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Jacuzzis explosivos, lluvia dorada y ‘La isla de las tentaciones’: 25 años de sexo explícito en la televisión española

Las imágenes de relaciones sexuales en el exitoso formato de Telecinco siguen impresionando a los espectadores y funcionando para atraer audiencia, pese a que llevamos desde los albores de la telerrealidad viendo a personas reales tener sexo real en la pantalla

Sexo explicito
Getty Images / Blanca López (Collage)
Guillermo Alonso

A la palabra sexo solo se le puede añadir un adjetivo que lo haga todavía más atractivo para la televisión: real. La sexta edición de La isla de las tentaciones, auténtico fenómeno en redes sociales y tabla de salvación para una Mediaset que se estaba hundiendo precisamente desde que intenta alejarse de este modelo de televisión, está triunfando gracias a perfiles inenarrables como Montoya, pero también gracias a haber cargado las tintas con las escenas sexuales que tienen lugar en la casa y que, en ediciones anteriores, también se ofrecían al espectador, pero no con tanto éxito. Este año los polvos urgentes con solo una sábana separando a los ejecutores del espectador, las felaciones en la piscina o las erecciones (celebradas en redes con gif incluido) de algunos de los participantes parecen haber conseguido algo impensable en pleno 2025: sorprender a la audiencia del mismo modo en que lleva haciéndolo seis ediciones y demostrar que, en tiempos de Onlyfans, de la IA, de Pornhub y del porno inmersivo, un concepto sigue funcionando: un polvo de verdad.

El sexo, el mundo del intercambio de pareja y todo lo que reuniese nocturnidad con lujuria fue de especial interés en los años noventa. Programas enormemente populares como Esta noche cruzamos el Mississippi (Telecinco) dedicaban reportajes al mundo de la prostitución, el striptease, el porno, las saunas o los locales de intercambio de parejas y sexo libre. Para ello, el espacio de Pepe Navarro tenía a su propia reportera, una mujer recta, moralista y chapada a la antigua llamada La Reme (interpretada por la actriz Maribel Ripoll). En Antena 3 respondieron con La noche prohibida, un programa con una pareja de presentadores que hoy choca (José Coronado e Ivonne Reyes) dedicado, enteramente, al erotismo. Otros programas como TNT (Telecinco) o El Rayo (Antena 3) siguieron a la zaga: gran parte de su contenido tenía que ver con el sexo. Pero más allá del porno de Canal Plus, debidamente codificado desde 1990, ninguna televisión se había arriesgado a mostrar sexo real.

Antes de la llegada de la terrealidad con Gran Hermano, los espectadores españoles ya tuvieron un aperitivo de lo que les esperaba y pudieron ver sexo real en sus televisiones con un formato que no distaba demasiado del espacio que revolucionaría las parrillas. Espacios como Impacto TV o Ver para creer se hicieron muy populares en Antena 3 a finales de los noventa gracias a mostrar grabaciones domésticas de desastres, caídas, momentos cómicos o... sexo, claro. Las partes más comentadas del programa eran los vídeos tomados en playas españolas, casi siempre de noche, casi siempre en localidades turísticas en meses de verano, en los que una pareja joven aprovechaba la playa para darse un revolcón pensando que nadie miraba. La geografía mediterránea española pudo empezar a poner puntos verdes en toda su costa para marcar, desde Oropesa a Benidorm, qué playas habían salido en el programa gracias a (o por culpa de) una pareja que pensó que ese era el mejor sitio para tener relaciones sexuales y a la inquietante persona que estaba preparado con una cámara de vídeo en mano (en una era sin smartphones, lo de llevar la cámara de vídeo encima no era en absoluto habitual).

Cuando Gran Hermano llegó a Telecinco el 23 de abril del año 2000, año cero de la televisión y la fama según la entendemos en el siglo XXI, lo hizo con la premisa de que emitiría en directo la vida privada de diez concursantes encerrados en una casa llena de cámaras. Y parte de esa vida privada, claro, era el sexo. Visto el filón de las parejas que se formaban en la casa, el programa dio con el cacareado concepto de la hora sin cámaras en la tercera edición: ofrecía privacidad a los concursantes que quisieran tener sexo. Con truco: La privacidad sería visual, pero no sonora: si bien no se emitirían las imágenes de contenido sexual, sí se grabarían y emitirían los sonidos. Antes de ese momento se las tenían que ingeniar de otra manera. Así inventaron el popular edredoning: es decir, tener sexo bajo las sábanas y a oscuras para que la cámara no pudiese grabarlo. Así asistió España a la primera relación sexual televisada de su historia, la de María José Galera y Jorge Berrocal en abril del año 2000. Ella confesó, en otro programa de la cadena años después, que fueron relaciones sexuales completas. Según relataban años después algunos trabajadores del programa en encuentros y conferencias, una pareja fue mucho más sagaz en la segunda edición: conscientes de que las imágenes de un polvo nunca se podrían emitir en una televisión en abierto, se limitaban a hacer el amor sin edredón y con las luces encendidas. A veces, la mejor manera de ocultar algo es dejarlo a vista de todos.

