Los cómicos ligan más que usted
Los cómicos siempre se han apareado por encima de sus posibilidades pero ahora están viviendo una 'galanización'
En 2010, se lanzó una campaña publicitaria llamada Los Sex Symbols de Paramount Comedy. El canal español ironizaba con la imagen de algunos de sus principales cómicos y les hacía posar en plan hot y protagonizar vídeos en los que una voz en off decía cosas como “Iñaki Urrutia, demasiado sexy para la canción, prefiere dar el do de pecho en los monólogos” o “David Navarro: las mujeres pagan por verlo… sobre el escenario”. La idea, bastante simple, era subrayar la ironía: cómo iban a ser sex symbols estos tipos con camiseta de Barrio Sésamo?
Hoy el chiste ya no funcionaría tan bien. Para empezar porque los cómicos, al menos algunos, son los nuevos sex symbols. Así, sin ironía. Se han hecho hueco en el disputado nicho de los thinking women sex-symbols: los iconos de la mujer que piensa (y ríe). El ejempló lo ilustró aquella vez de 2009 en la que la revista Time nombró al británico Ricki Gervais una de las personas más influyentes del mundo y apostilló que era "el hombre con el que más mujeres fantaseaban en secreto". Hablando en el programa de Ellen DeGeneres aquel año, Gervais se lamentaba: "¿Por qué tiene que ser en secreto? ¿No pueden fantasear conmigo en público? ¿Tanto les avergüenzo?".
Tal es el sex appela de los cómicos que, a veces, los guapos hacen caja con la historia. Ahí está, por ejemplo, nuestro chico de portada, James Franco. Con su propensión a acumular títulos (profesor, director, escritor…) lo de “cómico” se le podría quedar pequeño, o grande, según se mire. Pero algo indica que esa es precisamente la etiqueta que más valora y más se trabaja. Franco se juntó con todos sus compañeros de generación (Seth Rogen, Jay Baruchel, Jonah Hill, Jason Segel, Michael Cera…) en Juerga hasta el fin, la película estrenada en septiembre en la que todos interpretaban versiones de sí mismos y se reían de su imagen pública. En el caso de Franco, la de un actor algo pretencioso, arty y sobrado. Después siguió practicando la autoinmolación al someterse al legendario Roast del canal Comedy Central (dícese de un espectáculo en el que el protagonista, generalmente un famoso polémico como Charlie Sheen o Donald Trump, se sienta en un trono a escuchar como sus amigos, generalmente famosos con credibilidad indie, se dedican a machacarlo con bromas a su costa).
Aguantó que le dijeran de todo: “Claro que es el James Dean de nuestra generación. Sólo ha hecho dos buenas películas”; “No creo que James sea gay o hetero. Creo que los ojos no se le abren lo suficiente como para ver a quién se está cepillando”; “Pareces Johnny Depp con lupus. ¿Alguna vez Ryan Gosling te llama, se pone a reír y cuelga?”, “Franco es mitad italiano y mitad dormido”. Y así durante dos horas.
A día de hoy, 'actor dramático' mola, pero cómico es mejor
El roast proporciona publicidad, ayuda a construirse una imagen de sana autoironía y su ruido permanece en ciertos parajes de Internet durante al menos una semana (una eternidad), entre recopilaciones de “las mejores bromas”, análisis, respuestas, dimes y diretes. Pero aun así, no muchos actores de primera fila, habituales en los festivales y con aspiraciones al Oscar, se dejarían asar públicamente de esa manera. Está claro que a Franco le compensa. No le interesa perder su silla en el círculo de jefes de la comedia. A día de hoy, Actor dramático mola, pero cómico es mejor.
También resulta curioso ver a alguien como Jon Hamm, un fanático groupie de la comedia desde que era muy joven, cuando compartía piso en Hollywood con su amigo Adam Scott y se movía en los círculos del stand-up, se esfuerza continuamente por ganarse también el título de “tipo gracioso”. Hamm nunca falta en las listas de hombres más sexies del mundo y retiene desde hace más de un lustro el papel dramático más envidiado de su generación, el de Don Draper, pero reserva casi todas sus actividades extracurriculares al margen de Mad Men para su auténtica pasión, la comedia, ya sea apareciendo en Rockefeller Plaza con su amiga Tina Fey, dejándose caer por el Saturday Night Live siempre que puede o protagonizando Clear History, el filme de Larry David para la HBO que se emite ahora en Canal Plus.
Sexo con alguien al que amo
Fuera de las pantallas, el cómico siempre ha intentado aparearse por encima de sus posibilidades, desde los tiempos en los que el graciosillo Mickey Rooney se casó con Ava Gardner, pasando por todas las parejas del joven Woody Allen. Ahí es donde el humorista pone en marcha sus trucos, la famosa labia. Pero nadie hubiera esperado ver a John Belushi, Bill Murray o Dan Akroyd en sus días dorados del SNL de los 70 acudiendo a los estrenos del brazo, de, pongamos, Farrah Fawcett. Y sin embargo, sus equivalentes de hoy sí ocupan esa posición: ahí están Zach Galikianakis, Louie CK y, sobre todo Jason Sudeikis, que acaba de dejar el legendario programa cómico y estrena mañana la película Somos los Miller, en la que hace de traficante de marihuana de poca monta y comparte protagonismo con Jennifer Aniston. Sudeikis es un serial dater de lo más granado de Hollywood: se le han adjudicado romances con la propia Aniston, Eva Mendes y January Jones y ahora espera un hijo con su novia, Olivia Wilde. La pareja está especializada en hacer declaraciones embarazosas sobre su, al parecer, ajetreadísima vida sexual. Ella ha dicho que practican el sexo “como corredores de maratón kenianos” y él dijo que su método para perder peso consistía en copular frenéticamente con Wilde.
Esa es otra (el peso, no el sexo keniata): ahora que los cómicos aspiran a papeles de galán y de leading man en Hollywood, se ven sometidos a exigencias que tampoco sufrían sus homónimos de antaño. Sudeikis no es el único que ha protagonizado dramáticas pérdidas de peso y cambios de look. También lo hicieron Seth Rogen, Jonah Hill (que después volvió a ganar esos kilos, como bien le recordaron en el roast de James Franco: “Hill se crió en Hollywood y se nota. Es un trepa, tiene las tetas enormes y un desorden alimentario”, le soltó Natasha Leggero) y ahora Jason Segel. El hasta ahora bien alimentado protagonista de Cómo conocí a vuestra madre no había tenido problemas para convertirse en protagonista de comedias románticas con su aspecto ni, por cierto, para salir con Michelle Williams, de la que fue pareja, pero ahora ha decidido adelgazar para su próximo filme con Cameron Diaz, Sex Tape. “Me prometí a mí mismo que la próxima vez que me quitara la camiseta, no resultaría gracioso”, ha declarado.
España no es ajena a esa galanización del cómico. Hay guapos oficiales o semioficiales como Quim Gutiérrez y Raúl Arévalo, que mantienen firme su pie en el humor (La gran familia española, Con el culo al aire) y nos hemos acostumbrado a ver a Joaquín Reyes o a Paco León en los editoriales de moda de las revistas, incluida esta. Posando en plan hot, como los de Paramount, y sin que a nadie le parezca irónico.
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