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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Duelo de presidentes

Cerezo y Pérez, una interesante rivalidad: a ver quién contrata con más estilo, mantiene mejor el control y lucha por hacerse con el trofeo del macho alfa

Boris Izaguirre
Enrique Cerezo y Florentino Pérez, en una comida de las directivas del Atlético de Madrid y el Real Madrid, en 2011.
Enrique Cerezo y Florentino Pérez, en una comida de las directivas del Atlético de Madrid y el Real Madrid, en 2011.DIARIO AS

Es apasionante la situación creada entre los presidentes Enrique Cerezo, del Atlético de Madrid, y Florentino Pérez, del Real Madrid. Ambos son hombres de edad y estatura similar, Cerezo con un abundantísimo cabello exquisitamente bien domado y Florentino con una leve calva llevada con deportividad. Los dos son piscis, como Rihanna, un signo muy sociable. Aquellos que saben de horóscopos aseguran que los piscis son dulces, pero con personalidad compleja, y, atención, un humor muy voluble. Su comportamiento puede ser difícil de entender (como cuando Florentino abandonó la presidencia y, tras unas elecciones muy alborotadas, regresó). La realidad que plantea una Champions definida por los dos equipos madrileños ha convertido a estos dos peces gordos en auténticos rivales.

Florentino es el paradigma del empresario español que todo lo hace a lo grande. Millones antes de la burbuja inmobiliaria, millones también después de su estallido. Cerezo es un caballero más discreto, casi no se le conoce otra ostentación mas allá de pasear su yate y su pelazo por Ibiza en verano con su familia y amigos muy próximos. Mientras Florentino construye rascacielos y firma contratos millonarios, Cerezo, en su rol como productor cinematográfico, intenta mediar con el Gobierno y la industria para acabar con la piratería. Uno se las ha visto con los egos caprichosos de infinidad de estrellas, el otro ha convertido a jugadores en divas galácticas y a sus edificios en vedettes del paisaje. Cerezo se arregla como un jefe de estudio hollywoodense; Florentino, a veces, como un alcalde neoyorquino. Generalmente se han visto uno al otro como amables contrincantes. Ahora el partido ha cambiado.

El Real Madrid sigue siendo ese club que lo define todo en la escena futbolística, sus jugadores más caros como Bale y Ronaldo terminaron temporada demostrando lo que valen. Pero ha sido el ascenso irresistible del Atlético, ese rudo club de barrio, eterno perdedor, lo que ha generado un fenómeno que convierte a Simeone en santo y que nos sirve para juguetear con la apariencia de estos dos empresarios. Cerezo mantiene un trato directo y distante, sabe ofrecer un aspecto casi paternal. Parece bueno, aunque su rol pueda convertirlo en ogro. Florentino es más torvo, no le importa vestir gabardina hasta el 40 de mayo, siempre escoge la jugada más complicada cuando tiene que asumir liderazgo en su club y llega el último cuando las crisis arrecian. Es un juego más de salón. Cerezo asiste a estrenos teatrales, se planta en Miami para ferias de televisión viajando sin dormir para no estropear su peinado. Florentino jamás aparece en cosas que no tengan que ver con el balón, el ladrillo o el entorno del poder, como cuando acude con otros empresarios a conversar con el presidente del Gobierno sobre “el clima de inestabilidad” o la recuperación económica.

Todo eso puede cambiar. Por vez primera, los jugadores del Atlético no solo recibirán buenas primas, sino que se pondrán en el panorama internacional, y si ganan la Champions, serán las nuevas estrellas, con sus fotos en bañador adornando el Cuore de verano, Costa o Mario Suárez convertidos en los nuevos Ronaldo. Como si Cerezo se hubiera percatado de que su equipo también puede ser un rentable peliculón copiando la idea a Florentino, que despidió a Del Bosque porque afeaba su plantilla. Una interesantísima rivalidad: ver cuál contrata con más estilo, cuál mantiene mejor demostración de control y lucha por hacerse con el trofeo del macho alfa: quien es el champion.

Así como Cerezo y Florentino son la nueva parejita mediática, otras se rompen. Lo de la actriz Julie Gayet con el presidente Hollande recuerda a El príncipe y la corista, la célebre película de Marilyn Monroe. Es la constatación de que esas novias jóvenes pueden ser más volátiles que el humor de los piscis. Resulta que Gayet no se ve llevando adelante las actuaciones de primera dama, dejando el nido vacío. El Elíseo ha pasado de tener dos primeras damas a ninguna en tiempo récord. Apena que Gayet no quiera apuntarse a la tendencia de superwoman, porque, aunque a no todas les apetece, es un papel que me entusiasma y que tan bien ha interpretado Carla Bruni, capaz de ser modelo, vampiresa, primera dama liberal, madre y cantante, y todo el tiempo verse francamente bien, incluso disfrutándolo.

Mientras en Londres la novia del príncipe Harry, Cressida, crecía de repente dándole portazo a su relación, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, se venía arriba sentenciando que “en su puta vida había cobrado un sobre”. Ese fue el pistoletazo de salida, el grito de guerra, de los populares ante las elecciones europeas, que sin embargo tendrán que explicar al resto de europeos qué consideran un “sobre” y qué califican de “puta”. Ver a toda una vicepresidenta sentenciando su vida con una palabrota, sucumbiendo a una de las peores demostraciones de machismo que es transformar a una mujer en garrula creyendo que eso da apariencia de poder, no gusta. Hablando como se supone que lo hacen los empresarios del ladrillo o los productores de cine que ahora, por el contrario, prefieren comportarse como las nuevas estrellas del palco.

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