Espías de sucursal
Enviar a los bancos inspectores disfrazados de clientes sólo sirve para tener información, no para abrir expedientes
Ávida por inventar la pólvora, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), el regulador financiero que tan pocos fraudes ha evitado en los últimos años, ha descubierto el procedimiento mistery shopping. Consiste en enviar inspectores de la Comisión a las sucursales de los bancos para que, haciéndose pasar por clientes, descubran las infracciones o delitos en la venta de productos financieros. El invento es tan viejo que durante decenios lo practicaban los periodistas de investigación; y ya está en activo, desde hace años, en otros países europeos. En Reino Unido, Holanda y Francia, sin ir más lejos. ¿Funciona? Pues sí, pero en razón inversamente proporcional al tiempo de funcionamiento. Al principio se obtienen resultados, es decir, se extrae información útil, pero después los bancos reaccionan desarrollando sistemas de contraespionaje que tienden a anular la efectividad del sistema. Lo más probable es que el mistery shopping acabe diluyéndose en una práctica inocua más.
Quienes corren para inventar la pólvora suelen empeorar el producto. ¿Qué grado de legalidad tiene un informe elaborado por un James Bond circunstancial de la CNMV? ¿Puede sustentarse sobre sus informaciones un expediente administrativo contra una entidad bancaria? En Europa el método es meramente informativo; permite al regulador tomar decisiones normativas para corregir los defectos encontrados. Se aproxima a una comprobación estadística. Si la CNMV opta por esta orientación, el mistery shopping tendrá una utilidad relativa; si lo que pretende, por el contrario, es montar expedientes sancionadores —algo que probablemente requiere un cambio en la Ley del Mercado de Valores—, gastará inútilmente la herramienta.
La CNMV dispone de una panoplia legal limitada y unos recursos humanos y tecnológicos quizá escasos; pero todavía no ha agotado sus posibilidades. Encontrará más eficacia y respeto en el uso implacable de la inspección tradicional. Es más arduo y tiene menos glamour. Consiste en escritos, informes, declaraciones y acumulación de pruebas. Disfrace a sus inspectores de clientes si le place, pero no espere así evitar casos como el de las preferentes.
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