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El fenómeno OnlyFans: ¿ha salvado el porno o lo ha convertido en el nuevo Uber?

La pandemia ha visto un repunte en el consumo del contenido para adultos en Internet y también la popularización de diferentes plataformas que llevan directamente a una estrella (o a un desconocido) a crear y gestionar su propio contenido de alto voltaje desde casa. Muchos famosos (y no del mundo del porno) ya se han apuntado

La aparición de un virus que impide el contacto físico ha hecho que las perspectivas para la industria del porno no parezcan muy halagüeñas. Quizás por eso, plataformas como OnlyFans se hayan erigido como tablas de salvación.
La aparición de un virus que impide el contacto físico ha hecho que las perspectivas para la industria del porno no parezcan muy halagüeñas. Quizás por eso, plataformas como OnlyFans se hayan erigido como tablas de salvación.Ilustración: Blanca López (EL PAÍS)

Si algo ha dejado claro esta crisis sanitaria es que el porno, en una sociedad de consumo como la nuestra, es un bien de primera necesidad. El peor mes de la pandemia fue el mejor para el portal de portales del porno -Pornhub- con picos de crecimiento diarios de hasta casi un 17%. La emergencia fue tal que en Reino Unido los trabajadores del sexo lanzaron una campaña bajo el hashtag #WanksAsThanks (“danos las gracias con una paja”) para recaudar fondos al tiempo que facilitaban al personal sanitario su momento feliz del día ofreciéndoles acceso gratuito a sus contenidos digitales. Y, en un dudoso gesto de solidaridad onanista, el ya citado gigante del contenido para adultos en la red puso su cuenta Premium a disposición de quien quisiera. Por supuesto, este estratégico movimiento recibió no pocas críticas. En un Internet poblado de contenido explícito con todos los problemas que ello conlleva no parecía muy necesario subir la apuesta.

Antonio Marcos, presidente de APEOGA (Asociación de Productores, Editores de Obras y Grabaciones de Adultos) y creador de los premios Bonobo lo tiene claro: “Cuando nosotros empezamos a hacer porno, en los noventa, aquello era un género cinematográfico. Hoy no tiene nada que ver con eso. Se ha convertido en una fábrica de hacer escenas cuanto más burras mejor para que la gente pique. Sólo se buscan clics para poder comercializar esos datos. Y, por el camino, eso lo ven niños. Dentro de ese panorama, Pornhub es el gran dragón que acumula y vende datos. Ahora mismo va a haber un cambio en la ley audiovisual y nosotros hemos querido entrar para exponer la problemática que hay con los menores y no nos hacen caso. Dicen que no van a poner puertas al campo”.

Un problema que está íntimamente ligado al hecho de que se haya sistematizado el consumo gratuito. “Aunque a veces descubro que mis películas han sido robadas y publicadas en sites gratuitos", explica Erika Lust, directora independiente de cine para adultos, "los usuarios dentro de mi comunidad en XConfessions, Lust Cinema, Else Cinema y el Store by Erika Lust entienden por qué es necesario pagar por el porno. Hay que garantizar buenas condiciones de trabajo y pagos justos. Cuando esto sucede se refleja en la peli. Las empresas suelen hacer películas con presupuestos bajos y necesitan producir tanto como sea posible debido a la competencia feroz y a la necesidad de ser lo más rentables posible. Esto lleva a una representación muy pobre del sexo en la pantalla. Afortunadamente, un público cada vez mayor busca alternativas al estereotipo de pornografía mecánica fuera de estos sitios gratuitos. Quieren una representación del sexo con más pasión, erotismo y contexto en lugar de guiones baratos e historias sin emociones”.

Obviamente en una industria basada en el contacto físico la aparición de un virus que impide precisamente tocarse, las perspectivas no parecían muy halagüeñas. Quizás por eso, plataformas como OnlyFans se han erigido como tablas de salvación de un negocio que, a pesar de todo, sigue siendo no solo uno de los más boyantes del mundo sino uno de los que no para de crecer (en el último año el consumo de porno gay ha crecido casi un 5% y el público femenino lo hizo en tres puntos). Y es que como dice el pornólogo y doctor en Ciencias Sociales Dani Mundo, “el porno no puede desaparecer. A lo sumo, se irá apropiando de las nuevas aplicaciones. El porno es proliferante e Internet es el espacio ideal para su consumo”.

Para muchos, Onlyfans es la mejor manera de marcar los límites en una industria históricamente cuestionada
Para muchos, Onlyfans es la mejor manera de marcar los límites en una industria históricamente cuestionadaIlustración: Blanca López

Pero, ¿qué es OnlyFans? Fundada en 2016 por Tim Stokely (el Mark Zuckerberg del porno), funciona como una red social en la que nanocelebridades comparten contenido –casi siempre erótico– bajo demanda (el 80% de las ganancias son para ellos; el 20%, para la empresa). Con 60 millones de usuarios y más de 750.000 creadores de contenido, se ha convertido en el refugio de muchos profesionales, no solo trabajadores del sexo, que encuentran en esta plataforma la mejor de las vías para generar ingresos sin salir de casa.

