¿Un Papa para los 'indignados'?
Esta entrada ha sido escrita por Mar Martínez (@marmartinez).
¿Totus tuus? Foto: juarkord/Wikimedia Commons.
Siempre acabamos llegando a donde nos esperan, sentenció Saramago en una de sus últimas novelas con una rotundidad apabullante. La ciudad de Río de Janeiro se había preparado durante meses para recibir a miles de peregrinos con motivo de la visita del Papa Francisco, y aún así las previsiones fueron desbordadas por la realidad. En varios momentos coincidieron en las calles tres millones de fieles más una multitud de cariocas indignados, generando un clima de perpetua marejada humana.
Los movimientos ciudadanos no son totalmente asimilables a los religiosos, aunque comparten con estos dos aspectos esenciales: una motivación emocional y la necesidad de liderazgo. En cuanto a la motivación de las protestas civiles en Brasil, la explicación es sencilla. El origen fue el incremento de las tarifas metropolitanas de autobús por un importe equivalente a unos 7 céntimos de euro. Tal medida, a priori insignificante, agravó el descontento generalizado de la clase media brasileña, cuyo poder adquisitivo está muy por debajo de la capacidad de compra de las familias en países económicamente más avanzados. En particular fueron los jóvenes conocidos como bobos, (término que nace de la contracción de los adjetivos burgueses y bohemios) quienes al principio tomaron la iniciativa para reivindicar mejoras educativas y sanitarias frente al excesivo gasto público en infraestructuras deportivas. En el trasfondo de las manifestaciones se halla también la necesidad de pulir unas instituciones aún ancladas en el siglo XIX.
En alguna ocasión he recordado el título de las más célebre obra de Ortega y Gasset: La Rebelión de las Masas. Aunque el filósofo se inspiró en la Europa de entreguerras y adopta un tono irreverente, refleja bien lo que sucede cuando acceden al poder político y económico quienes dirigen sólo para sí mismos, imponen sus opiniones y aniquilan todo lo que es diferente, individual, o minoritario. Unas ocho décadas más tarde, tras el 15-M, la Primavera Árabe y este despertar brasileño, cabe preguntarse si esa mentalidad del hombre-masa que tanto las democracias como las dictaduras catapultaron al gobierno de nuestros destinos, y que alimentó a todo tipo de empresarios y líderes religiosos, está ahora transmutando, dando lugar a cambios endógenos en el sistema, o si por el contrario la masa dirigente se ha topado con la contramasa gobernada en esta etapa de ultramodernismo en la que han de primar cambios radicales y exógenos. No en vano, ha surgido una mayoría de personas informadas y capaces dispuesta a actuar como centinela del poder y a exigir una gestión responsable de los recursos públicos. Ahora que el hombre común (varón o mujer) empieza a padecer un ligero retroceso en su calidad de vida, ahora que el ensueño de un progreso constante e ininterrumpido se desdibuja, hemos dejado de ser, por suerte, personas autosatisfechas; aunque no exentas de caer en el más puro instinto gregario y manipulable.
Los brasileños o los ciudadanos de cualquier otro lugar no pueden conformarse con esperar una transformación voluntaria de quienes ostentan el poder de forma inveterada, pues únicamente de manera puntual se verán cumplidas sus expectativas. Por ejemplo, la presidenta Rousseff atajó rápidamente las primeras protestas sociales a través de un discurso en el que se comprometió a luchar contra la corrupción nacional endémica. Sin embargo, recientemente se ha hecho pública la condonación de deudas millonarias a países africanos gobernados por dictadores sin escrúpulos con el único propósito de fortalecer las relaciones comerciales con los mismos. Por el contrario, salvando las distancias, y al hilo del cumplimiento excepcional de las expectativas, el primer Papa jesuita ha conseguido erigirse en un verdadero líder natural con el que muchos se identifican, comulguen o no con el mismo sentimiento religioso. Francisco instó a los ciudadanos a abandonar el conformismo e implicarse en los asuntos públicos y, lo que resulta más encomiable, defendió la verdadera integración de los pobres. En un país donde las diferencias sociales siguen siendo muy marcadas este discurso cobra una gran relevancia. No olvidemos que algunos en las manifestaciones han aprovechado para atacar el programa Bolsa Familia, creado por el Gobierno Lula para otorgar pequeños subsidios a los más pobres. No olvidemos tampoco que la participación en las protestas de los moradores de las favelas ha sido limitada y por separado.
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