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Tribuna
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Elecciones para cambiar la UE

Con el voto, otra Europa es posible, y también otra España de corte federal

La grave crisis económica, el paro masivo, la carencia de ideales, el futuro incierto y la debilidad política e institucional de España lleva a muchos catalanes a concebir en una Cataluña independiente la tierra prometida. El problema es político, coyuntural y peligroso, por lo que requiere una urgente solución.

El tan mentado derecho a decidir es una falacia que encubre el derecho a la autodeterminación y la posible secesión, no aceptados por el derecho internacional en una democracia. Y los argumentos históricos sobre los que se fundamenta la secesión podrían cuestionarse, al ser fruto de leyendas medievales manipuladas por románticos nacionalistas del XIX, cuando no falsedades, al afirmar que la guerra de Sucesión española, conflicto internacional por el dominio de Europa, fue una lucha por las libertades y la afirmación de la nación catalana. Sin legitimidades jurídicas e históricas, la secesión tiene la fuerza del nacional pujolismo que pacientemente trabajó durante 35 años de gobierno para preparar a los catalanes y así fomentar su identidad desvinculándola del resto de España. El gobierno actual de la Generalitat, cautivo de Esquerra Republicana que está a su vez cautiva de la Asamblea Nacional de Catalunya, puede forzar al Parlamento catalán a una declaración unilateral de independencia que, a su vez, obligaría al Gobierno español a suspender temporalmente su autonomía. ¿Se repetirán los hechos de octubre del 34 o será más grave: la ucranización de Cataluña convertida en Campo de Agramante?

La España invertebrada, luego de sufrir durante 40 años una de las dictaduras más crueles de los últimos tiempos y de gozar durante 30 años del periodo más próspero, feliz y libre de su historia, no ha podido resistir esta crisis acompañada de la corrupción generalizada de las instituciones del Estado. Y puede romperse.

La secesión de Cataluña acarrearía para el Principado aislamiento, privaciones y lágrimas, al menos en los primeros tiempos. Esta situación alimentada por las políticas del gobierno del Partido Popular para España sería el no ser. Y además irreversible, por el efecto dominó en Euskadi y quizás en Galicia. De ello debemos tomar conciencia y actuar en consecuencia.

La globalización mal entendida, deshumanizada, impone un capitalismo salvaje muy siglo XIX

Por vez primera en las próximas elecciones europeas, las cabezas que gobernarán la Unión serán elegidas por los partidos ganadores, y no por los Estados. Debemos asumir la importancia de estos comicios dado el poder de Europa en la resolución de los problemas económicos vitales que afectan a sus ciudadanos. Aunque es comprensible la indignación hacia esa Europa burocrática del capital y las desigualdades sociales, heredera del mercantilismo sin piedad de Thatcher y Reagan, que dinamita el Estado de bienestar, traicionando sus principios fundacionales basados en la social democracia. Es el momento pues de intentar con el voto salir del atolladero.

La globalización mal entendida, deshumanizada, impone un capitalismo salvaje muy siglo XIX, y en Europa, la Alemania renana, europeísta y pacífica, se convierte con la unificación en la dominadora Europa alemana: el IV Reich, esta vez económico. Aunque existen partidos minoritarios, podemos considerar al Parlamento Europeo dividido en dos bloques: la izquierda formada por los socialdemócratas, izquierda unitaria y los verdes, frente a la derecha con los populares, conservadores y liberales El voto de castigo a los populares por tanta miseria causada a los ciudadanos del continente, debiera reflejarse en estas elecciones. Más aún a los populares españoles y convergentes catalanes que impulsaron, conjuntamente, los trágicos recortes, y sobre todo por su enrocamiento nacionalista que está conduciendo a España hacia el abismo.

La liza, salvo sorpresas, está entre populares y socialdemócratas, por lo que tendría que primar el voto útil para cambiar las cosas. Votar a los populares es más de lo mismo. Su candidato, el luxemburgués Jean Claude Juncker, eterno primer ministro de su país que tuvo que dimitir por un escándalo financiero, es el elegido por Angela Merkel. Con esto está dicho todo. El cabeza de lista de los populares españoles, Miguel Arias Cañete, pertenece como el luxemburgués al mundo de los negocios y el dinero. Mientras que la socialdemocracia aporta por indicación de los sindicatos, en particular alemanes, un segundo Plan Marshall para Europa con acento en el Sur que relanzaría el crédito, primer remedio contra el paro. Su candidato, el alemán Martin Schulz, antiguo librero y europeísta convencido, está relacionado con el mundo del trabajo y la cultura. La española, Elena Valenciano, socialista de base con experiencia y prestigio en Europa se considera la mano izquierda de Rubalcaba. El socialismo español lleva en su programa, a instancias del socialismo catalán, una Constitución Federal para España, única manera de vertebrarla, poniendo punto final a nuevas reivindicaciones territoriales. Y así acabar felizmente con el periodo constituyente iniciado en el 78.

Estas elecciones pueden y deben cambiar la Unión Europea. Con el voto, otra Europa es posible, y también otra España: la federal.

Conde de Sert es miembro de Federalistes d’Esquerres.

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