Grandes enigmas de la respiración
Hoy: palabras que pesan
Entre las acepciones del adjetivo pesado y del adverbio pesadamente no encontramos en el DRAE ninguna referida a la respiración. Y, sin embargo, llevamos toda la vida leyendo en las novelas y otras partes que alguien tiene una respiración pesada o que respira pesadamente. Hay, en las acepciones del adjetivo, algunas referidas al sueño (“intenso, profundo”), al tiempo o a la atmósfera (“bochornoso”), a la cabeza (“aturdido”) y tres sin especificar a qué se aplican (“que pesa mucho”, “obeso”, “tardo o muy lento”), aunque entre estas últimas sospechamos que la de “tardo o muy lento” debe de referirse a movimientos.
Uno tiende a relacionar la respiración con el sueño (tal vez porque en ese estado la respiración es notable para el observador), por lo que se pregunta si ese “intenso, profundo” no es lo que cabe considerar cuando intenta entender el significado de respiración pesada en los textos. Le parece que “respiración intensa” o “profunda” tiene sentido y es verosímil.
Uno, también, en un exceso de confianza, daba por hecho que estas expresiones eran calcos tremendos y recientes del inglés (heavy breath); pero ha descubierto que la cosa no está tan clara. En la base de datos de la RAE el primer testimonio de respiración pesada es de 1951, del chileno Manuel Rojas, y está, en efecto, ligado al sueño:
Entre las acepciones del adjetivo ‘pesado’ hay algunas referidas al sueño y otras, al tiempo o a la atmósfera
“Oí cerca de mí una respiración pesada y regular: un hombre, seguramente tendido en el suelo, [… ] se entregaba al sueño” (Manuel Rojas, Hijo de ladrón (1951), Cátedra, Madrid, 2001, p. 192).
La primera documentación de respirar pesadamente, en la misma base de datos, es de 1960, del cubano Matías Montes Huidobro, y está también ligada al sueño:
“Caridad respiraba pesadamente y a eso de las tres comenzó a gritar. Tenía una pesadilla” (Matías Montes Huidobro, La sal de los muertos (1960), Escelicer, Madrid, 1970, p. 177).
Pero uno, en sus pesquisas, ha encontrado usos bastante anteriores, de principios del siglo XX, y, como preveía, en traducciones. Sin embargo, al contrario de lo que preveía, no en traducciones del inglés, sino del ruso. Primera sorpresa.
“Según parecía, el piano era bastante pesado, porque la madera sobre la cual fue colocada crujió y los trabajadores respiraron pesadamente” (Vladímir G. Korolenko, El músico ciego (1886), L. González y Cía., Barcelona, 1902, no consta traductor, p. 31).
“Parecía que el barco respiraba pesadamente como un monstruo” (Aleksandr I. Kuprín, Hacia la gloria, Calpe, Madrid, 1919, trad. de Tatiana Enco de Valero, p. 86).
En los primeros testimonios, el significado se refiere al tipo de respiración que se observa cuando uno duerme
Consultamos a nuestro amigo el eslavista y traductor Fernando Otero y nos confirma que en ruso existe un adjetivo, tiazholy (con su correspondiente adverbio tiazheló), que es muy frecuente y, ay, muy polisémico, y que, en efecto, se aplica a la respiración. Es parecido al inglés heavy y también –pero mucho menos, como nos gustaría acabar demostrando– al español pesado.
Volvamos ahora al significado, que es lo que aquí nos trae de cabeza. De los primeros testimonios escritos en español, el de Manuel Rojas se refiere claramente al tipo de respiración que se observa cuando uno duerme: regular, acompasada, sonora, profunda, lenta. El de Matías Montes Huidobro, también en las circunstancias del sueño, parece, sin embargo, anteceder a una pesadilla: quizá –solo quizá– aquí la respiración pesada, si bien igualmente sonora, no sea tan regular ni tan profunda ni tan lenta, sino más bien lo contrario. Y fijémonos luego en los ejemplos “rusos”: uno de ellos, como es una imagen, no nos atrevemos a certificar qué significa, pero se podría aventurar que los barcos y los monstruos, si respiran pesadamente, será por similitud a la respiración de un sueño profundo. No sabemos. Pero en el otro ejemplo, ay, unos trabajadores cargan con un piano que pesa mucho y el tipo de respiración que acompaña a este esfuerzo uno la imagina más bien trabajosa, acelerada, entrecortada, irregular. Algo así como un jadeo.
