¿En la cárcel por negarse a contaminar?
Francia anda escandalizada estos últimos días y no sólo por los asuntos de faldas de la más alta autoridad republicana. La Francia agrícola, la bio y “écolo”, la más profunda y atada al terruño, está en pie de guerra porque un viticultor de vino ecológico puede acabar en prisión al negarse a tratar sus viñas con un pesticida por orden de la autoridad competente. Emmanuel Giboulot explota 10 hectáreas de viña en la Bourgogne desde hace más de 30 años y siempre lo ha hecho aplicando exclusivamente técnicas ecológicas con resultados excelentes y sin trabas de la administración. Su historia, sin embargo, da un giro inesperado la semana que viene. El lunes, 24 de febrero, tiene cita ante una sala de lo penal por haberse negado a tratar sus viñas con un pesticida que mata las abejas entre otras especies polinizadoras. Pueden caerle hasta 6 meses de prisión y 30.000 euros de multa.
La historia, que podría haberse quedado en un breve del diario local, ha inundado las redes y ha indignado a la comunidad ecológica francesa, puesto que el « affaire Giboulot » pone de manifiesto que la ley del Estado puede llegar a pasar por encima de la «sabiduría » de los agricultores bio. En otras palabras, todo el sector de la agricultora ecológica se siente amenazado a través de la persona y el caso de Emmanuel Giboulot. Si Francia, paladín de los productos “bio”, sienta este precedente, ¿qué puede esperarse de los demás países de Europa? Más de 43.000 personas han hecho « me gusta » en la página Facebook creada hace 10 días por el Institut de Protection de la Santé Naturelle (Instituto de Protección de la Salud Natural) para promover y defender su causa. Cuando el pasado lunes firmé la petición oficial de apoyo a Giboulot, junto con la mía había 107.536 firmas más. Hoy, miércoles por la mañana, la cifra ha escalado hasta superar las 226.000. Y no continúa su ritmo ascendente porque el servidor les ha fallado.
Emmanuel Giboulot alega en su defensa que él no quiere envenenar sus tierras ni matar a animales como las abejas que son necesarios para mantener la salud de sus viñedos. El conflicto con las autoridades se remonta a junio del año pasado cuando el prefecto de Côte d'Or emitió una orden departamental. Para hacer frente a un riesgo hipotético de epidemia de flavescencia dorada, una enfermedad de la vid, decretó que todos los viticultores del departamento debían proteger sus viñedos de la “cicadella”, un insecto que propaga la enfermedad. El problema para Giboulot es que el insecticida contra la “cicadella” menos contaminante mata también las abejas y la fauna auxiliar. Acaba con la vida de todos los insectos necesarios para evitar parásitos. La solución del prefecto no era más que salir de la sartén para caer en las brasas. Giboulot se decidió a combatir la “cicadella” pero con métodos alternativos, naturales, que son utilizados habitualmente por la agricultura biológica con resultados similares a los químicos.
El 30 de julio pasado un inspector de la dirección regional de Agricultura le exigió los recibos de compra del insecticida obligatorio. Giboulot declaró que había combatido la enfermedad pero no con ese insecticida químico. A partir de ese momento se puso en marcha la maquinaria judicial que lo lleva hasta la mismísima sala de lo penal el próximo lunes. En estos meses ha conseguido el apoyo de diversas organizaciones medioambientales, de la política ecologista Sandrine Bélier y de centenares de miles de personas a través de las redes sociales. Varias organizaciones han convocado un picnic de apoyo el lunes que viene frente al tribunal que va a ver su caso, en Dijon.
Giboulot ha grabado un audio donde explica que este apoyo demuestra que la ciudadanía está a favor de « una agricultura responsable, que no funciona a base de destruir la naturaleza a su alrededor. » Eliminar las abejas y los demás insectos polinizadores es, para él, destruir equilibrios ecológicos frágiles. Él considera que el mejor método para luchar contra la enfermedad tan temida es preservar la biodiversidad. No entiende por qué las autoridades se obstinan con el insecticida cuando existen otras técnicas naturales que no destruyen el equilibrio de la fauna. Y estas prácticas no deberían ser perseguidas por la ley, según Giboulot, sino todo lo contrario, deberían ser promovidas por los poderes públicos. Al final de su audio Giboulot hace un llamamiento a la movilización ciudadana, en pro de la libertad de los agricultores y de la defensa de los métodos respetuosos con el medio ambiente. Que ninguna autoridad pueda obligar a ningún agricultor a contaminar su tierra so pena de cárcel o multa. La pregunta de fondo, que parece no tener aún respuesta es ¿de quién es la tierra y quién decide cómo se cultiva?
Imagen de apertura: "No soy un contestatario sino alguien que lanza una alerta", Emmanuel Giboulot.
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