue un placer trabajar con ellos, siempre te escuchan y siguen tus instrucciones", indica el Simon.
Las sesiones, de unas cuatro horas diarias, comenzaban con el planteamiento de un tema concreto, y los chicos debían intentar tomar desde planos generales hasta detalles, "pero respetando la intimidad de las personas", apunta Simon. Así fueron retratando el día a día de su barrio, a sus vecinos, su familia o sus lugares favoritos.
No siempre fue fácil. Ciudad de Dios es una favela donde, aún pacificada, todavía es en ocasiones campo de batalla de policía y narcotraficantes. Protegidos tras un objetivo que les liberaba en cierto modo de las leyes no escritas de las calles que obligan a sus habitantes a mirar para otro lado, pudieron redescubrir lugares de su entorno. Esto trajo consigo alguna situación complicada, como encontrarse cara a cara con traficantes de droga desconcertados al ver a tantos niños haciendo fotos en los alrededores, pero todas fueron resueltas gracias a las habilidades diplomáticas de Tony Barros. "Nunca tuvieron miedo. No tienen mucha confianza en la policía pero no ocurre solo a los niños", asevera Simon.
Al cabo de más de cinco meses, Simon se encontró con una misión imposible: tenía más de 10.000 fotos que editar. Lo que más le gustó es que encontró imágenes que desprendían pasión y vida. "Son como los brasileños, que siempre ríen y tienen mucha alegría". recuerda. Tras un duro trabajo de selección y edición, Simon completó una serie de imágenes "encantadoras" y "cautivadoras", en sus propias palabras.
El mejor regalo para los alumnos y sus dos mentores es que el proyecto no se ha detenido ahí. Gracias a la venta de las imágenes de los chicos, disponibles en la plataforma de fotos de AFP, el proyecto continúa con un taller de fotografía más profesional para los jóvenes de las favelas hasta los Juegos Olímpicos de 2016. Ya se está realizando en colaboración con la asociación Casa Geração Vidigal, que organiza actividades gratuitas para profesionalizar a jóvenes sin recursos en el oficio de la moda y así alejarles de la exclusión y la delincuencia. "Hay algunos que realmente quieren dedicarse a esto a nivel profesional", asegura Simon. ¿Quién sabe? Quizá el próximo premio Pulitzer de fotografía salga de las calles de la Ciudad de Dios.
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