Aire fresco en la Iglesia católica
Está por ver si lo que dice y hace el papa Francisco sigue adelante y supone un cambio que bien necesita la Iglesia católica, o se queda en agua de borrajas. Pero, de momento, es una corriente de aire fresco que ojalá contribuya a hacer desaparecer el olor a naftalina que se desprende de las sotanas de algunos de nuestros obispos.
No sé lo que les habrá parecido a Rouco y compañía que Francisco viaje en un cuatro latas y que habite en un convento, en lugar de en un palacio. De lo que estoy seguro es de que sus últimas declaraciones acerca de la obsesión que padecen algunos con el aborto y los homosexuales no les habrá gustado nada, dada su presencia en distintas manifestaciones y las opiniones vertidas repetidamente por algunos de sus prelados.
Además, el Papa se ha pronunciado por la comprensión, el diálogo y el amor, en lugar de la condena, y, por si fuera poco, por la igualdad y la integración real de las mujeres en la Iglesia. ¡Ahí es nada!
Y, por si todo esto no fuera suficiente, se muestra comprensivo y posibilista ante la desaparición del celibato. Bueno, pues ojalá siga por esta senda. Ojalá se abran las puertas y las ventanas de la Iglesia, para que por ella puedan entrar todos, para que “los guardianes de la fe” dejen de arrogarse funciones que no les competen, para que el aire fresco acabe con el aire viciado, ese aire viciado que ha hecho que muchos abandonen los templos.— Ángel Villegas Bravo.
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