¡Ocúpense de Sudán del Sur!
No hay nada fácil en la relación de los medios de comunicación con las emergencias humanitarias. La mayor parte de ellos llegan tarde a las tragedias, las cubren de un modo superficial, prejuiciado y pobremente informado, y las abandonan tan pronto como dejan de tener tirón para su público. Si hay suerte, una ONG les habrá invitado antes para conocer el problema, pero es difícil que lleguen a deshacerse de su enfoque paracaidista. Un accidente aparatoso –como el que se produjo hace unos días en Corea del Sur- multiplica el número de páginas y minutos que merece una crisis alimentaria africana, que se larva y se desata con una lentitud difícilmente atractiva para el ciclo de noticias online de 24 horas.
El problema es que, a diferencia de un accidente, buena parte de las tragedias humanitarias son predecibles, y por lo tanto evitables. Que los medios decidan interesarse por ellas en un momento anterior o posterior del proceso puede determinar su resultado. Ahora que se cumplen 20 años del genocidio de Ruanda merece la pena recordar el modo en el que gran parte de los medios occidentales ignoraron durante semanas las alarmantes señales que procedían de la región y que anunciaban un conflicto sin precedentes. El hecho de que las Naciones Unidas y gobiernos como el de Francia alimentasen esta omisión no justifica absolutamente nada: ¿acaso recibe este diario una invitación del Partido Popular o del PSOE para investigar sus vergüenzas y corruptelas?
El penúltimo acto de este drama se está representando bajo nuestras mismísimas narices en Sudán del Sur. Como hemos destacado a lo largo de esta semana en @3500M, las agencias humanitarias repiten a quien les quiera escuchar que el país más joven del planeta se dirige a zancadas hacia una crisis alimentaria y, posiblemente, un conflicto militar de grandes proporciones. Los números son mareantes: hostigados por la violencia, los sursudaneses huyen del país a un ritmo de 2.000 personas diarias, la mayor parte hacia ‘balnearios’ como Etiopía o el norte de Uganda. ACNUR calcula que en los próximos meses la cifra podría alcanzar un total cercano a las 350.000 personas. Son en su mayoría mujeres, niños y ancianos devastados por el viaje y debilitados por la escasez de alimentos con la que han tenido que lidiar durante semanas. La crisis alimentaria interna amenaza a 3,7 millones de personas, incluyendo los 709.000 desplazados internos que ya han tenido que abandonar sus hogares.
Ante esta situación, los medios españoles tienen dos opciones. La primera es continuar como hasta ahora, haciendo incursiones puntuales y de pie de página par en este asunto, caricaturizándolo como otra lucha tribal entre negros (me gustaría saber qué tendrían que decir ellos de los conflictos tribales entre España y Cataluña) y llevándose las manos a la cabeza cuando las madres y sus hijos empiecen a caer como chinches en los campos de refugiados que nuestra solidaridad financia de forma tan generosa.
La otra opción es tratar esta crisis al menos con la misma seriedad con la que se está cubriendo el conflicto de Ucrania, al que analistas y enviados especiales dedican cada día –con razón- lo mejor de sus capacidades. Sudán del Sur es otro de esos complejos entramados de recursos naturales, intereses propios e injerencias ajenas cuyas ramificaciones afectan a una región de alto valor estratégico para Europa, si es que el argumento humanitario no toca sus corazoncitos. Así que hablen de él:les sorprendería el modo en el que el tratamiento de un asunto en un medio de prestigio puede poner patas arriba las prioridades de nuestros próceres. Gracias a secciones comoPlaneta Futuroo el Desalambre algunos medios se lo están tomando en serio, pero es insuficiente. Se admite incluso la referencia apresurada del tertuliano de turno, entre medias de la crisis nuclear de Japón y las elecciones europeas. Casi todo vale, con tal de frenar esta locura organizada de la que nos lamentaremos amargamente en pocas semanas. ¡Ocúpense de Sudán del Sur!
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