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Un troyano entre hermanos

El sistema de fraternidades universitarias de Estados Unidos ha nutrido gobiernos y multinacionales. Esta es la historia del 'hermano' que traicionó a los suyos y reveló al mundo cómo funcionan hoy estas fábricas de prohombres

Tom C. Avendaño
La masculinidad según los miembros de Delta Kappa Epsilon, capítulo de la Universidad de Dartmouth, en 1948. Entonces tres de sus miembros ya habían presidido EE UU. Hoy, DKE ha sido expulsada de Yale por misógina.
La masculinidad según los miembros de Delta Kappa Epsilon, capítulo de la Universidad de Dartmouth, en 1948. Entonces tres de sus miembros ya habían presidido EE UU. Hoy, DKE ha sido expulsada de Yale por misógina.Biblioteca de la Universidad de Dartmouth

Andrew Lohse estaba estudiando con un compañero en el dormitorio que ocupaban desde hacía un mes en la Universidad de Dartmouth cuando alguien golpeó la puerta. “Tú y tú: vendas. Seguidme”, les dijo un alumno de último curso. Andrew todavía no conocía a muchos de los 4.200 estudiantes de su universidad, la más diminuta de la elitista Ivy League, pero sabía perfectamente a qué grupo pertenecía el que irrumpió en su cuarto. Se cubrió los ojos y permitió que le llevaran fuera del edificio, lo sentaran en el interior de un coche y le pusieran una botella en la mano. “Bebe”, le ordenaron. Lo hizo. Era un licor barato. Cuando le quitaron la venda, se encontró en medio de un bosque formando una fila con otros novatos. Frente a ellos, alumnos de último curso. En cuanto uno de ellos habló no quedó ninguna duda de qué hacían allí: “¿Quién de vosotros merece ser uno de nosotros?”.

La respuesta pasaba por retos como ser el primero en acabarse una botella de alcohol y beber seis latas de cerveza en 30 segundos. “No seas débil ahora”, pensó entonces Andrew. “Es tu oportunidad”. No estaba acostumbrado al alcohol. Hasta aquella noche de octubre de 2009, Andrew Lohse era un modelo de la joven promesa americana. Sobresaliente de media en el instituto. Participante en una docena de actividades extraescolares. La única vez que había faltado a clase fue para asistir a un discurso de John McCain. Pero eso era antes, cuando vivía con su familia en Banchburg, un pueblecito de Nueva Jersey donde se sentía admirado y querido. Ahora estaba solo en New Hampshire, en la misma universidad en la que su abuelo había entrado como un joven de orígenes humildes y había salido, en 1947, hecho un exitoso hombre de negocios. La transformación la achacó en parte a gente como la que ahora tenía Andrew delante. Gente leal la una con la otra hasta la tumba. Hermanos de padres diferentes. Hombres de fraternidad. Hombres de Sigma Alpha Epsilon.

Los alumnos de Delta Kappa Epsilon en Dartmouth trabajando duro en una petición de la Universidad de Kansas: elegir a miss Kansas 1930, visto su "amplio conocimiento de la belleza femenina".
Los alumnos de Delta Kappa Epsilon en Dartmouth trabajando duro en una petición de la Universidad de Kansas: elegir a miss Kansas 1930, visto su "amplio conocimiento de la belleza femenina".

Andrew pasó los siguientes meses entregado al proceso de selección de nuevos miembros de la fraternidad. “La prueba dura siete brutales semanas, en las que tienes que beber, vomitar y humillarte en privado y en público”, resume. Cuenta que nadó en una piscina llena de hielo y bebió la cerveza que rodaba por la espalda de otro aspirante y que él recogía a la altura del ano. Esto mientras recitaba una y otra vez las reglas de Sigma Alpha Epsilon: lo que pase en la fraternidad se queda en la fraternidad. Confía en la hermandad. Protege a tus hermanos.

En diciembre fue aceptado. No sabía que solo era el comienzo de su propia destrucción. Y no sabían los miembros de Sigma Alpha Epsilon que acababan de fichar a la persona que más daño ha hecho jamás a la vida de las fraternidades en Estados Unidos.

Del sótano a la luna

El 25 de noviembre de 1825, cinco estudiantes de Union College, en Schenectady, Nueva York, se reunieron en un sótano para formar una sociedad secreta. La agrupación militar a la que habían pertenecido hasta entonces acababa de disolverse y, según escribió en sus notas uno de ellos, Charles Clark Young, sentían “un doloroso vacío” que necesitaban llenar. Al día siguiente se nombraron Sociedad Kappa Alpha, como otras sociedades universitarias hoy extintas con letras griegas por nombre. Al poco, admitieron ocho nuevos miembros. En 1827 surgieron dos sociedades secretas más en el campus. En 1850 había fraternidades en prácticamente todas las universidades de la costa este. En 1870, los fundadores de estas sociedades habían alcanzado tal influencia que lograron que las hermandades fueran oficiales.