Entonces ¿en qué quedamos? ¿Es rápida o lenta la respiración pesada? ¿Agitada o calmada? ¿Su sonoridad es la de un jadeo o la de un suspiro? ¡No nos asustemos! Parece que en inglés ocurre lo mismo. Veamos estos dos ejemplos de traducciones:
“… un leve ruido […], seguido de una respiración pesada. […] Luego vi a mi padre tendido en el suelo […], como si hubiesen tirado su cuerpo. Debajo de él había un pequeño charco de sangre” (Bram Stoker, La joya de las siete estrellas (1903), Montesinos, Barcelona, 1987, trad. de Javier Gómez Mompou, p. 18).
“Podía oír la respiración pesada y desigual de la criatura. Parecía que llevara un gran peso, con gran esfuerzo, mientras ascendía una larga colina. […] La respiración se detenía, se ahogaba, volvía a empezar con un esfuerzo terrible” (Graham Greene, El revés de la trama (1948), Andrés Bello, Santiago de Chile, 1991, no consta traductor, p. 150).
El traductor ha pensado sin duda que ‘pesada’ ya incorporaba la lentitud y que no era necesario recalcarla
El primer pasaje traduce slow, heavy breathing: el traductor se ha comido el slow (‘lento’) pero es significativo que lo haya hecho, porque sin duda ha pensado que pesada ya incorporaba la lentitud y no era necesario recalcarla (al fin y al cabo estamos hablando de un moribundo). El segundo traduce heavy uneven breathing y ahí está claramente manifestada la irregularidad (uneven); por si fuera poco, las líneas siguientes describen muy bien de qué clase de respiración dramática se trata.
¿Pueden el ruso tiazholy, el inglés heavy y el español pesado tener, al aplicarse a la respiración, significados contrarios que solo el contexto permite descifrar? ¿No se trata de un caso claro de malos tratos, de explotación abusiva del contexto? ¿Puede un adjetivo –un idioma– permitirse semejante inducción a la confusión en un uso ya especializado? ¿Por qué se especializa entonces dicho uso, si al final no va a ser capaz de distinguir una respiración de otra? Es como si, por ejemplo, sueño pesado pudiera significar a la vez sueño ‘profundo’ y sueño ‘ligero’.
Si no estamos seguros de que lo que queremos expresar quede bien expresado y sea inteligible, ¿por qué insistimos en semejantes ambivalencias? (Cierto es que en la lengua no faltan casos: “Yo le alquilo el piso a Bernardo” puede significar tanto que yo soy el dueño del piso y se lo alquilo a Bernardo como que es Bernardo el dueño del piso y me lo alquila a mí.) Fijémonos, por otro lado, en que, de todos los rasgos de significado en español, estos dos pesados aplicados a la respiración solo comparten uno: la sonoridad. ¿Y si realmente no hubiera oposición entre ellos y significaran simplemente ‘sonoro’? ¿Y si hoy, al cabo del tiempo –afrontemos con valentía la catástrofe–, no significaran nada?
Llevamos toda la vida en este sinvivir.
Si no estamos seguros de lo que queremos expresar, ¿por qué insistimos en semejantes ambivalencias?
Ha habido momentos, en nuestra paciente búsqueda de casos, en que hemos creído que, en español, cuando alguien respiraba pesadamente, lo hacía de un modo u otro según se tratara de un original o de una traducción. Pues en las traducciones, ciertamente, suele predominar el aspecto esforzado y agónico:
“Rickards respiraba pesadamente, como si hubiera venido corriendo” (P. D. James, Intrigas y deseos, Javier Vergara, Buenos Aires, 1991, trad. de César Aira, p. 171).
“Mi promotor se atragantaba y respiraba pesadamente” (Lauren Lawrence, La llave de los sueños, Edaf, Madrid, 2001, trad. de Raquel Torrent, p. 81).
“La respiración se hace entonces pesada y dificultosa, y con esa respiración pesada, ¿cómo esperamos que pueda fluir la energía pránica?” (B. K. S. Iyengar, La esencia del yoga IV, Kairós, Barcelona, 2001, trad. de Elsa Gómez, p. 184).
