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Una ciudadana suiza llamada Tina Turner

Todo un jarro de agua fría. La estrella afroamericana solicita la nacionalidad helvética y abandona la de un país al que, según declaró en la embajada en Berna, no le unen "más vínculos que los familiares" La leyenda del 'soul' pone cara al éxodo de millonarios tras la cruzada de Obama contra la evasión fiscal

Diego A. Manrique
La cantante Tina Turner, en un desfile de Armani en 2011.
La cantante Tina Turner, en un desfile de Armani en 2011.WIREIMAGE

La noticia ha caído como un rayo. Con un presidente negro en la Casa Blanca, se ha sabido que Tina Turner solicitó la ciudadanía suiza en abril y que visitó en octubre la Embajada de Estados Unidos en Berna para comunicar el abandono de su nacionalidad original. Alegó que no tenía “más vínculos que los familiares” y que “no planeaba residir en Estados Unidos en el futuro”.

No es una buena noticia para la Administración de Obama. Primero, pone cara al número creciente de estadounidenses expatriados que renuncian a su ciudadanía. Aunque Tina Turner, nacida Anna Mae Bullock, nunca se haya significado políticamente, se trata de una de las afroamericanas más populares en el mundo. Sin olvidar que es un símbolo universal de superación para las mujeres maltratadas, tras su ruptura —y posterior divorcio— con el truculento guitarrista Ike Turner, en la segunda mitad de los años setenta.

El Washington Post, que levantó la liebre, señala un matiz en la petición de Tina: no se trata de una renuncia formal, que implicaría penalizaciones económicas y la prohibición de volver a visitar Estados Unidos si el fiscal general determinara que su intención final es evitar el pago de impuestos. Pero sí, en el fondo del rechazo está la implacable voracidad recaudatoria de la Hacienda estadounidense.

La evasión de impuestos es uno de los deportes preferidos de los estadounidenses, practicado cuando todavía eran súbditos británicos (y que sirvió como excusa para iniciar la lucha por la independencia). En sus 237 años de existencia, el Gobierno federal ha combatido con más o menos éxito ese hobby nacional. Una de sus particularidades es que exige el pago de impuestos a los residentes en el extranjero aunque no tengan ingresos en Estados Unidos. Hablamos de una partida muy apreciable: son más de seis millones los expatriados. Que se quejan de estar sometidos a doble tributación: teóricamente, pagan en su país de origen y en su lugar de residencia.

En su lucha contra los evasores de impuestos, Obama ha implantado una legislación onerosa. Todos los exiliados deben declarar las cuentas y los instrumentos financieros que tienen fuera del país aunque se compartan con personas no estadounidenses, como ocurre en muchos matrimonios. Para cerrar la tenaza, se obliga a los bancos extranjeros a informar sobre los movimientos económicos de los súbditos estadounidenses. Uno de los principales focos de atención es precisamente Suiza, que en otros tiempos fue el más famoso paraíso fiscal.

Retirada de la música, vive desde hace años en Zúrich, donde se casó por el rito budista con un alemán

Parece que ya no. De hecho, gran parte de los bancos suizos se niegan a aceptar clientes estadounidenses, debido al papeleo que implican y a las fuertes multas que resultan de cualquier posible desliz. Tina Turner, que reside en la Confederación Helvética desde mediados de los noventa, es otra americana más que ha encontrado problemas para manejar su dinero. Y eso que se trata de una dama jubilada.

Desde 2009, cuando cerró su gira del 50º aniversario de su estreno en un escenario, Tina ha abandonado su oficio. Asegura que ya no tiene el cuerpo necesario para lucir vestidos diminutos, aunque podrían discrepar los lectores del Vogue alemán: en el número del pasado abril ocupaba la portada; con sus rotundos 73 años, era la persona de mayor que edad que merecía esa distinción.

En la entrevista con Vogue se declaraba abierta a volver a grabar si aparecían las canciones adecuadas. Suena a hablar por hablar. Tina no es persona nostálgica. Aporto un testimonio personal: entrevistándola en los años ochenta, se escandalizó ante la sugerencia de que recordara las músicas con las que se dio a conocer, el soul y el blues. No y no: había encontrado la fórmula para el éxito masivo y nada quería saber de unos sonidos que le recordaban los malos viejos tiempos.

En realidad, desde 1999, cuando editó Twenty four seven, Tina no ha lanzado material nuevo. Aquel torbellino dinámico y erotizante ha quedado encerrado con su ropa de batalla. Ha aparecido, eso sí, una Tina espiritual: recita y canta en la colección Beyond, unos discos que reflejan su interés por el budismo, pero que apenas llegan más allá del círculo de creyentes.

De hecho, Tina se casó por el rito budista con Erwin Bach, el productor alemán que es su compañero desde hace 27 años, antes de formalizar en julio pasado su matrimonio en el ayuntamiento de Küsnacht, una villa del cantón de Zúrich. Parece evidente que las autoridades locales la consideran una vecina distinguida: establecieron una zona de exclusión en el lago para evitar que se acercaran los paparazis. Resulta que el bocado periodístico era apetitoso: entre los invitados a la celebración, vestidos de blanco por petición de la novia, figuraban David Bowie, Oprah Winfrey, Giorgio Armani o Eros Ramazzotti.

Antes incluso de que saltara la actual polémica, Tina ya alardeaba de su integración con el entorno: en los últimos tiempos, incluso estudia la gramática del alemán, que habla con soltura. Por el contrario, en Vogue explicaba que mantenía pocos lazos con su tierra natal. Siguió vía Internet la campaña de algunos fans locales para preservar la modesta cabaña que fue su escuela en su pueblo natal, Nutbush. Finalmente, fue trasladada a otra localidad de Tennessee, donde se integrará en un espacio dedicado a la historia de la región. Con el cambio de nacionalidad, parece improbable que Tina vuelva a visitar unas tierras que le recuerdan pobreza y abusos.

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