Las fraternidades conectaron de inmediato con esa pilar tan estadounidense del asociacionismo como respuesta a la competencia. Ayudaban a los estudiantes universitarios de la América primigenia a definirse como lo que la sociedad esperaba que fueran al acabar sus estudios: hombres. Y sobre todo, unían a miembros de excelentes dotes académicas con otros de profundos bolsillos. Quien entrara en esa red de contactos, quien se mudara a vivir a las enormes casas que fueron comprando en cada campus, llevaba ventaja, y muchos la han aprovechado. Desde la fundación de Kappa Alpha en 1825, todos los presidentes y vicepresidentes del país –menos Obama– han sido griegos. De las 50 empresas más poderosas de Estados Unidos, 43 tienen a hermanos al frente. De los 47 jueces que ha habido en el Tribunal Supremo desde 1910, 40 han sido hermanos. Como lo fue toda la tripulación del Apolo 11. Lo que empezó en un sótano acabó llegando a la luna.

De ahí que, aunque en la actualidad haya nueve millones de griegos en 123 fraternidades, se transmite a los miembros la idea de que son parte de una élite llamada al éxito. Cada una cita sus triunfos. Steven Spielberg incluye el emblema de sus Theta Chi en todas sus películas. Los presidentes Hays, Theodore Roosevelt, Ford y ambos Bush son de Delta Kappa Epsilon. El año pasado, un estudiante de Dartmouth le explicaba a la revista Rolling Stone: “Tener una media de 3.7 [sobre cuatro] y haber pertenecido a una fraternidad ayuda más para entrar en un sitio como Goldman Sachs que tener un 4.0 y haber ido por libre. El entorno altivo del mundo de las finanzas, de hecho, es un reflejo de la cultura fraternal”.

El más 'hermano' de todos

Nadie en Dartmouth practicaba la cultura de Sigma Alpha Epsilon con mayor ahínco que Andrew Lohse. Era el último en salir cada noche de las fiestas en el sótano de la sede. Podía plantarse en el dormitorio de algún hermano a las tres de la mañana, completamente ebrio, como podía pasar noches enteras buscando drogas de forma frenética mientras soltaba sus tradicionales diatribas sobre música y literatura. El tópico indica que cuando un nuevo miembro se integra en un grupo con tanta fuerza que hasta abandona su identidad, los miembros más veteranos terminan alarmándose. Andrew se postuló para diferentes puestos administrativos dentro de la fraternidad y nunca fue elegido para ninguno. O quizá más revelador: nunca estaba solo, pero jamás se le veía con el mismo hermano dos veces.

La situación explotó una noche de mayo de 2010. Un estudiante llamado Phil Aubart sorprendió a Andrew en su rutina de esnifar cocaína con otro hermano en la sede la fraternidad y avisó a las autoridades. La policía imputó a Lohse por posesión de narcóticos y le impuso una multa de 750 dólares. Él la pagó para proteger a Sigma Alpha Epsilon y el hermano se graduó en pocas semanas. Andrew recibió un año de expulsión de la universidad y la fraternidad le marginó.

“Me pareció injusto y doloroso”, recuerda. “Decidí reformar Sigma Alpha Epsilon desde dentro”. Avisó a la policía de dónde se iban a realizar más pruebas con posibles candidatos. Sin duda, iban a estar quebrantando todo tipo de leyes. El plan no salió bien. Todo lo que vio la policía fue a un par de alumnos borrachos en el campus (“alguien les dio un chivatazo”, barrunta). Lohse quedó irremediablemente estigmatizado por violar las normas cardinales de la casa y huyó a Asia una temporada. En su cabeza se había abierto una terrible posibilidad: “Tal vez la fraternidad ideal no existe”.

Drogas y un AK-47

Alpha Delta, otra fraternidad de Dartmouth, organizó en 1998 una fiesta gueto en la que los hermanos se disfrazaban de negros con pelucas afro, pistolas de juguete y demás indumentaria racista que pretendía subrayar la superioridad de los blancos y adinerados en las fraternidades. En 2011 se hizo viral un vídeo en el que 16 estudiantes de Yale, miembros de Delta Kappa Epsilon, cantaban por el campus un manifiesto con su particular filosofía de seducción de mujeres: “No significa , significa por el culo”. El escándalo que siguió a ambos sucesos tuvo un peso trascendental: empezaron a desvelar el lado oscuro de las secretísimas fraternidades ante la sociedad estadounidense. Desde entonces se han sucedido los titulares. En febrero, la policía de Nueva Orleans se incautó de más de 7.000 euros en drogas psicodélicas de la sede de Kappa Sigma en la universidad de Tulane. En junio, se juzgó a 17 hermanos de Alpha Gamma Rho después que hubieran disparado con una AK-47 desde su sede en la universidad estatal de Arkansas. Varios miembros de Phi Delta Theta, en Emory, Atlanta, fueron declarados culpables en julio de organizar un club de la lucha entre sus aspirantes. Cada año, decenas de mujeres denuncian violaciones y agresiones sexuales por parte de hermanos.

