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Tribuna
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Intervenir en el mercado

Las políticas redistributivas clásicas no consiguen frenar la desigualdad

Por qué es importante la predistribución de la renta? Para muchos, entre los que me encuentro, acabar con la desigualdad ha sido y es un compromiso moral y permanente en nuestras vidas, es verdad que en estos últimos años todas las alertas se han encendido ante la evolución de la desigualdad, especialmente en Occidente; no solo es una tragedia para los que la padecen, sino que la propia viabilidad del sistema está en peligro ante la ruptura de un cierto contrato social que había moderado los niveles de desigualdad desde la posguerra, también pone en peligro la salida de la crisis.

La extrema movilidad que produce la globalización implica una extrema competencia, que reduce drásticamente la capacidad de actuar de los Gobiernos en muchos ámbitos. El resultado es una carrera hacia abajo en muchas áreas, desde condiciones laborales hasta fiscalidad, incrementando la desigualdad por la vía de un menor peso en la renta nacional de los asalariados y en unas mayores dificultades para hacer sostenible el Estado de bienestar. Ahí nace la desigualdad del siglo XXI.

Junto a lo anterior, la riqueza de las élites se retroalimenta, lo que hace que dichas élites consigan perpetuarse, es lo que los economistas Alan Krueger y Miles Corak llaman la curva del Gran Gatsby, esta curva pone de manifiesto que la alta desigualdad de la renta está correlacionada con una baja movilidad social o intergeneracional, una evidencia más de que no es suficiente corregir los resultados del mercado, hay que corregir el funcionamiento del mercado mismo.

En la estimación de la mencionada curva que realiza Bloomberg Businessweek con datos de 2012, los países que salen peor parados son EE UU, Reino Unido y España. En el caso de nuestro país obtiene un muy mal resultado en desigualdad “estática” o de la renta (índice de Gini) y también malo en desigualdad “dinámica” (movilidad intergeneracional). La crisis económica nos ha hecho empeorar en ambas desigualdades; los efectos sobre el índice de Gini parecen evidentes, el mayor desempleo y la caída de los salarios explicarían una mayor desigualdad de la renta, pero además es muy probable que sean las fortunas “antiguas”, es decir, las existentes previamente al boom inmobiliario, las que estén ganando con la crisis, porque las principales subidas iban ligadas al sector de la construcción y porque al salir mejor parado el capital que el factor trabajo se dificulta la movilidad intergeneracional.

La extrema movilidad que produce la globalización implica una
extrema competencia

Para acabar con la desigualdad es imprescindible una apuesta decidida por unas relaciones económicas internacionales que eviten el dumping social, medioambiental y sanitario, pero que también eviten la competencia a la baja de los impuestos y los paraísos fiscales que hacen difícil de financiar el Estado de bienestar; en un plano nacional, la magnitud del reto al que nos enfrentamos hace que las políticas redistributivas clásicas no sean suficientes, máxime cuando hay que estabilizar las finanzas públicas, por todo ello es necesario apostar por la “predistribución” de la renta y de la riqueza, es decir, intervenir en el mercado antes de que se ponga en marcha el juego de los impuestos y las transferencias propias del Estado de bienestar.

La apuesta por la “predis-tribución” pasa de manera prioritaria por una educación que elimine cualquier tipo de segregación. Sabemos que la educación, especialmente en los primeros años de los niños y las niñas, es la mejor herramienta para predecir los ingresos futuros de un estudiante; apostar con decisión por la imposición sobre sucesiones y grandes fortunas apenas es distorsionador de la actividad económica y es sustancial desde el punto de vista de la efectiva igualdad de oportunidades; una política económica que gravite sobre la incorporación de la innovación y el conocimiento redundando en una salarios más altos; unas políticas públicas que estimulen la participación de los trabajadores en la toma de decisiones de la empresa; mayor transparencia para que los accionistas y los trabajadores conozcan las razones que explican los emolumentos de sus ejecutivos y directivos; una negociación colectiva equilibrada entre trabajadores y empresarios que evite condiciones de trabajo y salarios indignos para una persona; una reforma del mercado de trabajo que permita un empleo más estable al principio de la vida laboral de los jóvenes; así como un incremento del salario mínimo acompasado al aprendizaje e incremento de la productividad del trabajador.

La “predistribución” también va a exigir una regeneración de nuestras instituciones que elimine privilegios de todo tipo, posibilitando una verdadera competencia en los mercados de bienes y servicios; una igualdad en el acceso al crédito de todos los empresarios; que paguen impuestos los que no lo hacen y que no haya un trato discriminatorio ante la Agencia Tributaria; acabar con la captación partidista del aparato del Estado que viene ejerciendo este Gobierno y que nos separa de tener una Administración eficiente e independiente en favor de los intereses de unos pocos. En definitiva, la “predistribución” de la renta permite ir a la raíz del problema de la desigualdad a la vez que se cimenta una economía competitiva y se avanza en la consolidación de las cuentas públicas.

Pedro Saura García es portavoz de Hacienda del grupo parlamentario socialista y profesor de Análisis Económico en la Universidad de Murcia.

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