Ellas tampoco cuentan
Imagínate que eres una mujer —o mejor, una escritora. Y que como escritora eres invitada a una mesa de escritoras para hablar del proceso creativo. Y que como mujer eres invitada a una mesa de mujeres. Para hablar de literatura, imagínate. Imagínate que eres literatura, y que como literatura estás en boca de los hombres, en las manos de las mujeres, entre los libros, entre los dientes. Imagínate que eres la sociedad y que necesitas justificar una mesa de literatura y que la literatura no basta pero tampoco la mujer, la escritora, basta.
Ahora imagínate que Cristina Morales (Granada, 1985) es escritora y está hablando en una mesa redonda, una Mesa de autoras, con un subtítulo y que ese subtítulo es 'Ellas también cuentan'. ¿Qué quiere decir también? Quiere decir que además de los hombres, las mujeres también escriben —son capaces. Cristina Morales es, imagínate, un personaje de ficción de la novela Los combatientes (Caballo de Troya, 2013), y como personaje, pero también como mujer y sobre todo como escritora, está intentando que en una mesa de literatura con un nombre poco literario no se hable ni de cuentos ni de libros ni de escritoras —se hable de mujeres, se hable de ese «también» tan molesto. Porque aunque es un también a priori inclusivo, a priori positivo, Cristina Morales va más allá.
"No puedo hablar de la forma en la que abordo la escritura sin antes dilucidar la naturaleza de esta mesa. En primer lugar su necesidad, en segundo lugar su oportunidad, en tercer lugar y por último su denominación. Uno, ¿hace falta reunir a tres mujeres para que hablen específicamente como mujeres sobre relato? Dos, ¿es oportuno convocar una mesa formada sólo por mujeres y moderada por un hombre cuando hace dos días esta misma feria acogió otra mesa sobre relato formada sólo por hombres y moderada también por un hombre? Tres, ¿por qué la mesa de hace dos días se llamaba 'Mesa de autores' y la presente se llama 'Mesa de escritoras', subtítulo, 'Ellas también cuentan'? ¿Por qué la denominación de la mesa de mujeres lleva subtítulo y la de hombres no? ¿Esta segregaciónresponde a una elemental clasificación sociológica como es el sexo, igual que se habría podido seguir otro criterio como el económico, estableciendo, en su caso, una 'Mesa de autores con ingresos inferiores a 20.000 euros al añ'o y otra 'Mesa de autores con ingresos superiores a 20.000 euros al año', es decir, que esta mesa tiene aspiraciones estadísticas? ¿O responde esta segregación a una política de discriminación positiva porque en una única mesa formada por hombres y mujeres ellas no serían capaces de hacerse oír alquedar a la sombra del predominio de ellos? ¿O todo lo contrario, y esta mesa lo que pretende es romper una lanza a favor de lo políticamente incorrecto, tan censurado en nuestros días, y demostrar que si la segregación sexual funciona en el Opus Dei también funciona en la literatura? Mientras estas preguntas no sean respondidas, y a vista de lo mal que le va al género del cuento en España desde que desapareció la prensa periódica, propongo rebautizar esta mesa con el nombre de 'Ellas tampoco cuentan".
Olvida todo lo que has imaginado hasta ahora y vuelve a la realidad: Cristina Morales, cómicamente, plantea todas estas preguntas, una batería, una metralleta cargada de preguntas que se hacen las escritoras que, pobres, se reúnen para hablar de literatura y para dar el pecho a sus hijos y para tomar el café por las tardes y poder charlar tranquilamente de la vida, de sus maridos. ¿Es esto una exageración? Imagínate que no.
¿Qué se pretende en las mesas de literatura sin literatura? Del mismo modo que en las mesas de escritores jóvenes no se habla como escritores sino como jóvenes, en las mesas de discriminación (femenina) positiva literaria sirve para cualquier cosa menos para discriminar positivamente a la escritora —por otra parte, cuando hay superioridad masculina, en número, nadie utiliza esas dos fantásticas palabras que, unidas, parecen un regalo: discriminación positiva.
La discriminación positiva es discriminación, sin adjetivos, y sólo hace que darnos una palmadita en la espalda, en el mejor de los casos, o un motivo para seguir estando aparte, sin contar tampoco.¿Qué pasa cuando nos alzan por encima de los hombres? Que priorizamos el tema equivocado, que premiamos mayor número de mujeres que de hombres y nos olvidamos de lo verdaderamente importante, el motivo de la reunión —en este caso, la literatura. ¿Qué ocurre con la discriminación positiva? Que está hueca, que quien la propone no hace sino realzar las diferencias, el sometimiento. ¿Por qué la sociedad considera que la mujer debe ser discriminada positivamente? Porque antes ha sido discriminada negativamente. ¿La negativa se soluciona con la positiva? No. Las escritoras no quieren mayor visibilidad que los hombres, pero sí mayor visibilidad.
Las escritoras no quieren nada que no le pertenezca ya al escritor, y no se cansa de buscar ese espacio que, seguro, tiene que haber para ella: no uno que está sobre el hombre ni a mitad, que esté al lado: que cuente también.
Es ahí donde se detiene Cristina Morales, en la infinita importancia de una palabra que desmonta el esfuerzo y el trabajo de tantas escritoras; es ahí donde Cristina agudamente pelea; Cristina Morales, el personaje de Los combatientes, la mujer escritora, la mujer que escribe, que ¡también cuenta! —la mujer con subtítulo.
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