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La moda también quiere famosos

Artistas y deportistas se dejan seducir por los diseñadores a cambio de importantes sumas de dinero para que acudan a sus desfiles

Rihanna, durante el desfile de Jean Paul Gaultier, el pasado marzo, en la semana de la moda de París.
Rihanna, durante el desfile de Jean Paul Gaultier, el pasado marzo, en la semana de la moda de París.Cordon Press

Los más de 74.000 euros que cobra Rihanna o que le ofrecen a Beyoncé por sentarse en primera fila durante los más espectaculares pases de moda han levantado la polémica sobre los sobresueldos de las estrellas y las ingentes cantidades de dinero que pueden llegar a embolsarse por su cara bonita. Porque, como se dice, una imagen vale más que mil palabras. Y, para las casas de moda, la imagen de Rihanna en la semana de la moda en París vale más que todos los modelos que prestan sus cuerpos como perchas para las nuevas colecciones que desfilan sobre su pasarela. El periódico británico The Sun sorprendió la semana pasada con una información en la que aseguraba que la organización de tan importante evento pagó a la barbadiense 74.000 euros solo por ocupar unos asientos por los que normalmente hay que pagar. Las fuentes del rotativo aseguran que el caché de la actriz Chloe Sevigny, amante de la moda y del cine independiente, suele ser algo menor: 49.000 euros, 20 veces más de lo que cobró hace 15 años por la película que la puso en el mapa, Boys don’t cry.

Con estas revelaciones, la moda hace su entrada triunfal en el mundo de los patrocinios pagados, un mercado en el que Beyoncé también figura entre las más afortunadas, gracias al acuerdo que firmó como chica Pepsi: 36,6 millones de euros.

Beyoncé posa como rostro de Pepsi, el 30 de marzo de 2014.
Beyoncé posa como rostro de Pepsi, el 30 de marzo de 2014.Cordon Press

Pero no sólo las estrellas del espectáculo disfrutan de estos privilegios. Los atletas también se apuntan al pingüe mercado a la hora de hacer promoción. Así lo demuestra el apoyo que le ofreció Usain Bolt, más conocido como el hombre más rápido del mundo, a las zapatillas Puma y a otras firmas deportivas a cambio de 14,6 millones de euros anuales. Es la misma cifra que cobró Catherine Zeta-Jones por su campaña publicitaria con la compañía de telefonía T-Mobile, mientras que Brad Pitt hizo historia como el primer hombre que alquiló su rostro para la campaña de Chanel Nº5, a cambio, claro está, de cerca de cinco millones de euros. En el caso de Justin Bieber, cuando aún no se pasaba al lado oscuro, el cantante cobró nueve millones de euros por dejar su cara, y su entonces famosísimo flequillo, para la promoción de la laca de uñas OPI.

Ahora no le sería tan fácil. Dado su actual comportamiento, la estrella es el mejor ejemplo de una campaña errónea. Como asegura la revista Forbes, el apoyo de celebridades no siempre vale lo que cuesta. “Imagina que has invertido tu dinero en un plan de marketing que se centra en el amor de Bieber por los coches. Y te despiertas la mañana del 24 de enero y descubres que ha sido arrestado por conducir ebrio, resistirse a la autoridad y tener caducado el carné de conducir”, plantea el mismo artículo, como la gran pesadilla de aquellos que invierten su dinero en caras de famosos.

Por cada gran campaña existe un gran desastre. La propia Beyoncé fue duramente criticada y tildada de hipócrita tras saberse que cobraba millones de Pepsi al mismo tiempo que se apuntaba a la campaña de Michelle Obama contra la obesidad infantil. Solo hizo falta que Alicia Keys se convirtiera en la embajadora de Blackberry para que rápidamente fuera descubierto un mensaje suyo con la coletilla “enviado desde mi iPhone” (entonces, la cantante aseguró que su cuenta había sido pirateada). Tiger Woods, Lance Armstrong o Michael Phelps son otros de los grandes desastres en la historia de los patrocinios, enormes nombres del deporte con pies de barro, cuyos contratos millonarios acabaron hechos añicos (y, en algunos casos, en los tribunales) por culpa de sus infidelidades, dopaje o por haber bajado la guardia fumando marihuana en público. Por el contrario, en el caso de las Kardashian, fueron las hermanas quienes se retiraron justo a tiempo de la que se iba a denominar la tarjeta Kardashian. Se trataba de una tarjeta de crédito de Master Card destinada a la juventud y que en su día se describió como una bomba de relojería, dada la cantidad de gastos de mantención, intereses y comisiones en los que incurriría su usuario sin darse cuenta.

Usain Bolt, en una sesión de fotos de una campaña publicitaria.
Usain Bolt, en una sesión de fotos de una campaña publicitaria.Cordon Press

Kim, Khloe y Kourtney Kardashian se quedaron así sin un negocio que podría haberles otorgado entre 29 y 44 millones de euros. Pero no pareció importarles. Tras ello, se embolsaron 18.000 euros por cada una de sus apariciones, de un par de horas, en las fiestas de presentación en las que tanto el alquiler de su coche de lujo (1.400 euros) como el peinado y maquillaje (5.000 euros) fueron por cuenta de la casa. Este mismo tipo de prácticas se ha adoptado en el campo de la moda. Aquellas que no cobran por ocupar uno de los asientos de primera fila en las grandes pasarelas, también se llevan lo suyo por la cara. Lily Allen reconoció que en agradecimiento por asistir a un pase de Yves Saint Laurent en París fue invitada a darse una vuelta por las instalaciones de esta casa de moda y salió con más de 6.000 euros de regalo en bolsos, ropa y otros objetos de la firma. Gwyneth Paltrow también ha revelado en más de una ocasión que lo que más echa de menos de su carrera en el mundo del espectáculo son los regalos. Por algo será.

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