¡Feliz Navidad!, señor Gallardón
El pasado 24 de diciembre yo estaba embarazada de cinco meses. Ese día, el día de Nochebuena, tenía una revisión ginecológica que fue nefasta. Lo que encontraron fue la ausencia total de líquido amniótico causada, aparentemente, por una malformación renal del bebé. El pronóstico era fatal: inmadurez pulmonar, disfunción renal, malformación de huesos largos y cráneo… difícilmente el bebé podría superar los primeros minutos de vida.
Intentando encontrar alguna opinión mínimamente esperanzadora, visitamos a ocho especialistas y todos coincidían en el mismo pronóstico. Así que, el día de Reyes, me ingresaban para practicarme una interrupción legal de embarazo.
Un parto sin la recompensa de tu bebé es lo más parecido a una tortura, pero es difícil que alguien que no haya pasado por algo así pueda entender lo que se siente. Desde luego, hay alguien que, definitivamente, no lo entiende. Quien considere oportuno añadir barreras legales al sufrimiento que supone tomar una decisión así y considerar la malformación un supuesto ilegal, no está entendiendo nada.
Recordaré siempre a este hijo que no pudo nacer, pero me reconfortará pensar que, afortunadamente, pude evitarle el sufrimiento de la vida que le esperaba… por mucho que le pese al señor Gallardón.— Elena del Rey.
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