Cine para cerrar heridas
Cineasta y keniano, Wa N’Dung’u habla del SIDA en su última película. / Foto: Carlos Otero / FCAT
El 30 de diciembre de 2007, Kenia se deslizó por la pendiente de la violencia sin freno. El guión no era muy original, elecciones ajustadas, dos candidatos de etnias diferentes, llamadas al odio desde ambos bandos, pero las consecuencias fueron trágicas, con 1.300 muertos y más de medio millón de desplazados. Partidarios de ambos líderes se enfrentaron a sangre y fuego en las calles y pueblos del país hasta que un acuerdo entre Kibaki y Odinga puso fin a la matanza. La película Something Necessary (Algo necesario), que se puede ver estos días en el Festival de Cine Africano de Córdoba (FCAT), escarba en este dolor para contribuir a cerrar la herida. No es una historia de buenos y malos, de víctimas y verdugos, sino más bien la de personas normales enfrentadas a sus propios demonios. Porque la justicia y la reconciliación no atajan nunca por el olvido.
“Hemos pretendido contar una historia humana, íntima, con el trasfondo de las violencias postelectorales de 2007 y 2008, una historia de pérdida, de amor, de reconstrucción de uno mismo”, asegura Mungai Kiroga, guionista de Something Necessary, quien se inspiró en los testimonios de amigos y parientes, “en sus relatos, en las conversaciones telefónicas que mantuve con ellos mientras estaban encerrados en sus casas asistiendo impresionados a la violencia que se extendía por las calles”. La película se estrenó este año, meses antes de las siguientes elecciones presidenciales que tuvieron lugar tras las matanzas de 2007-2008. “Los políticos nos manipularon, trataron de dividirnos creando barreras donde no las había”, añade con cierto resquemor.
Luego, la gran paradoja. Tras las elecciones de 2013 el país está ahora en manos, precisamente, de dos de las personas imputadas por la Corte Penal Internacional (CPI) por aquella violencia, el presidente Uhuru Kenyatta y su vicepresidente William Ruto. “Juzgar sólo a los líderes es como poner una tirita sobre una enorme herida, sólo un efecto placebo. La sociedad tiene la voluntad de salir adelante, pero ellos se han unido por mero interés, con el objetivo de tener inmunidad frente a un posible juicio”, asegura Kamau Wa N’Dung’u, también keniano, director de cine, cuyo próximo proyecto, Nisisi (Somos nosotros), aborda este tema. “Intento promocionar la identidad keniana más allá de etnias y grupos. En las últimas elecciones no hubo violencia, pero los periodistas internacionales fueron a Kenia esperando que se reprodujera todo aquello, me llamaban y me preguntaban, ¿qué, todavía no se están matando?, pero no, se quedaron con las ganas”.
WaN’Dung’u está convencido de que el cine tiene un gran rol que jugar a la hora de la reconciliación. “Tenemos que indagar cómo cerrar aquella herida, el problema es que la gente que hizo todo aquello está ahí, los vemos todos los días, convivimos con ellos. Hay que hacer justicia, pero también hay que perdonar. Es una delgada línea. Y luego hay que plantearse a dónde vamos ahora, qué hacemos para continuar todos juntos”. El cineasta se adentra en su última película, Ndoto Za Elibidi (Los sueños de Elibidi), en los recovecos del rechazo y la intolerancia a través de un tema que también estremece a la sociedad keniana, el SIDA. “La cinta muestra cómo el virus puede afectar a una familia entera, el daño que puede hacer, pero sobre todo es la historia de cómo luchar contra este problema, de cómo salir adelante”, explica.
Y hablando de barreras invisibles, el FCAT también cuenta en esta edición con una película que muestra cómo los largos años de apartheid, en Sudáfrica, lograron consolidar la creación de compartimentos en la sociedad de este país que aún no han sido superados, pese a que el segregacionismo de los no blancos cayó oficialmente hace casi veinte años. “El símbolo de nuestro país es el Arco Iris y es un poco así, están todos los colores pero no se mezclan”, asegura la canadiense Shannon Walsh, codirectora junto a Arya Lalloo de la cinta Jeppe on a Friday, que recoge varias historias cotidianas de un barrio del centro de Johanesburgo.
“Pretendemos ir más allá de la historia dominante de dicotomía entre blancos y negros. Es una narrativa diferente. Mostramos una radiografía alternativa de lo que ha sido el apartheid. Muchas veces se nos pide a los cineastas sudafricanos que mostremos una visión clara y unívoca de nuestra sociedad. Y esto es una responsabilidad muy grande, son múltiples los espejos desde los que se puede mirar la realidad. Sudáfrica no es solo blancos y negros, ni tampoco es solo violencia urbana y marginación, queremos hablar del ser humano”, asegura Lalloo.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.