Una especie de versión sietemesina de La isla de las tentaciones llegó a Antena 3 el 27 de enero de 2002 con el nombre de Confianza Ciega. La dinámica era la misma: parejas separadas en dos casas y enfrentadas a un rebaño de bellezas del sexo contrario para crear imágenes que eran después mostradas en la casa de al lado. El programa dejó algunas imágenes de pasión acuática que hoy serían consideradas aptas para la televisión de tarde. En todo caso abrió la veda para que llegase en 2003 uno de los elementos más significativos de Gran Hermano: el jacuzzi. Un solo hombre, el argentino Matías, de la cuarta edición del formato, lo usó para la la conquista en cuatro ocasiones con cuatro mujeres diferentes. Desde entonces, el jacuzzi se convertiría en el verdadero epicentro sexual del reality.

Pero hay que volver a Antena 3 para llegar a la que fue la escena más explícita y epatante emitida hasta entonces en la televisión. El reality La granja siguió la estela de Gran Hermano VIP, un paso natural de aquella gran idea de mostrar la intimidad de personas reales en televisión: que esas personas reales sean, además, famosas. En su segunda edición, emitida durante la primavera de 2005, el encuentro sexual entre dos de sus participantes (Fernando Acaso y Alicia Machado) dejó a los espectadores (y a los familiares en plató) boquiabiertos: pese a que la estancia estaba a oscuras y solo se veía lo que las cámaras de visión nocturna captaban, los movimientos explícitos y las apasionada verborrea de ella abrió una especie de puerta hasta entonces cerrada: España estaba viendo un coito, uno real, con todos sus ruidos, palabras y movimientos.

En el año 2006, el programa TNT fue demasiado lejos incluso para los directivos de Telecinco, de moral relajada en lo que se refería a su horario nocturno. Uno de sus colaboradores, Quique Jiménez, alias Torito, visitó un festival de porno en Barcelona (nada fuera de lo común para los contenidos del espacio), pero lo de dejarse practicar una lluvia dorada por parte de una profesional del cine para adultos y lo de que el espacio decidiera emitirlo fue demasiado para la cadena, que prescindió de sus servicios (volvió a la cadena dos años después).

Abierta la puerta del sexo real en el mundo del reality, algunos programas del corazón se apuntaron a la tendencia. También en Antena 3, que por aquel entonces quería jugar en la liga de su competidor directo y aún no había jugado la carta de la televisión amable y familiar que la mantiene hoy en cabeza de las audiencias. En el extinto ¿Dónde estás corazón? (2003-2011) se ofrecieron, en 2011, unas imágenes que mostraban a la celebridad multimedia y estrella de realities Leticia Sabater teniendo sexo en la orilla de una playa. Si bien las imágenes, de nuevo, no eran explícitas como exige la televisión generalista, si lo eran los movimientos y los gestos, inauditos en aquel espacio. En el mismo programa y en el mismo año (algo echaron en el agua aquel verano), apareció el bailaor Antonio Canales practicando una felación al que era su pareja en una playa de Sitges (él explicó años después que había sido una traición de aquel novio, que se llevó a cambio 14.000 euros). La ropa y que llevaban ambos y el grano de la imagen era lo único que hacía que la imagen no computase como clasificada X.

Desde entonces, en los programas de telerrealidad el sexo es cada vez más habitual, los desnudos integrales también (formatos como Aventura en pelotas o Naked Attraction ya gozan de sus versiones españolas) y plataformas como Onlyfans han roto definitivamente los muros entre erotismo y la pornografía o entre la vida pública y vida íntima: sus estrellas más rutilantes saltan habitualmente a las páginas del corazón (la actriz para adultos Claudia Bavel es una de las revelaciones de la prensa amarilla de 2025) o se abren camino en la televisión generalista como colaboradores en programas (Sergio Mengual lo intentó en el efímero Cuentos chinos). O sea, ahora ciertos famosos no van a la televisión a exponerse: quien quiera verlos expuestos tiene canales en los que hacerlo previo pago de su importe. Sin embargo, hay escenas de sexualidad que siguen tocando algo atávico en el espectador. La isla de las tentaciones lo demuestra: por más que llevemos un cuarto de siglo asistiendo al sexo real y sin artificios en televisión, aún funciona verlo de nuevo. Hay una expresión en inglés para esto: the gift that keeps on giving, que viene a significar algo así como que hay cosas cuyo efecto nunca se termina, no se gasta. La isla de las tentaciones parece haber patentado esa fórmula. Mediaset, que no quería más escándalos, la sigue comprando.

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Sobre la firma

Guillermo Alonso
Editor web de ICON. Ha trabajado en Vanity Fair y Telecinco. Ha publicado las novelas ‘Vivan los hombres cabales’ y ‘Muestras privadas de afecto’, el libro de relatos ‘La lengua entre los dientes’ y el ensayo ‘Michael Jackson. Música de luz, vida de sombras’. Su podcast ‘Arsénico Caviar’ ganó el Ondas Global del Podcast 2023 a mejor conversacional.
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