En el décimo aniversario del 11-M
Tengo amigos que son muy cabezotas, unos de derechas y otros de izquierdas. Son de ese tipo de personas a las que, cuando una cosa se les mete en la cabeza, no hay forma de que rectifiquen. Por muchas razones que aportes, su verdad es “la verdad”.
Tras leer EL PAÍS del 9 de marzo les he puesto un correo diciéndoles que lean todas las noticias sobre el 11-M, así como el editorial de ese día. Si me hacen caso, espero que por una vez rectifiquen. Unos al leer que el mayor “urdidor” de la teoría de la conspiración sobre los atentados de Atocha acaba de reconocer que “probablemente” ETA no estuvo implicada. Otros lo harán cuando lean que, tras informes aparecidos, se puede afirmar que el atentado fue decidido mucho antes de que España aprobara la invasión de Irak, y que la fecha del atentado fue fijada antes de la convocatoria de elecciones, luego no estaba previsto alterar la votación. Tampoco procede mantener la acusación de que José María Aznar es responsable indirecto de la tragedia.— Pedro Morante Gutiérrez. Elche, Alicante.
Hace 10 años. Qué terrible para las familias, los amigos, para todos, pero sobre todo para los que perdieron padres, hijos, hermanos, amigos.
Y qué pena también de país, porque ha habido otras víctimas, colaterales, víctimas de la insidia y de los intereses politicos.
Cuando ocurrieron los terribles atentados de las Torres Gemelas, todos los ciudadanos de Estados Unidos se unieron. Spain is different, pero no siempre para bien.— Ana Isabel Arambilet Merino. Barcelona.
Un zumbido retumba en nuestras cabezas haciendo frente al inexorable paso del tiempo, los lamentos y los llantos se compaginan con el olvido, un imposible olvido. Diez años han pasado desde los atentados de Atocha y la rabia permanece clavada en los huesos de un pueblo, la incomprensión de tal inmensurable maldad que se llevó consigo 191 almas.
A pesar de este dolor, parece mentira cómo algunos han seguido utilizando esta tragedia con unos míseros fines políticos, en vez de apoyar a esas devastadas víctimas que vieron cómo en ese 11 de marzo su corazón se resquebrajaba al perder a hijos, esposas, padres. Esa mañana quedará grabada en la mente de varias generaciones que vieron cómo una decisión ajena a su voluntad provocó una gran ola de dolor y desolación que aún, hoy día, persiste.— Alberto Briones Herranz. Alcorcón, Madrid.
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