En el euro confiamos
El nuevo billete debería ser la imagen de un Tesoro europeo, dispuesto a cubrir con más liquidez la sequía del crédito
Georg Simmel nos explicó que el dinero manifiesta la interdependencia o relación de valor de las cosas, de las mercancías y de las personas. Es también la imagen extrema de la tendencia a reducir la calidad en la cantidad. El nuevo billete de 10 euros, presentado ayer por Yves Mersch, preboste del Comité Ejecutivo del BCE, responde una por una a las intuiciones de Simmel: voluntad de supervivencia del euro como moneda única, porque esa es la relación de interdependencia económica dominante en los mercados y entre los europeos; deseo de renovación física del billete, que refuerza esa interdependencia; y, sobre todo, obsesión por la seguridad en el trueque. Que las posibilidades de falsificación sean mínimas. Mersch fue inequívoco al respecto. Lo que importa sobre todo es la seguridad del usuario del billete. A ese fin, el nuevo papiro de 10 reúne tanta tecnología como una estación espacial. Marca de agua con la imagen de Europa (la que raptó Zeus), número verde esmeralda que vira a azul cuando se inclina el papel y nuevas técnicas antidesgaste (reponer los billetes cuesta caro).
Rojo más intenso de fondo, el nuevo billete que verán los europeos a partir del 23 de septiembre se asemeja, gracias a tanta tecnología de seguridad, a una máquina de pinball. Será más fácil de autenticar, siguiendo la técnica del toque, mire, gire, un método rupestre que, aunque parezca una canción del verano, recuerda que se puede comprobar que el billete no es falso palpando y comprobando sus marcas. El BCE considera que en tiempos de estancamiento económico y un año después de que la propia arquitectura del euro estuviese en entredicho, la seguridad y la confianza son valores que resulta útil subrayar.
Pero el dinero físico, el papel palpable, no lo es todo. El nuevo billete (y los que vengan) debería concretar otra interdependencia, la de un Tesoro europeo, dispuesto a cubrir con más liquidez la sequía del crédito y salvar las miserias de una política presupuestaria que se ha equivocado de objetivos (estabilidad financiera a cualquier precio) y de remedio (austeridad) desde 2007. El nuevo billete, a pesar de su vistosidad, representa todavía unas relaciones menos profundas y productivas que el dólar o el yen.
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