Ir a misa
Estos días, con la cercanía de las elecciones, se habla mucho del “papel” de Europa
El reparto de la masa muscular, aun siendo injusto, es más equitativo que el de la monetaria. De hecho, hay pobres con más masa muscular que algunos ricos. Todo ello, con las excepciones que sea preciso señalar: las de los niños sin bíceps, las de los viejos sin tríceps, las de las mujeres y los hombres sin cuádriceps. Hay lugares en el mundo en los que predomina la masa ósea sobre la masa muscular, no lo ignoramos. Pese a esta dominancia esquelética, apreciable en determinados lugares, la masa muscular, insistimos, está más o menos promediada. La monetaria, no.
La masa monetaria, sin masa ósea, no es nada. En economía, la masa ósea es el consenso. Lo que hace al dólar más fuerte que otras monedas es que la mayoría de la gente cree religiosamente en él. Si el mundo, de la noche a la mañana, cambiara de religión, EE UU desaparecería como potencia en 24 horas. Hubo un tiempo en el que el papel moneda estaba respaldado por un bien material (el oro) muy incómodo de llevar encima. Ahora, detrás del papel moneda solo hay una fe tan irracional como la fe en Dios. Hay fe y hay deuda. La deuda, no sé, son los vasos linfáticos a través de los cuales se propagan las células cancerígenas de la confianza en la masa monetaria.
Estos días, con la cercanía de las elecciones, se habla mucho del “papel” de Europa. El papel, una vez más. Un papel, como el papel moneda, detrás del que solo hay una fe puesta de manifiesto en las homilías, más que en los discursos, de los candidatos. El valor de Europa es también el de la confianza, una confianza que nos está dejando sin masa muscular, en los huesos. Quienes hablan de la importancia de Europa, hablan de la importancia de un papel sin otro respaldo que el de la fe del carbonero. Los banqueros son los sacerdotes que la administran. Y quieren que vayamos a misa, claro. ¿Iremos?
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