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Tribuna
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Carta a Joseba

Hay que impedir el daño de exculpar a ETA e inculpar al Estado y a los que derrotaron a la banda

 Querido Joseba: el día 8 de este mes se cumplen 11 años de tu asesinato por ETA en Andoain. Solo unos cuantos recordaremos la fecha, que además coincide ahora con la declaración de la Infanta imputada y el trascendental asunto de si baja la rampa del juzgado a pie, a caballo o en coche. Sería mucho pedir que el simple aniversario de un crimen, de los muchos que ha habido, obtuviese más relevancia mediática que un acontecimiento tan distinguido. En cualquier caso, como en anteriores ocasiones, quiero hacerte llegar noticias del otro mundo, es decir, de este en el que nosotros penamos todavía. Puede que te entretenga conocerlas, si es que aún guardas curiosidad por lo que ocurre en el más acá.

Para empezar te cuento dos nuevas que, como suele pasar, son una buena y otra mala. La buena es que ETA ha sido finalmente derrotada y se ha visto obligada a renunciar a lo que ellos llaman lucha armada y nosotros terrorismo (aunque sin entregar las armas ni disolver su estructura fantasma). Ha sido una victoria obtenida gracias a la firmeza policial, judicial y política: es decir, lo que ellos llaman vía represiva y nosotros aplicación de la legalidad democrática. Gracias también a que no se hizo caso a quienes proclamaban que así no se conseguiría nada, que quedaríamos atascados en un empate infinito, a quienes rechazaban el pacto antiterrorista y la Ley de Partidos, a los que se empeñaban en exigir un diálogo político con los representantes abertzales de la banda, a quienes advertían de los males que traería ilegalizar Batasuna y sus grupos afines, a quienes profetizaban que si se encarcelaba a la Mesa Nacional ardería Euskadi y se hundiría el mundo. Pero no se hundió el mundo: se hundió ETA. Resultó que tenían razón los que eran tachados de intransigentes, de crispadores, en fin los que (si hubiera existido entonces esa facción americana) habrían sido calificados como el Tea Party. Quienes se oponían a toda medida verdaderamente enérgica dentro de la legalidad en nombre de dudosas transacciones quedaron por la fuerza de los hechos como lo que eran: cómplices disimulados o tontos útiles.

El proceso de paz consiste en diluir la responsabilidad específicamente antidemocrática del terrorismo en la mermelada semántica del conflicto
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No por ello han cesado en sus reconvenciones a los demás, convertidos ahora en heraldos entusiastas de una victoria sobre ETA que creían imposible y que obstaculizaron cuanto pudieron. En este “tiempo nuevo” sin violencia cualquier exigencia seria ante los compromisarios políticos de ETA es también vista como concesión desmandada a la extrema derecha: antes la firmeza era de derechas por contraproducente, ahora es de extrema derecha por ser ya innecesaria. No les asustan las otras contradicciones menores: según ellos, es hora de que el Gobierno se mueva en materia penitenciaria puesto que en su último comunicado los presos parecen doblegarse a la legalidad para aliviar sus condenas… lo cual nunca habrían hecho si se les hubieran concedido esos beneficios sin pedir nada a cambio al día siguiente de que ETA anunciase el cese del terrorismo, como los complacientes se apresuraron entonces a exigir.

Y ahora llega la mala noticia, porque es verdad que ETA ha sido derrotada… pero no es toda la verdad. El terrorismo de ETA tenía como propósito imposibilitar el funcionamiento de la democracia constitucional en el País Vasco y blindar la hegemonía nacionalista a sangre y fuego, aplicando a sus enemigos la teoría de los tres tercios del fascista croata Ante Pavelic: un tercio muertos, un tercio expulsados y el otro, sometidos. En ese empeño los etarras sacudieron el árbol, dando la cara brutal, extorsionadora y asesina. Pero otros recogían las nueces, como muy bien aclara Andoni Unzalu Garaigordibil: “Cientos de profesores de universidad, miles de funcionarios de la Administración pública que se sabían blindados e impunes, han utilizado el terror en beneficio propio. Para ir creando ámbitos de poder político, para acceder en desigualdad a esos puestos públicos, para tomar el control de EITB… Terroristas de salón que nunca han querido cruzar la frontera del riesgo, pero que han sido la voz pública del terrorismo en Euskadi. Y lo han hecho en beneficio propio” (Terroristas de salón, enero de 2014, El Diario Vasco). Son los ahora empeñados, junto a personas de mejor voluntad y peor información, en el torticeramente llamado proceso de paz. Consiste en diluir la responsabilidad específicamente antidemocrática del terrorismo en la mermelada semántica del conflicto y las violaciones generales de derechos humanos, con el propósito de no renunciar al ventajismo político que consolidaron gracias a él. Y para ello cuentan con el apoyo de los partidos nacionalistas, la ambivalencia culpable de los socialistas y ocasionales debilidades de los populares vascos, que no quieren verse aislados y tener a todos contra ellos. La doctrina de fondo es que como ETA ya no es peligrosa, ahora la amenaza consiste en la intransigencia de Rajoy, de Madrid, de España. Ahora sí, ya sin mala conciencia, prietas las filas: ¡Sabino y cierra Euskadi! Esto se lo callan los que abogan por hacer pedagogía, como si fuese pedagógico el ocultamiento sectario de la realidad.

Algunos seguiremos recordando

De modo que nada de exigir que se esclarezcan los cientos de crímenes aún sin resolver, ni la financiación del terrorismo (antes sabremos de dónde sacó el dinero Bárcenas que ETA). Los presos deben ser acercados a Euskadi y después excarcelados porque, como ha dicho el exconsejero de Justicia Joseba Azkárraga, cuando desaparezca ETA ya no debe haber etarras en prisión, por mucho que hayan matado. Por lo visto los asesinatos le parecen actos de guerra que deben quedar cancelados al acabar la contienda…

Frente a esta dejación solo se invoca el respeto a las víctimas, como si hubiera que tener carnet de víctima para deplorar que quienes practicaron o dieron cobertura al terrorismo sean los usufructuarios de su cese. Las víctimas reclaman como es de justicia el castigo del daño cometido, pero todos los ciudadanos debemos implicarnos en impedir el daño presente y futuro que acarrea aceptar la exculpación de ETA y la culpabilización del Estado y de quienes colaboraron con él contra la banda.

Mira, Joseba, no me hago muchas ilusiones de que sobre este tema haya en los medios algo más que invectivas partidistas. En la España actual no faltan quienes toman el salvajismo urbano por acción política, pero sobre todo abundan los que confunden la maledicencia con el pensamiento crítico. De ahí el éxito de ciertos programas de radio o televisión y de algunos humoristas convertidos en informadores: los chismes y cuchufletas divierten, pero las ideas dan dolor de cabeza. A los más ilustrados y progres no les saques de su columna semanal contra el Gobierno, salvo para decir que hay separatistas por culpa de la intransigencia de quienes no lo son. ¿Sigo? Recientemente han muerto en Madrid Félix Grande, Carlos París y Luis Aragonés, o sea un poeta, un filósofo y un futbolista. ¿Hace falta que te diga qué fallecimiento abrió los telediarios y en qué tanatorio se agolparon las criaturas ministeriales y demás fuerzas vivas? Así estamos, es el país. Pero a pesar de todo, compañero, ten por seguro que algunos seguiremos recordando quién te asesinó y también por qué y para qué.

Fernando Savater es escritor.

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