Constitución
Las constituciones tienen que renovarse casi al tiempo que las generaciones

Lo más desesperante de esta época es que acaban siendo fundamentales unos debates que son posiblemente accesorios. Desde hace un tiempo, al hilo del independentismo catalán, se viene repitiendo como un mantra que es urgente que se cambie la Constitución. Al parecer, si esa Constitución se cambiara, se solucionaría el encaje de Cataluña, se ampliaría el sistema de participación de los ciudadanos, se aliviaría incluso la crisis económica y, lo que parece más importante, se adecuaría la ley de leyes a sus contemporáneos, dado que alguien por ahí ha difundido la certeza (con gran éxito de crítica y público) de que las Constituciones tienen que renovarse casi al tiempo que las generaciones.
No tengo ideas firmes sobre el asunto. Pero como con respecto a la política mi temperamento es más práctico que otra cosa, me sumo a los cambios si nos traen alegrías, aunque sospecho que más que la letra de las leyes, lo que importa es el uso que se hace de ellas. En cualquier caso, dado que ha cundido la idea de que si no se cambia la Constitución el país se hunde, y esto es algo que ya ha llegado a la boca del ciudadano, me gustaría saber cuántas personas de todas esas que han encontrado en este librillo de artículos la causa de todas nuestras desdichas, cuántas personas, digo, se han leído la dichosa carta magna. ¿Se la han leído todos los columnistas que de manera tan vehemente defienden una nueva edición? Quiero creer que los políticos sí, pero ¿se la han leído los tertulianos?, ¿se la saben los que afirman que se ha quedado caduca, que fue el fruto de una España predemocrática?, ¿se la ha leído usted y por eso parece tener las ideas tan claras? Yo la tengo ahí, esperando entre el montón de libros que me quedan por leer. Y lo que suele pasar, que no veo el momento. Y debería, debería, para saber qué decir si me preguntan.
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