Así, en OnlyFans se puede uno topar con pornostars, claro, pero también con dj, actores, modelos, fauna televisiva de todo pelaje, influencers o preparadores físicos… Al éxito de la plataforma ha contribuido el hecho de que el contenido no esté visible si no estás suscrito: puede ser material explícito o esos selfies sugerentes contra los que Instagram nos ha inmunizado. Y en esa ambigüedad puede usted encontrar desde las actrices de cine para adultos Apolonia Lapiedra o Honey Gold hasta el dj Jacobo Ostos, el actor Tyler Posey, la periodista musical Lily Mercer o el rapero Tyga, quien fue acusado hace unas semanas de filtrar él mismo la foto de su pene para conseguir más seguidores. Y, por supuesto, a miles de personas anónimas que utilizan la plataforma para sacarse un sobresueldo si consiguen los suficientes suscriptores.

Una nueva normalidad que, según la escritora y periodista Analía Iglesias, coautora junto a Martha Zein de Lo que esconde el agujero: el porno en tiempos obscenos (Catarata, 2018) no debería sorprendernos. “Vivimos una época de hipervisualización y de cultura del espectáculo que está llegando a los límites de la hipersexualización en lo digital. Desde las redes se ha estimulado visibilizar todo cuanto hacemos. Es esa sociedad de la transparencia de la que habla Byung-Chul-Han donde todo es visible y todo es iluminado para ser optimizado y monetizado. Forma parte de la exigencia de la sociedad de consumo: sentir que tenemos que mostrar todo o de, lo contrario, estamos perdiendo el tiempo”. Mundo va más allá: “Si me apuras, diría que las redes sociales son un derivado cool del porno, un derivado socialdemócrata de este género que, por absurdo que suene, sigue estigmatizado. Yo creo que el narcisismo es nuestro verdadero problema, no el porno”.

Para muchos, Onlyfans, más allá de una golosa fuente de ingresos extra o de una manera de escapar del parón impuesto por el virus, es la mejor manera de marcar los límites en una industria que ha sido tachada históricamente de poco ética. “Creo que la ética en el porno", puntualiza la periodista y actriz porno Amaranta Hank, "no es tanto el resultado o la representación de lo que se ve. Tiene más que ver con el trato tras las cámaras. En este sentido, estas plataformas me parecen fabulosas: todos trabajamos más tranquilos, ha dejado de ser un monopolio de pocas productoras y cada cual decide qué hacer. A muchas actrices les va muy bien solo con la masturbación, sin tener que hacer nada fuerte o compartido”.

Gracias a Pornhub el cine para adultos ha pasado de ser un género que vivía en las sombras a un fenómeno que atrae a cantantes famosos, marcas reconocidas y causas ecologistas.
Gracias a Pornhub el cine para adultos ha pasado de ser un género que vivía en las sombras a un fenómeno que atrae a cantantes famosos, marcas reconocidas y causas ecologistas. Getty (Montaje: Blanca López)

Y es que curiosamente este porno a la carta parece diferir bastante de los patrones que gobiernan el porno tradicional. No hay peticiones de sexo violento y sí, por ejemplo, uso de preservativos. No se trata tanto de conseguir porno gratis y salvaje (para eso está el resto de Internet) como de conocer a tu ídolo de un modo más íntimo. Para algunos, como Lust, fenómenos como este podrían marcar las pautas de un nuevo porno. “El hecho de que sex performers y directores de pelis para adultos dependan menos de la industria hace que se atrevan a denunciar condiciones pobres de trabajo y episodios de abuso sexual o racismo de la propia industria. Y parece que, en cierto modo, las grandes empresas del porno están intentando adaptarse poco a poco a una nueva forma de hacer las pelis con más conciencia, más valores y más inclusividad”.

Pero este modelo de negocio (que recuerda demasiado a los de Glovo, Deliveroo o Uber) está lejos de ser la panacea y no es más que el enésimo reflejo de la actual precarización laboral. Por un lado esta atomización de la producción supone la destrucción de una industria. Otra más. “No seré yo quien defienda la industria del porno", dice Iglesias, "pero este fenómeno está precarizando aún más al trabajador que vende su fuerza de trabajo o alquila un pedazo de su cuerpo mientras el capital se va concentrando. Me refiero al capital de Silicon Valley, a las tecnológicas, a los dueños de los algoritmos. No deja de ser otro paso más hacia el tecnocapitalismo, ese lugar donde la redistribución del capital siempre es hacia arriba. Cada crisis es un grado más de concentración del dinero en cinco o seis manos. El desarrollo de la vida digital, del hágalo usted mismo y el proveer de contenidos a las webs gratuitamente hace que las profesiones vayan perdiendo sentido”.

