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Columna
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Marte

Esos cerebros que idean bombas de racimo o se apropian del dinero de los parados son subhumanos

Rosa Montero

Hace un par de días se dijo en Twitter que el actor Jordi Sánchez, el pescadero Recio en la serie La que se avecina, había muerto en un accidente de tráfico. Es mentira: Sánchez está más vivo y coleando que la maltrecha mercancía de su divertido personaje. Este tipo de macabras falsedades también se difundían antes de las redes, en los medios de comunicación convencionales. No tienen mayor importancia, pero no deja de escalofriarme que alguien se dedique a inventar una mentira tan boba, tan innecesaria y tan malvada. Hace falta estar muy descerebrado para poner en circulación algo semejante. ¿Cómo será el interior de una cabeza así?

Y es que hay paisajes mentales que parecen tan remotos y alienígenas como los valles de Marte. Por ejemplo: ¿cómo serán los tipos que inventaron las bombas de racimo, que se abren como palmeras en múltiples explosivos poco antes de alcanzar el objetivo? Porque esos ingenieros tuvieron que pensar intensamente en soluciones técnicas para poder matar y destripar y mutilar mejor a la población civil. ¡Qué cerebros los suyos! Pero también: ¿cómo es la cabeza de todos esos chorizos que se apropian del dinero destinado a los parados? ¿O que supuestamente recaudan fondos para una fundación de niños discapacitados, pero en realidad se lo están metiendo todo en el bolsillo? O sea: ¿qué pétreo, desolador, incomprensible desierto tendrá en la cabeza un Urdangarin? Por no hablar de la señora de Urdangarin (que espero que la imputen). Y, sin ir más lejos: ¿qué pervertida mente tendrán todos esos individuos que han regalado animalitos a sus hijos estos Reyes, y que dentro de dos meses arrojarán a los cachorros a la calle? Todos esos cerebros me resultan irreconocibles, no los considero de mi especie, son subhumanos. Me es más fácil entender a un coleóptero que a estos monstruos banales.

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