Baleares y la marcha del futuro
Ultima Hora / Balares, 29 de septiembre.
Las Islas Baleares se tiñeron de verde, se pintaron de esperanza, se unieron en un grito de dignidad, poniendo en evidencia la enorme fortaleza de las luchas por la educación pública en toda España.
Ayer, 29 de septiembre, más de 100 mil personas, muchísimas de ellas niños y niñas, marcharon por las calles de Palma, Mahón, Ibiza y Formentera en rechazo a la reforma educativa del gobierno balear. Un conjunto de medidas que, en sintonía con las que implementa la administración nacional del Partido Popular, imponen una rigurosa restricción presupuestaria y pretenden doblegar tradiciones y reivindicaciones democráticas históricas en el sistema escolar de las islas.
Además de los recortes, que impactan negativamente en las oportunidades educativas de los más pobres, el gobierno de José Ramón Bauzá, pretende ejercer una destructiva estrategia de disciplinamiento cultural, bajo la protección de un decreto-ley que disminuye las horas de enseñanza en catalán y castellano, en detrimento de las de inglés. El Tratamiento Integrado de las Lenguas (TIL) y la denominada Ley de Símbolos expresan las dimensiones conservadoras de una reforma educativa que pretende ocultarse bajo el mandato de la necesaria inserción competitiva internacional del país y el llamado a la unidad nacional. Más allá de la innegable importancia que tiene la enseñanza del inglés, es también innegable que, en un contexto de reducción de la inversión pública, el trilingüismo aparentemente modernizador que ha impuesto el gobierno balear, sólo conducirá a la reducción de las horas de enseñanza en catalán. Una medida articulada con la prohibición de la bandera de cuatro barras en los centros educativos, expresión de la herencia cultural y la defensa de la lenga catalana.
Las Islas Baleares muestran hoy, emblemáticamente, los rumbos de una reforma que busca destruir el sentido democrático de la escuela pública universal e inclusiva, imponiendo medidas que subordinan la escolaridad a las supuestas demandas competitivas de la economía y del mercado de trabajo. Al mismo tiempo, intentan refundar la función reaccionaria, disciplinadora y moralizante que las prácticas educativas ejercen. Hay un déjà vu franquista y decimonónico en la actual reforma educativa española, cada vez más difícil de ocultar por quienes la impulsan desde el gobierno nacional y las comunidades autónomas.
Contra esto, y en defensa de la educación pública, marcharon ayer más del 10% de la población balear. El equivalente a 1 millón y medio de manifestantes en la Ciudad de México, 2 millones y medio en Shangái o 4 millones en San Pablo. Lo hicieron también en apoyo a una huelga indefinida docente que ya lleva más de dos semanas, con gran solidaridad de las familias y todas las fuerzas y organizaciones progresistas locales. El protagonismo de las organizaciones sindicales, particularmente del poderoso Sindicat de Treballadores i Treballadors de les Illes Balears (STEI), mantiene en jaque al gobierno. Pere Polo Fernández, uno de los históricos dirigentes sindicales de las islas, durante la marcha de ayer no paraba de sacar fotos y enviarlas a sus amigos y contactos de todo el mundo. Recibía a cambio decenas de muestras de solidaridad y apoyo. Cuenta, con su habitual entusiasmo, que se vivió un día desbordante, fantástico, que siente mucho orgullo y una emoción inmensa por ser docente. Cuenta, con la voz entrecortada, que en Porto Colom se conmovió como casi nunca lo había hecho, cuando vio una niña sosteniendo un pancarta que decía: “Gracias maestros, por luchar por mi futuro”.
Sin embargo, una de las características que hoy poseen los procesos de lucha por la escuela pública en España, es la impactante fuerza de movilización y convocatoria que tienen las asociaciones de madres y padres, reunidas nacionalmente en la CEAPA. No cabe duda que uno de los grandes problemas que han enfrentado los sindicatos docentes para llevar a cabo sus planes de lucha, en todo el mundo, ha sido la resistencia de las familias para sumarse y asociarse a las reivindicaciones salariales y profesionales del magisterio. La experiencia actual y, particularmente, el proceso de movilización que se lleva a cabo en Baleares, muestra una articulación creativa y respetuosa entre organizaciones cuyas demandas no siempre transitan por la misma senda. No cabe duda que el protagonismo sindical pierde visibilidad y expresión pública en movilizaciones que atraviesan a una sociedad que se apropia de ellas, transcendiendo las formas tradicionales de organización de la protesta. Sin embargo, la experiencia balear muestra que es posible y necesario articular espacios de lucha por la educación democrática e inclusiva, sin perder especificidad o identidad y ganando aún más fuerza. Quizás una de las pocas reflexiones acertadas que se ha escuchado de la Consejera [ministra] de Educación Balear, Joana María Camps, es que se trata de un “movimiento con intereses políticos”. En efecto, la manifestación de ayer puso en evidencia el interés de la sociedad por cambiar radicalmente una política educativa conservadora, movilizándose en los centros escolares y en las calles, así, de a montones, de a miles, en lo que quizás sea la mayor marcha en la historia democrática de las Islas Baleares.
Desde Sur, desde una Latinoamérica para la cual la reforma educativa española parece tan cercana y tan distante, no podemos sino expresar nuestra más total solidaridad con quienes luchan por el derecho a la educación y la defensa de la escuela pública, en todos los sitios de España y en las Islas Baleares, particularmente. Muchos abuelas y abuelos de grandes militantes y dirigentes políticos que construyeron las democracias latinoamericanas, vinieron de esas islas cosmopolitas y de una extraordinaria riqueza cultural. Desde los años ochenta, Baleares ha sido una usina productora de cooperantes que han participado y colaborado con numerosos proyectos educativos en Centroamérica y los países andinos, construyendo oportunidades y fortaleciendo luchas por la ampliación de los derechos humanos, con gran dedicación, enorme esfuerzo y no poca valentía. Un impulso de cooperación internacional que las administraciones conservadoras siempre han intentado destruir, asfixiando presupuestariamente los proyectos en curso y desentendiéndose de una herencia internacionalista que ha sido una de las marcas de las fuerzas progresistas locales.
Ayer, en Palma, Mahón, Ibiza y Formentera, miles de latinoamericanos y latinoamericanas marchamos vestidos de verde, uniendo nuestras manos y mirando hacia el mismo futuro.
Desde Santiago de Chile
Libertad / Palma de Mallorca, 29 de septiembre de 2013 / Foto: Pero Pelo F.
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