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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Esperanzas y riesgos

El fin de la recesión no implica que mejore el paro ni que se normalice el sistema financiero

El presidente Mariano Rajoy avanzó ayer ante el Comité Ejecutivo Nacional de su partido que los datos de empleo del mes pasado han sido los mejores de todos los meses de agosto desde el año 2000. Otros registros económicos y financieros globales han experimentado un vuelco positivo en relación a años recientes. A pesar de que una posible intervención militar en Siria haya deteriorado la estabilidad, los indicadores de crecimiento económico en la eurozona son menos adversos que hace un año. Formalmente el área monetaria ha abandonado la recesión en el segundo trimestre, y lo ha hecho de la mano de Alemania y Francia, que han sorprendido con ritmos de crecimiento superiores a los esperados. España sigue por el momento en recesión, aunque es probable que la supere durante este trimestre.

Que se abandone el crecimiento negativo del PIB, de ningún modo significa que las economías europeas retoman tasas expansivas de cierta significación. Desde luego, no son suficientes para que el desempleo se reduzca de manera rotunda. La salida de la recesión tampoco propiciará una inmediata normalización de la actividad de los sistemas bancarios en las economías periféricas. Los indicadores más recientes de crecimiento del crédito siguen expresando anomalías impropias de una zona monetaria.

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Esas limitaciones son particularmente explicitas en la economía española. El impulso en el que se ha asentado la menor contracción del crecimiento económico, las exportaciones de bienes y servicios y la reducción de las importaciones ha sido insuficiente para compensar la debilidad de casi todos los componentes de la demanda interna; desde luego, de la inversión empresarial y del consumo de las familias. Aun cuando ese dinamismo inequívocamente favorable del sector exterior se mantenga en los próximos meses y se sorteen las amenazas asociadas a la desaceleración de las economías emergentes y las transmitidas por la inestabilidad geopolítica, la demanda de las familias seguirá acusando los prolongados descensos en la renta disponible. La situación financiera de familias y empresas no ha mejorado de forma significativa: el endeudamiento sigue siendo elevado y el valor de los activos, fundamentalmente inmobiliarios, seguirá depreciándose. No es el mejor de los contextos para que los bancos abandonen la inhibición en la oferta de crédito que mantienen desde el inicio de la crisis. Tampoco lo es para que se reduzca el desempleo.

Ninguna institución anticipa ritmos de crecimiento del PIB que puedan alcanzar el 1% el año que viene. No será un panorama que invite a la euforia el que les toque vivir a la mayoría de los agentes económicos el próximo año. No pueden descartarse aún las peores consecuencias de una recesión: las cifras de empleo, las condiciones de vida de las familias y las condiciones de financiación siguen asemejándose a una depresión en toda regla. No convendría, por tanto, generar falsas expectativas.

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