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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Contra el ciclo

En el camino se ha perdido la posibilidad de políticas contracíclicas para corregir los peores efectos del ciclo económico

Joaquín Estefanía

De la Gran Depresión se salió con una teoría — el keynesianismo— y un modelo —la economía social de mercado— que fueron hegemónicos en el mundo al menos durante tres décadas (la edad dorada del capitalismo: estabilidad, crecimiento y creación de los modernos Estado del Bienestar). En la Gran Recesión de 2007 se entró con otra doctrina —el neoliberalismo— y el intento de otro modelo —la economía de mercado, en la que lo social perdía su condición de eje estructural— y todavía no se sabe como se saldrá de ella. No hay un paradigma dominante (¿cómo se denomina a un sistema que ha hecho de las multimillonarias ayudas de Estado a los bancos su política económica principal?) y existen muchas resistencias ciudadanas al desmantelamiento del welfare.

En el camino se ha perdido la posibilidad de políticas contracíclicas para corregir los peores efectos del ciclo económico. Aplicar medidas que favorezcan el camino trrillado es a veces una tendencia peligrosa, más propia de la física que de la economía: los objetos que se mueven en una dirección concreta tienden a seguir haciéndolo; a medida que aumentan de tamaño cobran impulso y velocidad, lo que contribuye a que se hagan aún mayores.

La troika dice que no habrá crédito en dos años, y menos para las pymes. ¿Quién quedará?
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Eso es lo que ocurió, por ejemplo, con la vivienda: cuando los precios de los inmuebles aumentaron espectacularmente antes de la crisis, la propiedad de una casa dejó de ser una forma de garantizar un hogar pera convertirse en un plan de inversión. A medida que los precios subían y se formaba la burbuja, la pelota se inflaba más: conforme la vivienda era más cara y apalancada, los bancos (con la anuencia de los reguladores y los políticos) ampliaban los límites de los préstamos que concedían y rebajaban las garantías de cobro. En lugar de reaccionar a la subida de los precios endureciendo los requisitos para acceder a un crédito hipotecario, el sector financiero los rebajó. Y al revés: tras la quiebra, los prestamistas han endurecido las condiciones y han hecho que resulte más difícil y más caro aceder a un crédito, lo que hace aún más difícil la caída. En ambos casos, políticas procíclicas.

Esto mismo se podría ejemplificar en otros sectores de la economía. En un estudio sobre cómo contrarrestar los peligros de la prociclicidad, el periodista económico estadounidense Daniel Gross resalta el arrojo que han de tener a veces las autoridades políticas para ser contracíclicas. Conforme la industria financiera se hace más y más grande y concentrada, tiene mayor capacidad para influir en las decisiones públicas y para proteger las prácticas existentes. En ese momento “hay que tener agallas para levantarse de una fiesta y decirle a todo el mundo que deje de beber y que apaguen la fuente de chocolate, o para interrumpir la oferta barata de crédito”. La troika ha avisado que en España no habrá crédito hasta finales de 2015, y menos para las pequeñas y medianas empresas. ¿No hay políticas anticíclicas que puedan corregir esta tendencia?

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