En cambio, en los textos originales en español, parecía predominar lo contrario, la respiración pausada y profunda:
“La vería como el médico a la criatura que duerme, que respira pesadamente” (Eduardo Mallea, Simbad, Sudamericana, Buenos Aires, 1957, p. 560).
“Paula resoplaba por las noches. No era que roncase, sino que a veces respiraba pesadamente. Sonoramente” (Rosa Montero, Amado amo, Debate, Madrid, 1988, p. 108).
“Santiago dormido boca abajo […]. Su respiración pesada y su inmovilidad casi continua, idéntica a la muerte” (Arturo Pérez Reverte, La reina del Sur, Alfaguara, Madrid, 2002, pp. 113-114).
Sin embargo, cuando ya nos las prometíamos felices con esta conclusión, que le daba a cada idioma lo suyo, vamos y nos encontramos con este otro paquete hispánico:
¡Resulta que en español, da igual que duermas como una criatura o como un muerto!
“Otra vez se sumergió en un delgado sueño y ahora ocurrió que le estaban sumergiendo en agua helada, transparente, y se estaba ahogando. Respiraba pesadamente. Se moría” (Pablo García, Jinete en la lluvia, Andrés Bello, Santiago de Chile, 1983, p. 66).
“Oyó la respiración pesada, sorda, de la señora que estaba detrás del biombo. Era una respiración ronca, como si tuviera una máquina encima del pecho” (Montserrat Roig, “El canto de la juventud”, El País, 5/IV/88).
“La respiración se hace muy pesada, los alpinistas no cesan de toser y se palpa la extrema dureza de la altitud” (“Misión imposible, en el Annapurna”, La Vanguardia, 6/10/12).
“Necesitará […] una botella de spray con agua fría para rociar ligeramente la cara y el cuerpo si nota que su Bulldog inglés está jadeando o respira pesadamente» (web Cachorros de Bulldog inglés).
¡Todas las esperanzas al traste! ¡Resulta que en español, da igual que duermas como una criatura o como un muerto, que subas al Annapurna casi sin oxígeno o jadees como un bulldog! ¡En todos los casos respiras pesadamente! ¡E incluso puede tratarse de una respiración sorda!
Y ¿qué decir cuando nos adentramos en el proceloso mundo de las metáforas?
“El bosque respira pesadamente. Parece que me pesa en las espaldas” (José Luis Martín Vigil, Cierto olor a podrido (1962), Juventud, Barcelona, 1965, p. 96).
“El caserón sórdido, con múltiples agujeros y cuarteaduras, respiraba pesadamente por las ventanas enrejadas” (Manuel Andújar, Vísperas: trilogía, Ed. Andorra, Andorra, 1970, p. 462).
“Fuera, el viento agitaba los árboles y el océano respiraba pesadamente en la cala” (Kate Morton, El jardín olvidado, Suma de Letras, Madrid, 2010, trad. de Carlos Schroeder, p. 380).
Bosques, caserones, océanos… todos ellos respirando pesadamente. Claudicamos. Así como con otras fluctuaciones del aire que nos han salido de camino (más por América que por España), no menos misteriosas:
“Te ruego que no me des excusas –dijo Marta, con voz pesada” (Estela Canto, Ronda nocturna, Emecé, Buenos Aires, 1980, p. 122).
“… los ojos turbios y el aliento pesado, con un vaso en la mano” (Isabel Allende, La casa de los espíritus (1982), Plaza y Janés, Barcelona, 1995, p. 32).
“… seguido de un suspiro pesado, apenas unos segundos: yo sé que él se masturbaba...” (Carlos Fuentes, Gringo viejo (1985), Leer-e, Pamplona, 2013, Google Libros).
“… el aroma pesado de los cirios amarillos” (César Vidal, Artorius (2006), DeBolsillo, Barcelona, 2011, Google Libros).
“… con un bostezo pesado en el que el coñac tenía algo de culpa” (Jorge Eduardo Benavides, La noche de Morgana, Alfaguara, Madrid, 2005, p. 20).
El bostezo pesado nos ha dejado exhaustos. Nos vamos a dormir. Cuando despertemos seguiremos con otras cosas que pesan.
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