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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Indeseables

Fernández Díaz se equivoca si pretende emprender una cruzada contra algunos internautas

Josep Ramoneda

En el ambiente de conmoción por el asesinato de Isabel Carrasco, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, pasó sin solución de continuidad del luto a la consigna política. Ordenó que se investigaran algunos mensajes insultantes y ofensivos que se propagaron por Internet. Y dijo que estudiaría cómo poner límite a ciertas expresiones que incitan al odio y hacen apología del delito a través de la Red. El mensaje del ministro contenía una apelación al orden en este universo del desorden que es la Red (algo parecido a poner puertas al campo) y una insinuación de que algunos sectores pueden estar incitando al conflicto con el resentimiento y el odio, dirigida sin duda a los movimientos sociales que están en su punto de mira.

Los amigos de las teorías de los frames dirían que Jorge Fernández Díaz aprovechó la circunstancia emocional para conectar con los marcos mentales de referencia del electorado conservador. Un salto peligroso que sintoniza con el oportunismo de algunos medios que han tenido la desvergüenza de atribuir el asesinato de Isabel Carrasco al clima de crítica y desprestigio de las instituciones y de la clase política. No saquemos las cosas de quicio: el caso de la presidenta de la Diputación de León es "un crimen inútil y absurdo", como dijo el presidente Rajoy, que si no fuera por el cargo de la víctima nunca habría salido de las páginas de sucesos. Una de estas tragedias en el ámbito de las relaciones personales que ocurren, desgraciadamente, a menudo. Aprovecharlo para victimizar a los partidos institucionales o para relanzar la restauración conservadora es puro oportunismo.

Algunos medios han tenido la desvergüenza de atribuir el asesinato de Isabel Carrasco al clima de crítica y desprestigio de la clase política

El ministro del Interior tiene toda la razón cuando dice que los que celebran en Internet la muerte de Isabel Carrasco son unos indeseables. Pero se equivoca si pretende emprender una cruzada contra algunos internautas. Barbaridades como estas se escriben por millones cada día en Internet. Y esto no va a cambiar por más intervenciones correctivas que se emprendan, porque está en la naturaleza de un espacio que, sin mitificarlo como reino de la libertad como se ha hecho con cierta papanatería, tiene inevitablemente un fondo confuso, anárquico, inasible.

Claro que hay que perseguir los delitos que se cometen en la Red. Pero en el terreno de la libertad de expresión hay que aguantar muchas cosas desagradables y ofensivas porque es un bien tan preciado como delicado, que se puede echar a perder con mucha facilidad. Si el Gobierno entra por el camino de la represión de las opiniones indeseables, puede que muy pronto estemos en desacuerdo sobre lo que es indeseable y lo que no. Hoy se puede actuar para proteger el honor de una víctima, quién sabe si mañana se actuará para proteger a un político poco honorable. Se empieza actuando contra los indeseables que hicieron escarnio de un asesinato y se acaba como en Turquía o en China. Cuidado.

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