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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Discursos y relatos

No falta debate en España, sino una traducción a la política de los argumentos que se exponen cada día en artículos o libros

Jorge M. Reverte

Anda el maestro Santos Juliá renegando por el mundo contra sí mismo por haber puesto de moda el concepto de relato. Y es que contempla desolado que se utiliza de cualquier manera, sobre todo en demasiadas ocasiones para designar que es posible construir una idea única de cómo pasaron las cosas.

Pasqual Maragall intentó sin éxito, antes de que el alzhéimer se cebara con él, pactar un único relato de la historia de España entre el Gobierno central y el catalán. Aquello era un disparate, pero también una demostración de que sabía de dónde venían los tiros. Porque un relato único es imposible (e indeseable), pero él sabía que sus competidores, los nacionalistas puros, como los de Convergència o Esquerra, llevaban tiempo poniendo sobre el tapete un formidable aparato justificativo del rechazo a España. El éxito de un eslogan tan endeble y manipulador como “España nos roba” no se habría producido sin el concurso previo de un buen grupo de intelectuales comprometidos con la idea etnicista desde hace años. A imagen y semejanza de lo conseguido por la abiertamente racista Liga Norte en Italia.

Pasqual Maragall intentó sin éxito pactar un único relato de la historia de España entre el Gobierno central y el catalán

No falta debate en España, no faltan ideas al respecto. Lo que falta es la traducción a la política de los argumentos que se exponen cada día en artículos o libros. No es mal ejemplo el de la espléndida refutación, escrita por José Álvarez Junco y Javier Moreno Luzón, del artículo de César Molinas en este mismo periódico, o el del artículo de José Borrell y Joan Llorach sobre la manipulación de las balanzas fiscales en los últimos años.

La derecha del PP parece tenerlo claro. El trabajo minucioso e ilustrado de la Fundación FAES, dirigido por Francisco Javier Zarzalejos, sobre los argumentos del nacionalismo catalán es una excelente guía para militantes, ya muy digerida, que permite armar un discurso convincente.

Donde se echa en falta esta consistencia es en el PSC o el PSOE. Y eso acaba por tener sus consecuencias políticas profundas. La propuesta federal, que no está descrita en su necesaria exposición de motivos y de acciones concretas, resulta aún desdibujada. Basta para comprobarlo echar un rato para charlar con un militante (o un dirigente) socialista. Los balbuceos se acumulan cuando se les pide explicar cuáles son los motivos de esa propuesta. Al final, lo único que resulta claro de un encuentro así es que las cosas están mal y hay que dar algún paso para arreglar la conllevancia.

Hay una definición de Gramsci que sigue siendo muy feliz, la del partido como intelectual orgánico. Si se deja aparte su contenido de clase y se actualiza con otros menos precisos, como podría ser comunidad o grupo social, claro. Ese intelectual orgánico de la socialdemocracia que debería ser el PSC, que debería ser el PSOE, está obligado, si quiere proponer un modelo de sociedad, a reflexionar sobre la Historia con mayúsculas. Y a concluir un discurso convincente que nos explique por qué hay que hacer las cosas de una manera y no de otra. Eso lleva tiempo. Pero acaba dando frutos. Está bien lo de relato, profesor Juliá.

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