Varios expertos han intentado explicarse la indisimulada arrogancia de las fraternidades. “En grupos así de cerrados, los individuos suelen ceder su propio raciocinio al pensamiento colectivo”, teoriza Georgianna L. Martin, que investiga desde la universidad del sur de Mississippi el impacto de las fraternidades en el sistema educativo. “Cuando la alternativa es estar solo ante un grupo de iguales, la tendencia es sumarse a la voz colectiva”. Añade Sabrina Gharib Lee, exestudiante de Harvard: “Si juntas solo hombres, se creará entre ellos una noción exacerbada de la superioridad masculina que lleva a no evaluar éticamente sus acciones”.

Buena gente, cosas malas

Andrew había recuperado el pensamiento crítico cuando volvió a Dartmouth a finales de 2011. Lo que no está claro es si lo que hizo a continuación fue fruto de un deseo por devolver las fraternidades al ideal atávico que le había retratado su abuelo o si fue sencillamente fruto del despecho. Primero recayó en el ostracismo, luego en la bebida y en las drogas y finalmente entró en lo que él mismo define como “una mezcla tóxica de ansiedad y alienación”. Volvió a ser detenido por agredir a un agente cuando iba completamente beodo. Mientras esperaba en un banco de comisaría a que su madre recogiera lo que quedaba de aquel chaval aplicado y triunfador, sintió la necesidad de recuperar su autoestima.

El 15 de enero de 2012, el periódico estudiantil The Dartmouth publicó una columna en la que Andrew contaba sus experiencias y frustraciones. “En esta escuela se vive una cultura de abuso sistémico “, protestaba. “Hay un nihilismo tóxico por el cual buenas personas se hacen cosas malas entre sí sin motivo aparente”. También incluía detalles imposibles de verificar, como que los aspirantes tenían que comer un revuelto de huevos con vómito y que se le bautizó en una piscina en la que, jura, los hermanos habían orinado, defecado, vomitado y eyaculado. Si no podía seguir siendo el chico brillante que siguió los pasos de su abuelo en Dartmouth, sería el que se hundió llevándose al sistema por delante.

Masculinidad interrumpida

La idea de reformar las fraternidades es joven. Los escándalos han provocado un debate sobre su papel en la actualidad y sobre cuánto se ha corrompido el concepto original de panaceas de hombres. “La masculinidad fraternal pasó, en el siglo XIX, de depender de la excelencia académica a ser cuestión de clase social”, resume Nicholas Syrett, autor de un libro sobre la historia de este tipo de sociedades, The company he keeps. “De ahí se ha pasado a la agresión sexual y a la ruptura de reglas”.

Las universidades suelen renquear antes de moderar la vida de sus alumnos. El expresidente de la Universisad de Dartmouth, Jim Yong Kim, solía zafarse del tema alegando que “la gente con amigos tiende a tener menos infartos”. Preguntado hace pocos años por The Dartmouth sobre la necesidad de reformar el sistema, se escurrió: “Yo no tengo poder. Solo soy un convocante”.

El señor de los 'hermanos'

Desde la publicación de aquella columna, Lohse ha devenido en la cara pública de la cruzada contra las fraternidades, protagonista de artículos en The Atlantic o The New York Times, y futuro autor de un libro. También es el alumno más odiado de Dartmouth. En Google hay cientos de fotos suyas con bromas insultantes, obra de hermanos que no se han pronunciado de otro modo al respecto. Preguntado si lo suyo es una lucha quijotesca por las fraternidades o una vendetta, cambia el tono: “La idea es bastante absurda”, himpla. “Darle a un grupo de chavales una mansión, presupuesto, alcohol y drogas ilimitados y cancha porque las universidades no interceden, todo en nombre de una conexión inexistente a una cultura arcaica... es una idea pésima, ¿no?”. Solo en el cuarto donde prepara su libro contra los que nunca le aceptaron, remata con otra de las referencias literarias por las que se le recuerda en el campus: “¿Es que nadie ha leído El señor de las moscas?”.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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