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En primera Línea
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Acosados: musulmanes sometidos a desplazamiento forzoso en RCA

Pueblos enteros han sido abandonados huyendo de los ataques de las denominadas milicias “anti-balaka”

El cuerpo de un ciudadano musúlman, apaleado hasta la muerte, en Bangui.
El cuerpo de un ciudadano musúlman, apaleado hasta la muerte, en Bangui. I. SANOGO (AFP)

En la pequeña localidad de Boali, a 100 km al norte de la capital, Bangui, los barrios musulmanes permanecen sumidos en un silencio sepulcral; todos sus habitantes se han marchado. Todas y cada una de las casas han sido saqueadas de arriba abajo. Incluso las puertas de entrada han desaparecido.

La mayoría de los residentes musulmanes han huido de la localidad, desplazados a la fuerza por los crueles ataques perpetrados por las denominadas milicias “anti-balaka”. Encontramos a más de 800 que aún no habían conseguido marcharse. Se refugiaban en la iglesia local, donde un sacerdote joven, e impresionante, predica con el ejemplo de la interreligión y la solidaridad vecinal.Un joven nos habló de un ataque lanzado en Boali el viernes 17 de enero por los “anti-balaka” que se saldó con 5 muertos y 20 heridos. Nos contó cómo, hacia mediodía, unos jóvenes armados con machetes irrumpieron en la casa de su familia.

“Todo sucedió muy deprisa. No dijeron nada: simplemente empezaron a atacarnos con sus machetes. Golpearon a mi padre, Sanu, de 55 años, una y otra vez, hasta destrozarle la cabeza; lo mataron en el acto. También hirieron a mi madre, Fatimatu, de 40 años, y a su hermana menor, Aichatu, que murió por sus heridas hoy mismo (19 de enero), antes de poder llegar al hospital. Tenía heridas muy graves; deja una niña de ocho meses, Ramatu, que ahora es huérfana.”

Hoy hemos encontrado a la pequeña Ramatu, a Fati, de 11 años, y a varias víctimas más de este ataque en un hospital de la capital, a donde las llevó una organización humanitaria. Ramatu, por suerte, sólo sufrió una herida leve en la frente, pero Fati tiene una herida abierta muy fea en lo alto de la cabeza y otra en el hombro. Nos dijo que los hombres que habían irrumpido en su casa la golpearon con sus machetes.

Por ahora, los aterrados residentes musulmanes gozan de una cierta seguridad gracias al cordón que mantienen en torno a la iglesia las tropas de mantenimiento de la paz francesas y de la Unión Africana, pero quieren marcharse y no saben cómo.

Un soldado francés nos dijo que la carretera que une Boali y la capital es sumamente peligrosa para los musulmanes, a causa de los controles montados por las milicias “anti-balaka”.

Atravesamos dos de esos controles en nuestro camino de ida y vuelta a Boali (uno a unos kilómetros al norte de Bangui, y el otro a unos kilómetros al sur de Boali). En las dos ocasiones, los jóvenes milicianos “anti-balaka” nos exigieron dinero para dejarnos pasar.

Otros residentes desplazados que se han atrevido a afrontar los controles para buscar refugio en la capital cuentan historias similares.

Encontramos a un joven llamado Dairu sentado en una alfombrilla, con la pierna herida envuelta en un trapo mugriento, en medio de un campamento abarrotado cerca de una mezquita en el barrio de “PK 12”, a las afueras del norte de la capital. Allí es donde se están congregando miles de familias musulmanas desplazadas que huyen de los ataques que los “anti-balaka” están perpetrando más al norte.

Nos contó que, la semana pasada, las milicias “anti-balaka” asesinaron brutalmente a su padre y a otros 12 familiares, entre ellos una bebé de seis meses, en Bouyali (a unos 130 km al norte de Bangui).

“Mi padre, Soba Tibati, apenas podía caminar a causa de su grave reúma, y no pudo huir cuando los ‘anti-balaka’ atacaron nuestro pueblo el pasado miércoles. Lo decapitaron delante de mis ojos mientras estaba sentado en una alfombrilla de paja bajo un árbol delante de nuestra choza. Otros 12 miembros de mi familia fueron masacrados también en ese mismo ataque: entre ellos estaban tres hermanos de mi padre, cuatro hijos de uno de mis tíos, mi tía y tres de mis primos pequeños, la menor una niña de tan sólo seis meses.”

El hijo de Tibati resultó herido en el muslo mientras huía. Cinco días después aún no había conseguido tratamiento.

Las personas desplazadas siguen llegando, algunas transportando sus pertenencias, e incluso muebles, y otras únicamente con lo puesto. Algunas confían en encontrar un respiro temporal frente a los ataques en zonas de la capital, pero otras nos dijeron que van a abandonar el país para buscar refugio en los países vecinos, ya que la República Centroafricana se ha convertido en un lugar demasiado peligroso para los musulmanes, y nadie les protege. De una manera o de otra, parece poco probable que puedan volver pronto a sus casas.

A las comunidades musulmanas se las culpa indiscriminadamente de las atrocidades generalizadas cometidas durante los 10 últimos meses por las antiguas fuerzas Séléka, las fuerzas predominantemente musulmanas que estuvieron en el poder hasta principios de este mes.

Si no se hace nada para refrenar a las milicias “anti-balaka”, existe un serio peligro de que muchos miembros de la minoría musulmana se vean obligados a embarcarse en lo que puede terminar siendo un viaje sólo de ida fuera del país.

Donatella Rovera es asesora general sobre situaciones de crisis de Amnistía Internacional.

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