Unas consecuencias que ya se están dejando ver. El actor porno gay Dani Robles cuenta: “Llevo seis años trabajando en esto. Este trabajo te permite tener mucho tiempo libre, altos ingresos (sobre todo en el porno gay), viajar con frecuencia, conocer sitios... Mucha gente quiere vivir así y esto provoca un boom, pero el hecho de que haya tantos hace que las productoras se están permitiendo una guerra de precios”. Según Marcos, la gig economy aplicada al porno es un espejismo: “Este tipo de plataformas ponen a sus voceros a decir que se gana muchísimo dinero [Daniela Blume ha afirmado que ha llegado a ganar 20.000 euros en un día a través de su cuenta de OnlyFans] y no es verdad. Eso sí, las plataformas consiguen llenar sus servidores de imágenes sexuales que los dueños de las mismas no controlan”. La enésima consagración de esa filosofía laboral tan perversa del ‘tanto vendes, tanto vales’ o del engañoso ‘sé tu propio jefe’. “Funciona como una red social: cuanto más te involucres y más activo estés, más beneficios te da”, explica Robles.


Erika Lust.
Erika Lust.

Sin olvidar que no deja de ser un contenido digital y, como tal, susceptible de ser hackeado. Aunque las normas de OnlyFans prohíban hacer capturas de pantallas o grabaciones y haya quien argumente bastante ingenuamente por otra parte, como Robles, que nadie compartiría un contenido que le ha costado 200 euros, lo cierto es que este pasado mes de marzo se filtraron 1,5 terabytes de contenido adulto de dicha red (unos tres millones de imágenes y 750 horas de vídeo) y no hay que esforzarse mucho para encontrar algunos de esos contenidos supuestamente privados en foros como Reddit. Parece que la sextorsión, ese término acuñado hace unos años y que se refiere al chantaje basado en la amenaza de revelar información íntima sobre la víctima, ha dejado de preocupar a los “pornonativos”, como se les denomina en el libro de Iglesias y Zein.

En cualquier caso, se trata de unos usos y costumbres que no hacen sino redundar en el gran problema de la pornografía: inundar Internet de contenido explícito sin filtro de ningún tipo. Resulta sorprendente comprobar como una red social blanca como Twitter está infestada de vídeos sexuales a pesar de que este enero entrara en vigor una nueva normativa mucho más estricta. Una cuestión que no es en absoluto baladí si tenemos en cuenta que hace unas semanas la asociación Save the Children publicaba un alarmante informe que señalaba que más de la mitad de los jóvenes tiene el primer contacto con la pornografía entre los 6 y los 12 años. En este sentido, Marcos parece haber encontrado una solución. Se llama Vivex.TV y es una página web que además de impedir el acceso a menores y comprometerse a no comercializar con los datos de los usuarios, apuesta por los largometrajes y por una pornografía que no incluya escenas violentas contra la mujer. “Hay que deconstruir el porno porque lo que hay ahora no es cine, es violencia. Queremos que Vivex sea el ejemplo de las páginas web para adultos, explica Marcos. Hemos creado un método por el cual metiendo ciertos datos del DNI, te deja pasar si eres mayor de edad y si no, no. Hay filmes de principios del siglo pasado, de 1990 a aquí, alguna cosa de Jaime Chávarri... Es nuestra defensa de la pornografía como género”.

Quizás la situación actual es solo un paso más en la deriva que emprendió la industria hace años, cuando olvidó que el porno era un género cinematográfico que hacía películas y no un suministrador de escenas a cual más fuerte y que ha permitido cosas tan terroríficas como que se filtren imágenes de violaciones reales en algunas plataformas. “La industria del porno sigue siendo androcéntrica: está dirigida por hombres blancos, cisgénero, heterosexuales de mediana edad", explica Lust. "Así, lo que aparece en pantalla es lo que les parece sexy a ellos. La pornografía se ha convertido en anatomía: pechos, pollas y vaginas, mamadas, garganta profunda y corridas. La mujer es una enfermera cachonda, una policía cachonda, una ama de casa cachonda y los hombres son máquinas sexuales cuyo único propósito es penetrar. Es como si en el cine solo hubiera hombres rodando películas de acción. ¿Dónde están las personas creativas en el porno? ¿Dónde está el Almodóvar, la Sofia Coppola, la Jane Campion del porno? No es necesario estar expuesto a un solo tipo de pornografía con lenguaje agresivo, situaciones irreales y sexo sin consentimiento presentados como si no fuera nada malo. La pornografía está destinada a ser entretenimiento pero, debido a la pésima educación sexual, acaba siendo la única exposición al sexo que recibe mucha gente, especialmente jóvenes que no tienen la capacidad crítica de entender que lo que ven en pantalla es pura (y daniña) fantasía. El sexo en la vida real no debería imitar la pornografía, la pornografía debería empezar a imitar el sexo real,” concluye.

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